Dos debates irresolutos: toros y peñas

PONTEVEDRA

ADRIAN BAULDE

Cada verano se reactiva en Pontevedra la controversia sobre ambos asuntos pero en cuanto pasan las fiestas de la Peregrina quedan arrinconados en la agenda política

17 ago 2019 . Actualizado a las 19:27 h.

Este fin de semana, con la ciudad a reventar de gente y acogiendo los actos centrales de las fiestas de la Peregrina, se han recrudecido dos debates entre la sociedad pontevedresa: la permanencia de los toros entre los acontecimientos de la semana grande; y la deriva que ha tomado el macrobotellón infantil juvenil de lo que aún mal llamamos peñas.

El primer debate es como un Guadiana. Pervive hibernado durante diez meses y cada julio y agosto revive en cuanto se publican los carteles de las ternas que traen cada año los Hermanos Lozano. El segundo tiene una tipología parecida. Estalla con el primer fin de semana de desmadre alcohólico de la chavalada. Y se retroalimenta con lo que haya acontecido anoche y aún pueda ocurrir este domingo.

Y después de la Peregrina, a ambos debates les cae encima el invierno en forma de silencio porque la agenda política transita hacia otros derroteros. Del mismo modo, nos ocurre a quienes hacemos opinión publicada. No es la primera vez que elijo ambos temas para esta contraportada semanal en La Voz de Galicia ya que resultan asuntos de tirón social y por unos días ambos marcan la agenda mediática. Pero no dejo de sentir una cierta frustración al percibir que prácticamente no se ha avanzado nada en estos años.

Los toros seguirán

Tengo clarísimo que salvo una modificación legal que solo podría venir propiciada por un cambio político al frente de la Xunta de Galicia, hoy por hoy, en esta comunidad autónoma, la prohibición de los toros no está en la hoja de ruta de Alberto Núñez Feijoo y su gobierno. Del mismo modo que los veinte años de Miguel Anxo Fernández Lores al frente del Concello han evidenciado que pese al teórico discurso del BNG contra «as touradas», tanto el alcalde como su gobierno municipal no han querido enfrentarse a la impopular decisión de intentar impedirlos mediante algún resorte legal.

Ciertamente que la plaza de toros es propiedad privada -de los Hermanos Lozano- y que la legislación vigente es de ámbito autonómico. Pero los anti taurinos comparan la beligerante posición del gobierno municipal frente a Ence buscándole las vueltas a la prórroga en los tribunales, en contraste con la pasividad cómplice que el Concello muestra en este asunto «sin dar más pasos para el aislamiento social de los empresarios taurinos», según dijeron. Y sobre todo: le siguen echando en cara, como hicieron este sábado por la tarde durante la manifestación, que el Concello durante las dos décadas de Lores no haya dejado de poner dinero público para el coso de San Roque, aunque sea bajo el pretexto de su utilización para las justas medievales en la Feira Franca.

Los abolicionistas que realmente cada vez parece que van ganando mayor eco social y mediático, pidieron ayer como en años anteriores que se modifique la Lei de Protección Animal de Galicia que exceptúa los toros de las actividades prohibidas por maltrato animal. Un imposible mientras haya en Galicia un gobierno del PP del que numerosos cargos públicos acuden anualmente al palco y a los tendidos de la plaza de Pontevedra como aficionados taurinos.

Los «anti» también demandaron que el Concello anule ese convenio anual con la empresa de los Hermanos Lozano para el uso del coso de San Roque y que no permita el empleo de espacios públicos para que se coloquen los carteles anunciadores de las corridas. Y el tercer eje de la presión de los abolicionistas apela la ciudadanía, a la sociedad pontevedresa, buscando ahondar en el supuesto desafecto entre los aficionados y los empresarios de la plaza, por la reducción del número de corridas y la calidad de los diestros que se contratan lo que se evidenciaría en que los tendidos ya no se llenan de público como hace años. Es decir, el viejo lema de divide y vencerás.

Quizá por esta vía podrían conseguir los anti taurinos su propósito, quién sabe en cuantos años. Me parece más posible que llegue el día en que los espectáculos taurinos dejen de ser económicamente interesantes en Pontevedra y los empresarios desistan, a que política y legislativamente se tomen decisiones que prohíban su celebración.

Un desmadre consentido

En cuanto a lo de las mal llamadas peñas, es decir el macro botellón infantil y juvenil que tiene lugar en estos dos fines de semana, el nivel de desfase que se ha alcanzado con criaturas de doce, trece, catorce años «mamados» hasta las trancas, convirtiendo las plazas, parques y calles de la ciudad en vomitorios y urinarios, es para hacérselo mirar como ciudad.

Es obvio que el Concello no es ni tiene que actuar como el papá que custodie y reprenda a toda esa chavalada cuyos auténticos padres y madres deberían ocuparse. Pero de ahí a dar la impresión de que se mira para otro lado y no interesa actuar, hay una distancia. La concejala de Fiestas no puede escudarse en que esas peñas sean una actividad compatible con otros usos y disfrutes de los espacios públicos.

Me parece que atina Rafa Domínguez cuando plantea que el Concello sí puede tomar medidas que limiten y concentren la celebración de esas peñas como en su día hizo con el botellódromo que llevó al recinto ferial, sacando del centro histórico aquel penoso espectáculo. Algo que ahora se repite y desmadrado en lugares como el Campillo de Santa María donde estalló el hastío de vecinos y propietarios de establecimientos de hostelería.