En los últimos diez años se hallaron varias muestras de este singular patrimonio
13 may 2015 . Actualizado a las 15:42 h.Una parcela singular y poco conocida del patrimonio natural de las sierras orientales gallegas son las huellas dejadas por las garras de los osos prehistóricos en las paredes de las cuevas. El primer hallazgo registrado en Galicia tuvo lugar en 1983 en Cova Eirós (Triacastela), un lugar ahora célebre por albergar uno los más importantes yacimientos gallegos del Paleolítico. El primer investigador que observó la presencia de estas marcas fue Juan Ramón Vidal Romaní, director del Instituto Universitario de Xeoloxía de A Coruña. Sin embargo, según indica él mismo, al principio creyó que estos arañazos habían sido causados por las botas de los espeleólogos que visitaban la gruta con frecuencia.
Más adelante, hace diez años, la paleontóloga Aurora Grandal d?Anglade identificó otras marcas del mismo tipo en la Cova do Rebolal, en la Serra da Enciña da Lastra, en Rubiá. Constató que se trataba de huellas de garras de oso de la cavernas (Ursus spelaeus). Por su tamaño dedujo que los zarpazos eran de ejemplares de pequeño tamaño y los asoció a los juegos de los oseznos dentro de la caverna durante sus períodos de hibernación.
El hallazgo hizo suponer a los miembros del club espeleológico vigués A Trapa-Cetra, encabezado por Marcos Vaqueiro, que podría haber más huellas de osos en otras cuevas del este de Galicia de las que se sabía que habían servido de refugio a las dos especies de plantígrados que vivieron en el noroeste ibérico, el extinguido oso de las cavernas y el oso pardo (Ursus arctos), que hoy continúa presente en el norte de la Península. Esto dio pie a que en los años siguientes se descubriesen más huellas de zarpas en varias cuevas de la sierra de O Courel, y también en otros puntos de Enciña da Lastra.
Los investigadores señalan que la antigüedad de estas marcas puede oscilar entre 20.000 y más de 500.000 años, que es la edad asignada a los fósiles de osos hallados en las referidas cuevas.
Junto con los restos fósiles encontrados, estas señales son el testimonio más visible de la presencia de los osos en las grutas durante el Pleistoceno. «Añade un valor excepcional al registro paleontológico de las cuevas calizas de Galicia», apunta Romaní.