«O susto de ver arder as casas e o lume tan cerca é malo de esquecer»

María Cobas Vázquez
maría Cobas OURENSE / LA VOZ

O BARCO DE VALDEORRAS

Los afectados por el incendio de Valdeorras apremian el desescombro de zonas quemadas

18 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace dos meses, un incendio iniciado días antes en las montañas de Carballeda de Valdeorras por el impacto de los rayos de la tormenta se descontroló y cambió de rumbo. Pasó de estar próximo a su estabilización a sembrar el caos en la comarca, arrasando más de medio centenar de construcciones en aldeas de Carballeda, O Barco y Rubiá y poniendo en peligro varios pueblos más. Ocho familias perdieron su vivienda habitual y muchos otros vieron convertida en ruinas su casa de vacaciones o aquella que habían heredado y sobre la que tenían planes de futuro.

Dos meses después, el paisaje sigue negro, aunque la naturaleza muestra su fuerza y aquellos árboles que se salvaron del fuego, o al menos en parte, empiezan a mostrar tonos ocres y verdes. Estos días de lluvia, en las carreteras secundarias que quedaron cercadas por el fuego, como la que une A Veiga de Cascallá con O Barrio (concello de Rubiá), el olor a ceniza lo impregna todo de nuevo. Como si el fuego fuese reciente. Pero han pasado 60 días y los afectados arrastran el cansancio de ver que no se ha avanzado mucho en la reconstrucción. En los primeros días los Ayuntamientos trabajaron sin descanso (en muchos puntos ayudados por los vecinos) para recuperar los servicios básicos y abrir de nuevo las carreteras. Además, se derruyeron aquellas partes de las construcciones ardidas que amenazaban desplome inminente. Pero desde entonces poco más.

«Dijeron que nos iban a ayudar pero aquí no vino nadie, ni Xunta ni nadie», se lamenta Rosa, una vecina de A Veiga de Cascallá. «El pueblo ahora está abandonado, da pena. Ni ayudas ni nada, el que ha empezado a hacer es por su cuenta. El Ayuntamiento ha venido a limpiar los escombros de las calles pero ahora vienen las lluvias y las casas en ruinas se van a caer unas encima de otras porque están fatal», se lamenta la mujer, de 72 años. Teme el invierno y las posibles consecuencias de las inclemencias meteorológicas sobre las edificaciones que el fuego arrasó y que forman una barriada entera en medio del pueblo.

Salvando las casas

En la salida de la aldea, Javier perdió dos viviendas de su propiedad que había heredado. Asegura que su casa se salvó porque, como varios más en el pueblo, decidió regresar tras ser desalojado para luchar contra las llamas pese a la recomendación contraria de los servicios de emergencia. Es lo mismo que cuenta Rosa, que sí se fue a pasar la noche a un hotel. Sus hijos se quedaron. «Estuvieron apagando el fuego desde las cinco de la tarde hasta las seis de la mañana, porque si no me ardía la casa», relata.

Javier salvó su vivienda pero no otras propiedades, de las que va sacando «changalladas que tiña por aí, como algo de area», contaba el jueves mientras trabajaba en la ruina que en tiempos fue la casa de su tía. No piensa en reconstruirla, en su caso ha solicitado las ayudas de la Xunta para desescombrar. «Pero non sabemos cando as van dar», señalaba. Y añadía: «E se non, terao que facer un. Esta non te problema porque non ten casas derredor e veñen máquinas e faise, pero nas do medio da aldea hai máis problema porque están pegadas, haberá que ir máis de seguido».

Lamenta, en todo caso, los trámites administrativos: «Que se agora ten que vir un arquitecto facer unha valoración do que hai que desescombrar, que se hai que pedir tres orzamentos... É un rollo», señalaba el hombre. Cerca de su casa, unos vecinos perdieron su vivienda y se quedaron con lo puesto. En su caso han decidido comenzar las obras para ir avanzando en la reconstrucción.

Las llamas también llegaron al centro de Alixo (O Barco) y arrasaron varias edificaciones. El incendio forestal prendió en una casa ubicada en un lateral de la aldea. En su interior había varias bombonas de butano que explotaron, dando mucha más fuerza al fuego. Fue un domingo horrible que todavía está muy presente. «O susto de ver arder as casas e o lume tan cerca é malo de esquecer aínda que pasaran dous meses porque a cousa foi moi forte», resume Gustavo Núñez, el pedáneo. En el pueblo también esperan las ayudas para la reconstrucción, aunque lo que más les urge es que echen abajo las construcciones quemadas. «Aínda esta semana estiveron do Concello tirando algunhas partes, porque estaba perigoso. Había casas ardidas que ameazaban con virse abaixo e podían coller a calquera que pasara», cuenta. Ya se habían tirado partes que amenazaban desplome en los días posteriores al fuego, pero las ruinas siguen desmoronándose.