Del agua de la calle a la tecnología digital: la evolución del tratamiento renal
OURENSE
El nefrólogo Alfonso Otero organiza una exposición sobre enfermedad del riñón
16 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La Medicina es una ciencia en continua evolución. La investigación forma parte del trabajo diario de los profesionales y por eso los avances no dejan de sucederse, mejorando la calidad de vida y el pronóstico de los pacientes y también ayudando a prevenir enfermedades. Por eso, cada vez que se echa la vista atrás, las caras de asombro se suceden. Un médico que ahora supere los 50 años habría recurrido al concepto «ciencia ficción» si al inicio de su carrera profesional le hubieran contado cómo se iba a desarrollar su especialidad en el siglo XXI. Y más increíble parece cuanto más se eche la vista atrás.
Eso es lo que contesta Alfonso Otero, nefrólogo jubilado que fue jefe de servicio en el CHUO, al hablar sobre la enfermedad renal crónica. A su abordaje dedicó su carrera profesional y sobre ella ha creado la exposición La ERC: un problema de salud pública, que puede verse en la sala José Valente de Ourense hasta el 31 de enero. Combina paneles explicativos escritos en terminología sencilla con códigos QR que permiten profundizar en los temas, y presenta materiales históricos como los primeros monitores de diálisis que en 1979 llegaron al Hospital de Ourense. Nada tienen que ver con las que hay hoy en día. «Es como si comparas un teléfono de hace 40 años con uno de ahora; pasamos de lo analógico a la digital», explica Otero.
Curiosamente, en el tratamiento no ha habido cambios. «La base físico-química es la misma. Se inventó en el siglo XIX y hasta el XXI lo único que hubo es evolución técnica», explica. El proceso comienza con la extracción de sangre del paciente por un acceso vascular para pasarla por un dializador, donde se encuentra con el líquido de diálisis a través de una membrana semipermeable. Este líquido ayuda a eliminar toxinas y el exceso de líquidos de la sangre. Una máquina monitor controla el proceso, devolviendo la sangre limpia al paciente tras la depuración.
Han cambiado las membranas, que antes eran de celulosa y hoy son sintéticas y biocompatibles, evitando reacciones adversas. Y el líquido de diálisis pasó de ser «agua de la calle mezclada con una serie de sustancias» a ser estéril, reduciendo drásticamente las infecciones. Los primeros monitores analógicos son ahora digitales y permiten controlar diferentes parámetros para asegurar que el tratamiento, que es totalmente individualizado, se realiza de forma segura y eficaz.
Y habrá más avances. Ya están en fase dos los monitores de petaca. «Se instala dentro del abdomen, pegada a una arteria y a una vena», explica Otero. Y el futuro será, dice, la terapia regenerativa, consistente en inyectar células madre en el riñón enfermo para que recupere su funcionamiento normal.
La exposición también aborda la evolución científica del trasplante de riñón, destacando que en España actualmente hay más personas con un órgano donado que en diálisis. «La medicación inmunosupresora es muy diferente a la que había hace 20 años y la supervivencia es muy alta», afirma Otero. La medicina moderna ha logrado que la supervivencia del injerto y del receptor a cinco años alcance casi el 92%, cifras que eran impensables hace unas décadas.
Además, la muestra analiza el impacto medioambiental del tratamiento. «Cada sesión de diálisis se consume 500 litros de agua; y cada paciente produce en torno a 10 toneladas de CO2 por culpa de los plásticos que tienen los productos de diálisis, el transporte, el consumo de energía y la formación de microplásticos», explica Otero. Y no escapa tampoco a los debates bioéticos.
Reclaman un plan nacional ante el avance de una enfermedad prevenible en el 80 % de los casos
Persona que no se encuentra nada bien, que arrastra muchas ganas de vomitar, que fuma y además es hipertensa. Ese es el perfil de muchos de los pacientes que llegan a la consulta del médico sin saber lo que les ocurre y salen con un diagnóstico de enfermedad renal crónica. Es una enfermedad silente. «No duele», remarca Alfonso Otero. Por eso cuando muestra síntomas, ya está muy adelantada. Y según la evolución que está teniendo la enfermedad en la población mundial, los estudios señalan que en el 2040 la ERC será la quinta causa de muerte en el mundo. Diez años antes se estima que 15 millones de personas precisarán someterse a hemodiálisis, pero solo 5,4 accederán al tratamiento, «porque no hay dinero para pagarlo». Ya es, destaca Otero, un problema de salud pública que tiene además un coste importante. «Se lleva entre el 2 y el 5 % del presupuesto de los servicios de salud (en Galicia, del Sergas) para el 0,1 % de la población», destaca el nefrólogo.
Es por eso que el nefrólogo (al igual que muchos otros expertos) lleva años reclamando un plan nacional de salud renal, aunque sin éxito. Y eso que, destaca, el 80 % de las enfermedades que llevan a una ERC —hipertensión, diabetes, obesidad, tabaquismo, sedentarismo o colesterol alto...— son prevenibles; además de con la historia clínica informatizada sería factible usar la inteligencia artificial para diagnosticar la gente que tiene riesgo de insuficiencia renal. «Es una cuestión de voluntad política», resume. Y eso a pesar de lo que indican las cifras: «Entre el 10 y el 15% de la población de más de 18 años tiene algún grado de insuficiencia renal y no lo sabe».