Furor por los furanchos en las Rías Baixas ya en enero: «A xente toleou este ano. Abrín e en dez días vendín todo o viño que tiña»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Manuel y su hijo Sergio, en su furancho A de Caballero, con 20 años en Poio y que está abierto ahora
Manuel y su hijo Sergio, en su furancho A de Caballero, con 20 años en Poio y que está abierto ahora CAPOTILLO

Hay «loureiros» a pleno rendimiento ya en Poio, Vilaboa, Barro o Bueu y algunos tuvieron que cerrar ya porque agotaron existencias en pocos días

25 ene 2024 . Actualizado a las 18:37 h.

¿Es demasiado pronto para ir de furanchos en las Rías Baixas? Decididamente, no. Si bien es cierto que estos establecimientos temporales y concebidos para que se vendan los excedentes de las cosechas caseras de vino, que como máximo pueden abrir tres meses al año —salvo excepciones contadas—, suelen empezar a funcionar a partir de marzo, ahora mismo ya hay algunos con la rama de laurel en la puerta, como signo inequívoco de que ya están a pleno rendimiento. Se puede acudir a furanchos en Vilaboa, Poio, Barro o Bueu. Es más, alguno que abrió sus puertas en el mes de diciembre ya tuvo que cerrar porque agotó existencias dado el furor que hay por los furanchos. Lo cuenta así Martín Pérez, de A de José, ubicado en el lugar de O Viso, en Bueu: «A xente toleou este ano. Abrín e en dez días vendín todo o viño que tiña, que eran mil litros. O deste ano foi unha cousa descomunal, veu moita xentiña. E pechamos porque é o legal, porque o único que se pode vender é o viño que colleitas e cando o rematas debes pechar e punto», señala.

El tirón de estos locales, que habitualmente se abren en los bajos de las viviendas o alpendres anexos es enorme. Hay que recordar que, además de tener limitada su apertura a unos meses al año, en ellos solo se pueden servir agua, vino y cinco tapas de diez manjares de la gastronomía gallega estipulados por la normativa —hay una norma autonómica y luego muchos concellos tienen ordenanzas locales—. Así, en la carta pueden figurar cinco de estos platos: tortilla (o huevos fritos), pimientos, embutidos, quesos y oreja, zorza (o raxo) y costilla, empanadillas, empanada o croquetas, sardinas o jureles y una oferta de cuchara, bien callos con garbanzos o elaborados con alubias. 

«A xente chama e chama»

Son platos suficientes para atraer a la clientela. Así lo confirman todos los que actualmente están abiertos y los que prevén ponerse en marcha próximamente y ya no les deja de sonar el teléfono. «Nós queremos estar funcionando para o día 1 de febreiro pero a verdade é que xa nos levan chamando moito tempo para preguntar, a xente tenlle unha admiración descomunal aos furanchos», dice Agustín Carballo, responsable de un negocio llamado Chámpalle unha gaseosa, que es uno de los catorce loureiros que esta temporada se prevén poner en marcha en Marín. Y lo mismo indica Moncho García, de un furancho bautizado con su mismo nombre y ubicado en Poio (en Casalvito). Él todavía quiere disfrutar de un viaje del Imserso antes de levantar la verja del negocio, pero el teléfono ya le arde ahora mismo: «Chámame moitísima xente que quere vir comer a tortilla e beber o viño, pero teñen que esperar algo».

Manuel Torres regenta el furancho A de Caballero en Poio (en Pereiro de Arriba) y tiene ya abierto el local. Confirma que, sobre todo los fines de semana, hay ambiente. Y reivindica la esencia de estos locales: «Que non enganen á xente chamándolle furancho ao que son bares. Este non é un sitio para vir comer polbo ou calamares... aquí póñense as tapas que estipula a Xunta e véndese o viño da colleita, nada máis. Estamos de moda, pero non somos bares. Aquí só se dan viño e unhas tapas», explica.

Y lo mismo reivindica Fernando Cochón, del loureiro Sanmartín de Barro (ubicado en A Portela), también ya a pleno rendimiento: «Agradecemos que veña a clientela, pero ten que saber que isto non é un bar. Logo che piden café ou rodaballo e, como non o tes, pois igual non lles gusta. Pero isto ten unhas normas e só se poden dar unhas tapas».

Algunos funcionan los tres meses que como máximo se les permite y otros una semana al año 

La apertura está condicionada por la normativa que elaboró la Xunta para estos negocios temporales y también sujeta a las distintas ordenanzas locales, que tienen la potestad de adaptar las reglas a las circunstancias de cada territorio. Así, tienen reglamento propio para ellos concellos como Pontevedra, Poio, Vilaboa, Marín o Bueu. Y Sanxenxo lo está elaborando. De todas formas, la norma global es la autonómica y ahí ya se especifica que como máximo se puede abrir tres meses al año. ¿Todos agotan ese plazo máximo? No. Hay algunos que abren muchísimos menos días. Lo explica la responsable de Sonsiña de Ave, un furancho ubicado en Cela (Bueu) con una apertura muy limitada: «Todo depende de la cosecha que tengas. En mi caso tengo poco vino y entonces abro solamente entre ocho y diez días en el mes de junio. La gente me llama desde mucho antes, pero los que son de toda la vida ya saben que aquí son muy poquitos días», explica. Ella está contenta con el tirón de los furanchos por la vida que le dan al rural: «Hay que animar las aldeas como sea», indica.

Desde los concellos, los que tienen ordenanzas y registro de los furanchos indican que año tras año el número de locales suele mantenerse bastante estable. Aún así a estas alturas es difícil calcular la cifra de loureiros que abrirán este año porque muchos aún están tramitando las solicitudes. Por ejemplo, en Pontevedra el año pasado se registraron un total de 22 furanchos. Sin embargo, a estas alturas solo solicitaron la apertura cinco para el 2024. Se supone que los demás lo irán haciendo, ya que tienen hasta junio para abrir y solo pueden hacerlo durante tres meses.