La represión franquista, vista por los descendientes de los perseguidos

M. rodríguez / Fernando Páez OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

María Alonso Reverter, Manuel Peña Rey, Maite Ansias y Paz Gómez del Valle contaron la historia de sus familiares represaliado tras la Guerra Civil y durante el franquismo en un acto organizado en el Liceo de Ourense por Amigos da República.
María Alonso Reverter, Manuel Peña Rey, Maite Ansias y Paz Gómez del Valle contaron la historia de sus familiares represaliado tras la Guerra Civil y durante el franquismo en un acto organizado en el Liceo de Ourense por Amigos da República. Miguel Villar

Familiares cuentan la historia de ourensanos que tuvieron que huir o fueron asesinados durante y después de la Guerra Civil

13 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Generaciones de familias sufrieron la represión durante el franquismo. Los padecimientos que sufrieron siguen vivos en la memoria de sus descendientes, que anoche dieron testimonio en el Liceo de Ourense de las duras vivencias de hombres y mujeres, que fueron perseguidos, encarcelados y, en algunos casos, asesinados, por sus ideas o por ser familiares de activistas o maestros en la Segunda República. El acto estaba organizado por Amigos da República dentro del programa Abril Republicano.

Paz Gómez contó la historia de la familia Gómez del Valle. Su abuela, María del Valle Lozano, fue una mujer «moderna para su tiempo, que iba a conciertos o mítines sola», madre de ocho hijos y que hacía obras de beneficencia. Estuvo presa en Bande 16 meses antes de ser ejecutada en Xinzo, en 1937, junto con Salud Torres. Fue apresada cuando pedía clemencia para uno de sus hijos, Manuel Gómez del Valle, periodista y poeta, que fue ejecutado en el campo de As Lagoas junto con Fernando Cordón. Era agosto de 1936. Antes de la sublevación, ambos se habían dedicado a actividades políticas y a movilizar a trabajadores ferroviarios. Otro hijo, Ricardo, Caíto, fue detenido cuando llevaba ropa a su madre, que pasaba penurias, hambre y frío, en la cárcel de Bande. Lo enrolaron en el ejército nacional y un fascista le pegó un tiro en 1939 en Valencia. Paz apuntó que hubo silencio en su familia sobre estos temas dolorosos y terminó pidiendo «memoria y recuerdo para ellos».

El médico Manuel Peña Rey habló de la persecución que sufrió primero su padre y los miembros del Partido Galeguista y él mismo, como comunista, 30 años después.

Maite Ansias, sobre un primo que vivió 28 años escondido: «Tenía una cuerda preparada para ahorcarse si lo descubrían»

Maite Ansias habló de Adolfo Rodríguez Ansias, primo de su padre. Se dedicó al magisterio, fundó una asociación de trabajadores de la enseñanza y tuvo una escuela en Bóveda (Amoeiro) donde puso en práctica su pedagogía progresista. En 1936 ya tenía «un historial» y se escondió pensando que las cosas mejorarían. Estuvo 28 años escondido. «Tenía una cuerda preparada para ahorcarse si lo descubrían», contó Ansias, que lo conoció en 1965. Agradeció a sus tíos que lo cobijaron con riesgo para sus vidas y la de sus hijos.

María Alonso Reverter habló de su abuelo, Estanislao, un catalán emprendedor y melómano que se afincó en Ourense y tuvo 13 hijos. Varios sufrieron la represión política, entre ellos su madre, que estuvo encarcelada en Bande.

«No era fácil en la Guerra Civil ser mujer y menos republicana»

La escritora Montse Fajardo impartió una conferencia en la Biblioteca Pública de Ourense sobre las mujeres que fueron ingresadas en el psiquiátrico de Conxo (Santiago) en los años treinta y cuarenta del pasado siglo. La charla se enmarcó en los actos que se están celebrando esta semana en la ciudad para conmemorar el Día de la República, el 14 de Abril.

«No era fácil en la Guerra Civil ser mujer, mucho menos si estabas vinculada al bando republicano en Galicia», explica la autora del libro Onde habita a tolemia, en el que se visibilizan las historias de muchas mujeres que pasaron por las instalaciones que la Diputación de A Coruña tenía para atender a las personas con patologías psiquiátricas y que fueron doblemente estigmatizadas: por su salud mental y por su ideología (o la de su entorno).

Muchas de ellas vivieron la muerte de sus seres queridos. Otras sufrieron abusos sexuales o vejaciones. En algunos casos eran los propios familiares los que las señalaban para poder quedarse con sus pertenencias, tras la desaparición de sus esposos. Algún marido despiadado y deseoso de contraer segundas nupcias aprovechó la posibilidad que le permitía ingresar en esta institución a su esposa alegando histeria o algún trastorno similar. Así la inhabilitaba y la despojaba de sus ya pocos derechos. Con esta fórmula —tacharla de loca— conseguía incluso la nulidad matrimonial ante la Iglesia, detalló Fajardo en su intervención.

La atención psicológica, según los pocos expedientes completos que se han encontrado, era prácticamente inexistente. En el mejor de los casos, su situación y evolución era valorada una vez al año, con un máximo de una hora por entrevista, sin apenas diagnóstico ni pauta de tratamiento. Las pocas anotaciones que se encontraron en algún archivo describían a la paciente en concreto como «paranoica recurrente, al oír con asiduidad gritos de auxilio de sus familiares» o recogía «delirios de persecución, rumores y malas miradas de sus vecinos». Tal y como recordó la autora de Onde habita a tolemia, se las dejaba a su suerte, aplicándoles los correctivos y tratamientos a criterio de sus cuidadores.

Al margen de su salud mental, cualquier tipo de necesidad médica que pudieran tener tampoco era prioridad para el servicio sanitario. No se registró ningún protocolo de actuación ni desplazamientos de internas fuera de las instalaciones por urgencias, lo que según la escritora deja patente el desamparo que sufrían también en este aspecto.

En las dependencias del sanatorio de Conxo la vida no fue fácil para las residentes. Los pabellones estaban masificados en los últimos años de la dictadura, llegando a estar ingresadas cerca del doble de internas de las que la institución podía atender. Pasaban hambre, como muestran los informes médicos de las fallecidas por problemas gástricos severos, fruto de la falta de alimento. Por este motivo se produjeron varios motines, uno de ellos sofocado de inmediato por la generosidad de unos monjes cercanos que les llevaron dulces para que depusieran su actitud.

La investigación de los archivos llevada a cabo por Fajardo permite concluir que tuvieron que soportar frío, ya que no se tiene registro de ningún servicio de mantenimiento de los pabellones. Se supone que ante cualquier desperfecto, no se reponían las cristaleras y carecían de calefacción. Hubo casos de plagas de ratas y cucarachas en las viviendas cercanas al sanatorio: provenían de su interior.

La mayoría de estas mujeres fallecieron allí. Sus familiares no quieren que su historia quede en el olvido. Conferencias como la de Fajardo, organizadas por Amigos da República, contribuyen a perpetuar su memoria.