La gran historia de amor de Ana y Jose: «Acogimos a un bebé de 16 días y a una cría. La vida no pudo darnos nada mejor»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Jose y Ana, con los peluches de los dos niños que acogieron y que siguen viviendo en su hogar.
Jose y Ana, con los peluches de los dos niños que acogieron y que siguen viviendo en su hogar. CAPOTILLO

Estos pontevedreses pusieron patas arriba su vida cuando les llamaron de Cruz Roja para que le diesen hogar a un recién nacido. Sabían que sería solo por un tiempo, pero hubo sorpresa

29 ene 2024 . Actualizado a las 17:16 h.

Ana y Jose, de Pontevedra, tenían 43 y 50 años cuando les cambió la vida. Ocurrió el 4 de junio del 2014. Ese día, en el servicio de menores de la Xunta en Vigo, conocieron al bebé al que iban a acoger. Ana se emociona y dice: «Yo vi a las funcionarias con un bebé guapísimo y les dije que ese era el nuestro... y sí que era. Fue una corazonada», señala entre risas. Acogían a ese recién nacido muy conscientes de que se quedaría con ellos, salvo que ocurriese algo extraordinario, solo entre seis meses y dos años, ya que luego volvería con su familia biológica o con unos padres de adopción. Pero lo quisieron como a un hijo desde esa mirada que se cruzaron con él en los pasillos de la Xunta. Empezaba así una larga historia de crianza, de convivencia, de plazos y esperas a la que luego se sumaría una niña más. Pero, sobre todo, arrancó ahí una historia de amor brutal que Ana sintetiza en una única frase: «Acogimos a un bebé de 16 días y a una cría. La vida no pudo darnos nada mejor».

A ambos les cuesta retroceder hasta el momento antes de tener a ese bebé en brazos. Les cambió tanto la vida que ya no se acuerdan de aquel momento en el que su casa y su vida aún no estaba patas arriba y con juguetes por todas partes. Ana y Jose no tuvieron hijos naturales e intentaron la vía de la adopción. Estuvieron en lista de espera, pero la demora que había y sus edades no hacían muy viable continuar aguardando. Así que desistieron. Supieron entonces del programa de acogimiento de la Xunta —que gestiona Cruz Roja— y acabaron involucrándose en él. Se formaron y, ayudados por los técnicos, se prepararon para tener en acogida a niños que luego, previsiblemente, se irían con sus familias adoptivas o biológicas. Cuando se consideró que estaban aptos, entraron en la lista de padres acogedores. Y fue entonces cuando en esa primavera del 2014 sonó su teléfono.

Jose lo recuerda con emoción: «Nos llamaron y nos dijeron que había un bebé de diez días que necesitaba una familia de acogida. No lo dudamos, dijimos que sí al momento. Hicieron los trámites, tardaron seis días, y con 16 días nos trajimos al bebé a casa. Aquellos cinco días que nos dieron fueron una locura comprando cosas y preparándolo todo. Pero estábamos tan felices...». 

Esa sensación de felicidad se redobló con el crío ya en su hogar. Aún conscientes de que se trataba de una acogida temporal, fueron sus padres desde el minuto cero: «¡Cómo no íbamos a tratarlo como a nuestro hijo... pues claro que sí. Creemos que todos los padres acogedores deben tener esa mentalidad», señalan al unísono. Pasaron los dos años de acogida máximos que les habían dicho, se habían convertido ya en una familia de tres y se prepararon para separarse. Pero, por distintas circunstancias, el crío no llegó a irse de su hogar. Siguió viviendo con ellos y, en agosto del 2022, ya cuando el niño tenía ocho años, les volvieron a llamar y les ofrecieron que ese acogimiento temporal pasase a ser de carácter permanente. De nuevo, no dudaron: «Dijimos que sí con los ojos cerrados», insisten.

¿Qué significa una acogida permanente? Que el crío, tutelado por la Xunta, estará con ellos al menos hasta los 18 años y, a partir de ahí, él decidirá. Al poco tiempo de esa decisión que recuerdan con una emoción indescriptible, hubo otra llamada. Esta vez, les proponían llevar también a su casa a una niña, en este caso de año y medio, y darle una acogida temporal. Tampoco hubo vaciles: «Fue otra maravilla, otra cosa que le tenemos que agradecer a la vida. Ella llegó y se adaptó desde el primer momento», señalan los progenitores.

Comenzaron a vivir los cuatro, se adaptaron bien como familia y en ese punto continúan ahora mismo, con el crío mayor ya con nueve años y la pequeña con casi tres. Están encantados con su hogar de cuatro. Y lo disfrutan cada día pese a ser muy conscientes de que la historia previsiblemente no se repetirá y esa niña a la que están criando se irá pronto con los que serán sus padres: «Lo sabemos y lo aceptamos. ¿Nos duele pensarlo? Pues claro, y sabemos que pasaremos un duelo. Pero estaremos felices sabiendo que tendrá unos padres, a una familia, porque nosotros solo la estamos acogiendo temporalmente. Nos vamos preparando para ello, nosotros y el niño. De hecho, él nos dice que si ella se marcha tenemos que acoger a más niños», dice Ana.

Jose y Ana cuentan su historia con una meta: «Que haya más padres de acogida para evitar que los niños vivan en centros». Ese es su mensaje. No necesitan más palabras. Sus caras de felicidad y su emoción son la mejor promoción posible de este programa.