Pablo Sapia: «'El eternauta' es una obra que no deja de sorprender y gustar»

Alfredo López Penide
L. Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CEDIDA POR PABLO SAPIA

Pablo Sapia fue el encargado de realizar la restauración de la obra de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López

04 dic 2022 . Actualizado a las 14:43 h.

«En principio, no puede recuperarse lo que no está perdido, ¿no?», responde Pablo Sapia cuando se le pregunta por la recuperación de un clásico como El eternauta. Se trata de una obra que «tiene la virtud de que desde que se editó como libro, en 1976 no ha dejado de reimprimirse, incluso en ediciones piratas, en momentos en que las ediciones legales agotaban sus tiradas». A lo largo de los año se ha editado en italiano, francés, inglés o, la más reciente, en chino. «¡Por supuesto, también tuvo edición española! Sin duda es una obra que no deja de sorprender y gustar a los lectores que la descubren», añade.

—¿Cómo surgió la idea de restaurar «El eternauta»?

—Al momento de plantear una nueva edición, superadora de las anteriores, Planeta se encontró con una disparidad en el material que estaba disponible para la reproducción que le proporcionaron los herederos de los autores. Las páginas recuperadas, que se reproducen de los originales mediante técnicas modernas, no están completas. Hay 35 páginas de las que no existen los originales, o no se sabe dónde están por el momento, y la diferencia visual entre las páginas levantadas de impresiones antiguas y las nuevas es realmente mucha. Planeta contacta conmigo por los trabajos de restauración y edición que hice para la reedición de algunas obras emblemáticas de la historieta argentina: Pi-Pío, de Manuel García Ferré (el creador de Petete) y, sobre todo, las tiras diarias y semanales de Patoruzú, de Dante Quinterno, además de ser dibujante, docente y curador de exposiciones relacionadas a la historieta desde hace treinta años.

—A partir de ese primer contacto, ¿cuáles fueron los pasos posteriores?

—Una vez se produce el contacto, me proponen el trabajo de recuperar digitalmente, dentro de los parámetros posibles, la estética de las páginas faltantes, para acercarlas lo más posible a lo que sería la reproducción del original: limpiar el empastado de la impresión que transforma en una mancha lo que es una trama de líneas, o recuperar una textura de grises ahí donde también hay una plano de tinta negra. Por otro lado, los pongo al tanto de varios errores de material agregado durante el remontado a formato libro de 1961, que produce errores de continuidad, o agregados de dibujo para completar espacios vacíos estéticamente mal resueltos. No por manos de Solano, sino por algún dibujante encargado de sacar el trabajo a tiempo. A partir de esto, se hace un relevamiento de estos agregados a la obra original, que nunca fueron corregidos y se decide rehacer la adaptación de 1961, con criterio y tecnología moderna, para tener una lectura más cercana a la obra original.

—Estamos posiblemente ante la obra de cómic argentina más internacional y con mayor trascendencia, imagino que su restauración fue, ante todo, un reto.

—Por un lado, está la felicidad de tener la posibilidad de trabajar para reconstruir parte de una obra a la que tengo mucho cariño personal por distintas razones, desde profesionales a personales, completamente subjetivas. Desde ser una de mis primeras lecturas serias a los 7 años a que una parte de la historia transcurra en el estadio de River Plate, club del que soy simpatizante —hincha, para usar un léxico rioplatense— a la relación personal que tuve con Solano los últimos años de su vida. Por otro lado, la responsabilidad de saber que modificar una obra canónica, así sea para eliminar partes agregadas arbitrariamente, en el apuro de sacar un trabajo, pero que sesenta años después ya son parte del paisaje, podía herir muchas susceptibilidades. Por suerte la tecnología permite trabajar con tranquilidad. Donde antes se dibujaba una trama similar a la del dibujo original, se recortaba el papel y se pegaba encima y retocaba con témpera para completar un faltante, con toda la imprecisión gráfica que eso lleva, hoy podemos hacer un zurcido digital invisible, completamente imperceptible al ojo del lector. En algunas partes se eliminó completamente el agregado. En otras se redibujó, porque el agregado de 1961 presentaba errores de narrativa, y en otras se modificó para mejorar la composición del dibujo, que con los agregados quedaba desbalanceada.

—«El eternauta» se publicó inicialmente como una serie por entregas, ¿en qué le beneficia su recopilación en un tomo?

—Como toda serie por entregas, heredera de la tradición del folletín, El eternauta abundaba en repeticiones, tanto gráficas como de texto entre capítulo y capítulo. La eliminación de las viñetas con el título de cada entrega, lo mismo que el resumen de la historia incluido al comienzo de cada entrega, para poner al día al lector que ocasionalmente pudiera perderse una de ellas, hacen una lectura más amable para con el que lee la obra como un todo, en un lapso breve de tiempo, que la de aquel lector semanal que quizás fuera leyendo episodios salteados, ya sea porque no consiguió algún ejemplar de un número, o porque leía la revista de prestado en casa de un familiar o amigo, o en algún espacio de lectura impensable hoy en día, como puede ser una peluquería, las que en aquella Buenos Aires solían tener pilas de revistas para que los clientes se entretuvieran mientras esperaban su turno.

—¿Cuáles fueron las mayores dificultades con las que se encontró?

—Las dificultades fueron varias. El problema mayor fue decidir, en conjunto con los herederos y la editorial, qué cambios se realizaban para corregir las modificaciones que se hicieron a la obra original en la versión de 1961, increíble que ningún otro editor no lo haya hecho antes, y el nivel de retoque que se iba a hacer en las 35 páginas faltantes, para clarificar la imagen, pero sin reemplazar el dibujo original de Solano López. El material de esas 35 páginas en posesión de los herederos de Solano López y Oesterheld estaba realmente en condiciones bastante malas, por lo que se optó por hacer un escaneado a la mayor resolución posible de esas páginas a partir de la revista Hora Cero semanal, conseguidas gracias a la amabilidad del coleccionista Toni Torres, y de la edición de 1976, de mi propia colección personal, dependiendo de la calidad de reproducción de las diferentes ediciones. La parte técnica, en sí, la ejecución del trabajo, me resultó mucho más simple.

—Y todo ello respetando, por lo que tengo entendido, la rotulación, diseño y estilo del original.

—En las ediciones argentinas la rotulación siempre fue la original, que era excelente. Desconozco si en ediciones anteriores hechas en España fue modificado el rotulado. Ha pasado con otras obras de Oesterheld, que se editaron en España a partir de ediciones francesas, por lo que fueron retraducidas” al castellano del francés, en lo que fue un verdadero disparate editorial. No había ninguna razón para modificar el rotulado, salvo querer actualizar la estética para los lectores. Pero sabemos por experiencia, que las modificaciones para actualizar una obra suelen envejecer mucho más rápidamente que la obra original en sí.

—¿Qué problemas presentaba el utilizar el escaneo de la revista «Hora Cero»?

—La mención a la recuperación de la obra hace referencia al rescate digital de las páginas originales que siguen secuestradas por esos coleccionistas italianos, y a la posibilidad de poder reproducirlas en las nuevas ediciones, como ya expliqué más arriba. El escaneado a partir de las revistas antiguas, y su comparación con los dibujos originales permitió trabajar mejor para reconstruir y mejorar la estética de las páginas faltantes para esta edición.

—¿De dónde salió el material original??

—Como ya expliqué, fue rescatado, aunque sea digitalmente, de esos coleccionistas apropiadores. Quiero creer que habrán comprado los originales de buena fe y no sabiendo que eran robados.

—El cómic salió al mercado hace más de medio siglo, al margen de continuaciones posteriores, más o menos, afortunadas —o desafortunadas, según se mire—, ¿sigue manteniendo su vigencia? ¿Ha envejecido bien?

—Como todo clásico, sin duda permite lecturas y relecturas. Y hasta inclusive nuevos significados con el tiempo. Si bien la obra no difiere formalmente en inicio de la premisa de otras obras de ciencia ficción contemporáneas, el planteo humanista de Oesterheld, muy novedoso en su momento, de evitar el héroe individual y centrarse en el héroe colectivo, en un grupo de seres humanos que comparten la adversidad y luchan juntos para superarla con —o sin— éxito, en detrimento del héroe solitario y mesiánico, que es el único que puede salvar la situación y que siempre triunfa, sigue siendo vigente. Este planteo también lo vemos en series como Ernie Pike, el corresponsal de guerra, donde el verdadero villano de la historia no son los nazis, sino la guerra en sí, y las víctimas son todos los seres humanos envueltos en la tragedia. En ese sentido, Oesterheld fue un precursor que sentó las bases para la historieta de adultos que veríamos en las décadas siguientes. El propio Oesterheld hace una relectura de esta obra, donde lo que es metafórico y sugerido en la versión original, es más directo y militante políticamente en la versión de 1969, ya con dibujos de Alberto Breccia. Por otro lado, por ejemplo, el personaje Juan Salvo, enfundado en su traje aislante como símbolo de resistencia, fue relacionado con el expresidente de argentina Néstor Kirchner en miles de graffitis, presentándolo como el Nestornauta. A los ojos actuales de las generaciones más jóvenes, habituados a la narrativa de los autores japoneses, quizás la cantidad de texto por página les pueda parecer excesiva, pero la fluidez y sencillez narrativa de Oesterheld y su capacidad para construir personajes sigue siendo vigente y no presenta problemas de lectura. Lo mismo vale para el apartado gráfico de Solano López, que con la estructura narrativa de tres tiras por página, que se rompe pocas veces, delata que no es una obra contemporánea. Pero la calidez de su dibujo, más expresivo que técnico, sumado a su profundidad para crear personajes reconocibles y transmitir emociones, como la muerte de más de un personaje, y la facilidad para retratar una ciudad, esa Buenos Aires de fines de los años cincuenta, sigue siendo imbatible. Sin dudas un gran discípulo de la escuela de Milton Caniff.

—Ya por último, ¿qué otros proyectos tiene?

—Después de trabajar restaurando obras ajenas, en este momento estoy con la reedición de mi primer proyecto relacionado con la historieta, la revista Zoo Cómics, de la que salieron seis números entre 1991 y 1992 y que ganó el concurso de fanzines de la revista Fierro en diciembre de 1992. Es decir, estoy festejando mis primeros treinta años como dibujante profesional. Para esta edición aniversario 30 x 30, dibujé especialmente un álbum de cromos (o figuritas, para usar lenguaje rioplatense) basado en treinta personajes de la cultura popular, para cada uno de los cuales escribí expresamente un texto. Al mismo tiempo, mantengo la página de humor político Cámara oculta que dibujo y escribo semanalmente para el periódico Perfil de Argentina, y estoy dibujando y escribiendo varias historietas con futuro de publicación, más o menos, cercano. En cuanto a trabajos de edición y restauración de historietas, estoy trabajando en un proyecto para la Fundación Landrú, para difundir y preservar la obra de ese excelente humorista. Algún día, más temprano que tarde, espero poder trabajar con algunas obras negadas a las reediciones como el Langostino, de ese genio del humor que se llamó Eduardo Ferro; Hernán el Corsario, de José Luis Salinas; o Pelopincho y Cachirula, de Fola, pero, sobre todo, completar el rescate de Pi-Pío, de García Ferré, del que solo se reeditó un libro con la primera mitad de la obra.