Florindo Álvarez, centenario: «Iba andando de Pontedeva a Celanova y volvía en el mismo día para traer el tabaco»

Fina Ulloa
fina ulloa OURENSE / LA VOZ

PONTEDEVA

Florindo Álvarez celebró su centenario acompañado de la familia y de su cuidadora María José (a la derecha de la imagen)
Florindo Álvarez celebró su centenario acompañado de la familia y de su cuidadora María José (a la derecha de la imagen) ALEJANDRO CAMBA

Tuvo un tostadero de café en Ourense, fue empresario maderero en Bolivia y hasta trabajó en la construcción de una base de lanzamiento de cohetes francesa en Tahití

30 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace unos años que Florindo Álvarez Araújo decidió dejar Madrid (donde residía con una de sus hijas) para establecerse definitivamente en Freáns, en Pontedeva (Ourense). Se empeñó, cuenta la familia, en regresar al hogar que lo vio nacer hace ahora justamente un siglo y en el que vivió hasta el día en que no pudo resistirse más a su espíritu aventurero. Porque Florindo puede presumir de haber circunvalado la tierra.

Empezó emigrando a París y allí le valió de mucho ser hijo de maestra ya que, además de tener un nivel educativo por encima de la media habitual en un joven del rural —había estudiado hasta completar el bachillerato— sabía algo de francés. Eso le permitió acceder a empleos que le abrieron nuevos horizontes.

Estuvo, por ejemplo, en Tahití para trabajar en la construcción de una base de lanzamiento de cohetes francesa; en Brasil, donde montó un restaurante con un socio, e incluso en Nueva York. También fue empresario maderero en Bolivia. «Allí quedó una buena finca y casa», apunta este centenario con alma emprendedora. A lo largo de su vida fundó negocios de lo más variado, incluido un tostadero de café con el que arrancó en su ayuntamiento natal y acabó llevando a Madrid.

Pese a que tiene algunos achaques, Florindo se conserva fuerte. De hecho, ha logrado esquivar todas las oleadas del covid. «Fue el único de la familia; todos los demás caímos», apunta su hija Clara. Y él cuenta que come de todo y sugiere una clave de la longevidad: «Hay que hacer mucho deporte». Luego aclara a qué ejercicio se refiere: «Yo iba andando desde aquí a Celanova y volvía para traer el tabaco». En total, 60 kilómetros que hacía acompañado de las dos mulas en las que transportaba la carga con la que se abastecía el estanco que tenía su padre. «Había muchos fumadores. De aquellas solo en Freáns eramos sesenta y pico vecinos. Ahora ya pocas casas quedan abiertas», lamenta el nuevo centenario ourensano que este fin de semana disfrutaba de la celebración rodeado de su familia. Además de sus hijas Charo y Clara, estaban sus yernos Juan y José, y dos de sus tres nietos, porque faltaba Cristina, que tenía unas oposiciones y no había podido acudir a la cita. Pero sí pudo compartir el día con Iria y Carlos, además de con Leticia —mujer de este último—, y la pequeña Ari, su única bisnieta. Todos ellos, junto con María José, la persona que se encaga de su cuidado, pasaron un buen rato recordando la singular trayectoria vital de Florindo.