Mario Guede: «En la primera visita del Athletic a O Couto me enamoré del fútbol»

Luis Manuel Rodríguez González
luis m. rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Al pie de un símbolo como el de la Ponte Romana, Mario se siente cómodo recordando su trayectoria deportiva y vital
Al pie de un símbolo como el de la Ponte Romana, Mario se siente cómodo recordando su trayectoria deportiva y vital MIGUEL VILLAR

Dirigió al CD Ourense en 130 partidos oficiales aunque nunca fue profesional

14 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

José Mario Guede Fernández (Ourense, 1952) es un personaje de sobra conocido en la ciudad y buena parte de su provincia natal. La política y el fútbol son dos campos en los que su nombre ha sido recurrente durante años. Pero sobre todo, se considera docente. Para eso estudió y se convirtió en pionero de muchos métodos educativos en los que el deporte y los hábitos de vida saludable ganaron peso en los entornos escolares.

«Siempre me consideré un entrenador de base, de hecho nunca he sido profesional, aunque dirigí 130 partidos en Segunda (A y B) y Copa, con el CD Ourense, además de los del Cambados. Curiosamente nunca estuve en Tercera. Empecé en el deporte escolar, apenas incipiente por aquí y después en las categorías inferiores», explica un Mario que es una auténtica base de datos cuando se habla de fútbol —y otras modalidades—, sin recurrir a ningún dispositivo informático.

Y alguna de esas hojas de cálculo que se agrupan en su cerebro se van tan atrás como el emotivo recuerdo balompédico del año 1960. «En la primera visita del Athletic Club a O Couto me enamoré del fútbol. Fue el último partido en el que mi padre nos llevó a mi hermano y a mí al campo. Nos sentamos en el fondo, muy cerca de la Tribuna, porque así nos vigilaba él».

Aunque ha pasado mucho más de medio siglo desde aquella fecha, el que después fue máximo responsable en el banquillo del añorado CD Ourense recita de memoria sus sensaciones de aquella noche: «Estuve a escasos metros de Carmelo Cedrún, uno de los mejores porteros del momento. El del Ourense era Gelucho, que venía del Dépor, pero yo quería ver sobre todo a Villita, un jugador con mucha clase, que era pequeño y delgado como yo. Marcaron Rivera, de O Carballiño, que era una figura tremenda en esa épocas, y también Cebrián, que años después pude saludar en Barcelona».

Mientras confía en ver la nueva comparecencia de los leones, el próximo jueves, rememora además sus dos experiencias con los ourensanistas, a punto de tumbar a rivales de Primera División, con él como estratega en el banquillo: «El Celta nos tocó en 1985 y tuvimos que jugar la ida en Pasarón, porque en O Couto estaban cambiando el césped y los vestuarios. Empatamos 0-0, pero merecimos mucho más. El árbitro era Ramos Marco y me dijo al final ‘gallego, que equipazo tenéis’. En Balaídos perdimos 1-0 con gol de Lucas, pero le hicieron un penalti clarísimo a Nolis que no nos pitaron».

Al año siguiente, el rival de máxima categoría fue el Atlético Osasuna, a partido único en O Couto. «Se adelantó Bustingorri, pero después empató Rafita. Les dimos un buen repaso en la prórroga, pero el balón no quiso entrar y en los penaltis ganaron ellos». Lo que no recuerda Mario es que uno de los suplentes de los pamplonicas era Javier Aguirre, que dirigirá a México en el próximo mundial.

Fueron tres etapas distintas al frente del primer equipo de O Couto, en un club en que también aportó trabajos que fueron clave para la formación de sus categorías inferiores: «Siempre llegué al primer equipo en situaciones de crisis y, sin cobrar, pese a que otros técnicos venían cobrando cantidades importantes. Por eso me duele que muchas veces se haya cuestionado mi ourensanismo, porque ha sido siempre el equipo de mi vida».

Su rincón

DNI. José Mario Guede Fernández (Ourense, 1952) fue docente, de los de vocación. Además de su extensa trayectoria política y de gestión, el fútbol es su pasión y, pese a que nunca fue profesional, es el técnico local que más veces dirigió al CD Ourense.

Su rincón. Desde el lado de su barrio, elige la Ponte Romana como símbolo de una ciudad en la que siempre ha vivido y a la que defiende con vehemencia.