Frente a las sequías: previsión, gestión y ahorro

Pedro Brufao

PONTEVEDRA

16 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Parece que estamos ante un nuevo período de sequía, algo nada anormal. Frente a la visión alarmista, que recurre a la improvisación, echando mano de múltiples obras «de emergencia» que volverán a repetirse en el próximo ciclo de sequía, vemos que desde hace tiempo los científicos han entendido que la escasez de lluvias es una de las características del clima y, por tanto, hay que acomodarse a ellas sin nerviosismo, con detallada previsión. Ocurre no obstante que la Administración hidráulica y los municipios se han basado desde siempre en la promoción de la obra pública de aguas superficiales sin mayor cuestionamiento ni sometimiento a una racionalidad que al menos fuese económica, algo que se dispara en épocas de sequía y que beneficia a ciertos sectores empresariales que viven del dinero del contribuyente y consideran todo embalse como un fin en sí mismo y un tótem a adorar. Por otro lado, la dependencia absoluta de las aguas superficiales aumenta los riesgos, los cuales se basan en exclusiva en los niveles medios de los embalses, algo insuficiente y que lleva a equívocos: se habla incluso de «sequía psicológica», algo frente a lo cual y, como cantaban unos vigueses universales, se podría decir «ante todo mucha calma».

La suma de este nerviosismo y de la improvisación tiene como resultado la vulneración de la legalidad al abusar alevosamente del concepto de urgencia y extrema necesidad, el despilfarro de fondos públicos sin el control de la contratación ordinaria y el arrase de nuestros ríos. Se ha demostrado con creces que el aumento de la población y el PIB no conllevan el aumento del consumo de agua, más bien todo lo contrario, algo que contradice de plano los anticuados y erróneos documentos de Aguas de Galicia. También sabemos que las poblaciones abastecidas con aguas subterráneas, mucho más eficientes que las superficiales, son indemnes a las sequías; asimismo, ha quedado demostrado a nivel internacional que el ahorro estructural, la reutilización y la gestión de la demanda ayudan en grado sumo a sobrellevar las sequías.

Un ejemplo positivo lo tenemos en Pontevedra: una sencilla acción de ahorro en la fábrica de celulosa de Lourizán ha tenido efectos en el abastecimiento urbano, ¿por qué no se hace permanente de forma imperativa? Por otro lado, el resultado lógico de la corrupción del embalse de Caldas, la destrucción premeditada del Umia y el ahondar en la dependencia de las aguas superficiales han puesto en jaque el agua de varios miles de personas, gravísimo error, sin responsables todavía, que se intenta remediar con inútiles y onerosas tecniquerías y con una nueva toma de agua del río, con lo que se abunda en la arriesgada dependencia de fuentes sometidas a las sequías, al igual que se empecinan indecorosamente en Vigo. Para terminar, esto no parece importarles a los que dirigen la Administración hidráulica, más preocupados en promover la gran y cara obra pública, y entregando las cuencas a hidroeléctricas, las verdaderas señoras del Lérez, Umia, Ulla, Deza o Miño. Como dijeron aquellos vigueses universales: «Dios salve al conselleiro», pues desde la Xunta no se dan muestras de entrar en la modernidad de la nueva cultura del agua, sino que parecen instalados en 1940.

La destrucción del Umia ha puesto en jaque el agua de miles de personas