Cuarenta años viviendo en Pasarón

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Juan Gabriel Tomé, en el campo de Pasarón, se jubila como responsable de la lavandería y del material del Pontevedra CF
Juan Gabriel Tomé, en el campo de Pasarón, se jubila como responsable de la lavandería y del material del Pontevedra CF Pablo Fariña

José Gabriel Tomé fue delegado de la base y se encarga de la lavandería desde hace 18 años. El miércoles se jubila

12 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tomé te recibe en su casa. No es donde duerme, pero sí donde pasa muchas horas. Tiene llaves y abre la puerta de Norte. Estamos en Pasarón y como si de su hogar se tratase, te conduce hasta el banquillo. No es el salón, pero sí la parte bonita de su «hogar». Desde los asientos granates se puede ver la inmensidad de un estadio vacío.

El silencio domina esta mañana de jueves de verano. No hay jugadores, tampoco cuerpo técnico y mucho menos aficionados, pero como siempre, está él. Le quedan pocos días, el próximo miércoles dejará las llaves en la oficina y saldrá por última vez como miembro del equipo granate y entrará desde entonces, como aficionado. Le cuesta imaginar como será ese momento. Lo único que tiene claro es que tardará. Todavía está pendiente de la segunda dosis de la vacuna y mientras la incidencia del covid no baje, no está en sus planes ir a los entrenamientos o a los partidos del Pontevedra CF. Y eso que lleva 37 años haciéndolo. Porque José Gabriel Tomé es ese hombre omnipresente, ese guardián de la lavandería granate y hasta hace muy poco quien llevaba el material del primer equipo a los entrenamientos. Es raro no escuchar un «Tomé, ¿dónde está el agua? o «pregúntale a Tomé». Si no está en el campo, está en un cuarto en el túnel de vestuarios ordenando la equipación. Pone tantas lavadoras en Pasarón, que ya no le quedan energías para ponerlas en casa. Se ríe cuando lo cuenta.

Estos días está tranquilo. En 48 horas se jubila, pero desde que acabó la liga también decayó la intensidad de su trabajo. «Por una parte sí que tengo ganas de jubilarme, pero por otra, pienso ‘y ahora qué voy a hacer’. Lo voy a echar de menos», confiesa Tomé, que reconoce que ahora podrá dedicarle más tiempo a su casa y a su familia.

Hace 37 años que llegó al Pontevedra, primero como delegado de los equipos de la base y desde que el equipo ascendió a Segunda en la temporada 2003-04 está con la primera plantilla. Los únicos partidos que se ha perdido desde entonces son los que se juegan a domicilio. «Solo viajé con el equipo cuando Rafa Vidal estuvo de baja, el resto de los años vivo esos partidos desde casa», apunta Tomé.

En la memoria de este granate de corazón y profesión hay vivencias que dar forma a la historia del corazón. De la época más dura no tiene dudas. Ahí ni se para casi a pensar. «Lo peor fue estar siete meses sin cobrar antes de que llegase Lupe Murillo. Lo primero que hizo al ser presidenta fue pagarnos todos los atrasos», explica Tomé, que reconoce que desde entonces no volvió a haber problemas de impagos. «Te pasaban la mano por encima del hombro y te decían ‘tranquilo que la semana que viene, cobras’. Sabías que era mentira», lamenta. En esa época ya estaba en el primer equipo, con el que vivió nada más llegar el ascenso a Segunda, su momento deportivo más dulce, cuando el Pontevedra venció al Lorca en junio del 2004. Tomé prefiere conservar los buenos recuerdos. En su cuarto de la lavandería guarda los secretos del club y conoce la otra cara de los jugadores. La que no se ve. «Ahí te sorprendes porque ves que hombres que estuvieron en Primera y de partida te parecen más altivos, te das cuenta de que no es así. Gente como Charles o Xisco son tipos excelentes, que ayudan en todo lo que pueden», apunta.

Marcha de los jugadores

No le gusta hablar mal de nadie y reconoce que «le da pena todos los jugadores y entrenadores que dejan el club». No cabe duda de que algunos como Edu o Tonino marcan la diferencia en una plantilla. Él sabe como salen muchas veces al campo. «A veces no sabemos como están los jugadores. Podemos pensar en Charles, pero jugó lesionado y lo daba todo. Ese tipo de jugadores tienen que estar siempre, aunque sea para asustar al equipo», explica Tomé, que desde la sala de la lavandería forma parte de la historia vida de un club al que llegó en la década de los ochenta y que deja a las puertas de los 65.

Solo hay una cosa a la que no le encuentra explicación. «Nadie entiende, ni yo tampoco, como con el equipo de este año no se logró el ascenso. Todos creíamos que iban a jugar un play off», señala el responsable del material, que cree que las bajas de Romay y Adrián Cruz fueron determinantes en el cambio de rumbo. Mientras se levanta para, como buen anfitrión, despedirse en la puerta, este «hombre de la casa», como todos lo llaman, ya hace planes fuera de ella. Empieza a pensar en pasado cuando habla del club, pero reconoce que después de tres décadas como delegado de la base y encargado de la lavandería y mantenimiento del estadio, por sus venas la sangre ya es de color granate. Incluso jubilado.