Los marineros fueron testigos de la llegada de «estrellas» a la ría en 1885
17 feb 2013 . Actualizado a las 11:31 h.Cheliabinsk, Rusia, 15 de febrero del 2013. La caída de un meteoro causa el pánico y mil heridos tras el impacto. Marín, madrugada del jueves 28 de enero de 1885. Un precedente similar al ruso, pero sin heridos. Esa noche los marineros faenan como es habitual en el entorno de la villa. Sus familias duermen tranquilas en sus casas. Una noche apacible, donde nada parece turbar las faenas cotidianas de la pesca. De repente, desde el cielo y en medio de un gran ruido se precipitan hacia la tierra varios focos luminosos que se abrían paso hacia la ría. No se trata de un caso decimonónico de ovnis -en aquel entonces esa idea ni siquiera se les habría pasado por la cabeza-, ni tampoco es el fin del mundo, pero para aquellos marineros, únicos testigos de lo sucedido, el pánico que sintieron debió de helarles la sangre.
En poco tiempo, una bola de fuego se internó en el mar que iluminó y se hundió para siempre. Fue la primera y única vez en la historia reciente de Galicia que se ha documentado la caída de un meteorito. Al menos este es el único registro fiable que figura en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, con sede en Madrid, y que así lo divulgó hace años en una exposición itinerante sobre meteoritos en Pontevedra.
Amplia repercusión
La noticia tuvo repercusión a nivel estatal. Periódicos madrileños de la época, como La Correspondencia de España, el conservador El Siglo Futuro y el liberal La República, se hicieron eco del acontecimiento en sus secciones de sucesos. El texto es prácticamente el mismo en los dos diarios. En El Siglo Futuro, por ejemplo, se menciona que los marineros «vieron correr, juntarse y precipitarse al mar con una rapidez vertiginosa unos puntos brillantes».
Como si se tratase de Astérix y Obélix -los inmortales personajes de Urdezo y Goscinny que solo le temían a una cosa: que el cielo se cayese sobre sus cabezas-, los tripulantes de esos barcos, que sabían mucho de mar, pero poco de astronomía, no dudaron en bautizar a aquel fenómeno como «estrellas».
La reflexión del Museo Nacional de Ciencias Naturales es mucho menos espectacular. Era un meteorito, que por haber caído al mar no se pudo rescatar ni tampoco causó daños en los poblados márgenes de la ría pontevedresa. Es la misma tesis que se transmitió a la opinión pública desde la prensa generalista del momento. «Las estrellas que llamaban los marineros eran pedazos de un aerolito que ha caído en el mar, muy cerca de la expresada villa», sentenciaban los diarios.
Pero la cosa no se quedó ahí. La reacción de los marineros ante el extraordinario evento fue de terror. «El fenómeno causó tal impresión de asombro en los marineros» que estos «huyeron despavoridos», destacan tanto La República como El Siglo Futuro y la Correspondencia de España.
Al día siguiente, ya recuperados del susto, la feligresía católica de la villa organizó una misa de acción de gracias en el templo antiguo «porque el fenómeno en cuestión hubiese pasado sin otras consecuencias», según El Siglo Futuro. Mientras, los restos del meteoro siguen en el fondo de la ría, pendientes de que algún día alguien los localice.