Cual perenne primavera, el humor vuelve a florecer en el auditorio del Centro Social Caixanova de Pontevedra. Organizado por la entidad, ha tenido lugar la representación de Sobre flores y cerdos del autor gallego Nancho Novo.
Este polifacético artista podríamos calificarlo como un Juan Palomo, dado que es el autor, guionista, director, intérprete, rapsoda, músico, cantante y no sabemos cuántas cosas más de Sobre flores y cerdos; algo parecido a Charles Chaplin, pero en otro nivel de la escala de valores.
Citó a los clásicos o a plumas prestigiosas como Francisco de Quevedo y... Villegas, Lope de Vega (Lope da Veiga, en versión gallega), Valle Inclán, Cela, etcétera, para construir e interpretar -prácticamente- como monologuista un guión de ídolo de barro, aunque con el sano objetivo de entretener al público y de hacerle reír, pese a que su humor lo basa en unos mimbres muy burdos que no le van a todos los públicos, centrado en el eterno tema del amor y/o la relación de la pareja. Para ello funde en su guión, cual hilo conductor, una serie de números musicales que el mismo interpreta en directo, acompañado de un colaborador que le da motivos para entrar y morder en la picaresca.
Demasiado expresivo, grosero y soez el guión, cuando con el empleo de la metáfora podía hacerlo más sutil, elegante y menos vulgar pero, visto lo visto, lo vulgar en algunos autores es el camino más corto para llegar a determinado público, no a todos. Lo fácil, lo directo, lo desnudo parece ser lo que mas viste cara a conseguir la showrisa o la propia risa, la línea diametral para llegar antes al éxito, olvidándose de las buenas formas como el elegante ropaje de la respetuosa expresión. Pero eso no vende. En nuestros días, es algo que cada vez está más en desuso, algo que a ciertos escritores les sirve para ocultar su falta de talento y elegancia. Así el autor se quedó «más nancho que largo» y su obra simpática pero soez.
Los chistes y gags resultaron previsibles y faltos de inventiva y su actuación tuvo visos de improvisación, pero no fue así; prueba de ello es que estaban anunciados 90 minutos de función y eso es lo que ha durado exactamente, pese a las intervenciones con el/su público, máxime el de la primera fila.
Nada o casi nada dejó a la improvisación; todo medido, incluso los riesgos. No obstante, hay escritores que viven de la pluma ajena. Para entendernos, un simple ejemplo: el caso en música de Luis Cobos (no confundir con Jesús López Cobos) que a una partitura de reconocida calidad (clásica, zarzuela o de otro género) le incluía como arreglo la caja rítmica con su obstinato (chim pun, chim pun) y a cobrar derechos de autor y colgarse los laureles de la popularidad. Valga el símil.
Nancho Novo que contó con la inestimable colaboración del actor y músico Pablo Castillo es, indudablemente, un buen showman: Realizó sus monólogos, tocó la guitarra (incluso la armónica), cantó, dijo chistes, contó historias, recitó a escritores de prestigio... pero no todo es lícito para hacerse el gracioso y llegar a todos los públicos.
Se puede conseguir este objetivo empleando un léxico más cuidado, sin necesidad de herir la susceptibilidad de buena parte de la audiencia, sin caer en la chabacanería. Pero, en líneas generales, la mayoría del público se rió y aplaudió constantemente. Objetivo cumplido.