La maldición del andamio a pie de calle en Pontevedra

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Rosalía de Castro tuvo tres años una estructura y ahora vuelve a repetirse en la acera de enfrente de esta céntrica calle peatonal

28 sep 2023 . Actualizado a las 11:48 h.

Hace casi un año, los comerciantes de Rosalía de Castro respiraban tranquilos al ver que después de tres años recuperaban la normalidad que le había arrebatado un andamio. La estructura metálica instalada para cambiar la fachada de un edificio dejó a oscuras sus escaparates y ellos alzaron la voz pidiendo clemencia durante unos meses en los que no todos pudieron salir adelante. Hasta colgaron un cartel pidiendo su retirada sobre un negocio que no pudo sobrevivir.

Apenas unos meses después, otro andamio vuelve a poner contra las cuerdas a los negocios. Esta vez en la acera de enfrente. En este caso es una obra en la fachada del número 15 de Pastor Díaz, que cubre prácticamente todo el edificio y los bajos de Sanitas y el taller de joyería de Caruncho&Kodina. Ellos ya han hecho las maletas. Un enorme cartel sobre su escaparate anuncia el traslado de Rosalía de Castro a la calle Travesía Comercio, junto a la calle Manuel Quiroga. «Nos han puesto un andamio delante y nos han dicho que va para largo, nos hecho tomar la decisión de cambiar nuestro estudio taller para poder atenderos más cómodamente», explica Marta Caruncho.

Ahora les ha tocado la maldición del andamio, pero este matrimonio de joyeros parece estar tocado por las obras. Tenían su estudio en La Oliva cuando una orden de derribo para levantar allí Zara le hizo salir antes de tiempo. Buscaron Rosalía de Castro por el tráfico de gente que tenía y ahora vuelven a hacer las maletas para cambiar de ubicación. «Nos sobra valentía», asegura Marta Caruncho, que reconoce que «en Rosalía de Castro los fines de semana están vacíos».

Desde el Concello de Pontevedra todavía no han precisado cuánto tiempo tienen permiso para tener el andamio. Tampoco lo saben los locales de la calle, que abrieron un día sus tiendas y vieron que la instalación ya estaba en marcha. Tania Rodríguez, de la Frutería Isabel, asegura que al negocio en el que trabaja sí le ha afectado. «La gente cruza por el paso de peatones y ya se va para el otro lado», explica. El andamio es un inconveniente, que sabe que deben asumir, pero cuesta. «El mayor problema lo tuvimos cuando chorrearon la fachada porque tengo en la puerta todos los cestones con fruta. Los operarios nos avisaron y luego nos limpiaron el toldo», apunta la trabajadora.

Enfrente María Rey sabe bien lo que es sufrir las obras. A ella, la instalación del primer andamio antes de la pandemia le obligó a reinventarse. Tenía la cafetería La Audiencia en Reina Victoria y tras varios meses sufriendo la estructura metálica y viendo la pérdida de clientela, encontró la oportunidad de coger el antiguo Bicos en Rosalía de Castro.

El andamio la siguió hasta allí. Se acabó resignando hasta que hace un mes vio como se volvía a levantar uno enfrente y la pesadilla se revivía. «Nós temos a sorte de que a clientela síguenos, son os de sempre, os de Pontevedra», asegura Rey, que el día que vio como chorreaban la fachada no le dio tiempo casi a reaccionar. «Algúns clientes levantáronse e marcháronse, nós non sabíamos o que ían facer», asegura esta hostelera, que ya ha llamado un par de veces al Concello para que vengan a tratar los naranjos de la calle Rosalía de Castro. «Teñen unha peste e está afectando a todo, especialmente a min que teño que recoller os parasoles», explica, mientras señala el estado de los árboles: «Que marchen os do taller é unha perda importante para min porque comían e tomaban aquí o café, pero tamén para a rúa, que volve ter un baixo baleiro».

El andamio cubre la fachada y dos bajos en la calle Rosalía de Castro
El andamio cubre la fachada y dos bajos en la calle Rosalía de Castro Ramón Leiro

La calle Rosalía de Castro tiene encima una condena parece que infinita. Conchi y Sonia Rodríguez son hermanas y llevan la tienda Trevede. Desde su escaparate ven como el andamio le recuerda su pesadilla. Ellas hasta tuvieron enfrente los váteres de los obreros. «Hay gente que aún pasa ahora y nos dice que no nos conocía. Imagínate», reflexiona Sonia, que durante los tres años del andamio recibió decenas de llamadas de clientas que buscaban su tienda y no la encontraban. Estaba oculta baja una estructura que ahora deja a oscuras el edificio de enfrente. Ellas han vuelto a recuperar su clientela a base de trabajo.