Apostando por la belleza en el rural

Por Fina Ulloa

VILAMARÍN

Stephanie Álvarez Pereira, de Na Lúa, en Vilamarín
Stephanie Álvarez Pereira, de Na Lúa, en Vilamarín Miguel Villar

Stephanie Álvarez Pereira es la propietaria del salón de estética en uñas, manicura y pedicura Na Lúa

13 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Stephanie Álvarez Pereira es hija de emigrantes ourensanos en Ginebra (Suiza) —de ahí su nombre francés— pero está tan unida a la tierra de sus ancestros que no ha dudado en apostar por el rural a la hora de abrir su negocio: un salón de estética en uñas, manicura y pedicura, que ha bautizado como Na Lúa. «Siempre me gustó tener cuidadas las uñas pero a raíz de la pandemia, como todo cerró, decidí comprarme un pequeño equipo. En principio era para mi propio uso y el de la gente de casa pero me fui enganchando y decidí aprender más y formarme», explica.

A Stephanie siempre le gustó dibujar y, de hecho, completó sus estudios de Diseño de Moda en la Escola Mestre Mateo de Santiago, así que aprovechando esas habilidades decidió apostar por ofrecer diseños más novedosos a sus clientas decorando las uñas a mano con pincel. En enero del 2022 empezó a ejercer en un local anexo de su vivienda de Vilamarín, pero tras la baja de maternidad, decidió retomar la actividad aprovechando que el Concello incentiva el alquiler de bajos para animar a la instalación de nuevos emprendedores. «Hubo gente, clientas incluso que me vienen de Ourense, que me planteó por qué no bajaba a la ciudad ya que estaba ampliando, pero no me merece la pena por mi clientela. No sabes lo que agradece la gente que está en el rural por esta zona, tanto en Vilamarín como Ameiro, Coles y otras localidades del entorno, poder acercarse a un sitio que está a cinco o diez minutos de su casa, llegar y plantar el coche sin tener que bajar a la ciudad y volverse loca para aparcar», comenta.

El nuevo local, más céntrico, está en la avenida de Santiago Apóstol, justo debajo de la guardería y allí hace su magia con una clientela de lo más variada. «Tengo una diversidad de gente tremenda, desde personas muy jóvenes a muy mayores y, lejos de lo que se pueda pensar, no siempre las de menos edad son las que piden cosas más modernas. De hecho, la señora más mayor que viene tiene 92 años y es quizá una de las más atrevidas. Hay, por supuesto clientas que optan por trabajos más clásicos, pero ahí tampoco la edad marca la diferencia porque las hay jovencitas que prefieren esa opción. Si algo he aprendido desde que monté la empresa es que la edad tiene poco que ver con cómo es de verdad cada persona», comenta Stephanie.