Amaral hace amigos en Pontevedra y se inventa un himno para Ana Peleteiro

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

La saltadora olímpica de Ribeira tardó poco en reaccionar a la dedicatoria que le hizo la cantante en el Río Verbena Fest y ya se ofreció a subirse al escenario con ella en el próximo concierto en Galicia

26 ago 2024 . Actualizado a las 13:42 h.

Cuando Eva Amaral y Juan Aguirre, los dos cómplices imprescindibles de Amaral, se conocieron en la trastienda de un bar de Zaragoza y decidieron formar dúo musical, España aún se desperezaba de los años ochenta y toda aquella movida de las hombreras y el rock and roll. Se bailaba con nocturnidad, alevosía y mucha chupa de cuero. Y si alguien hubiese hablado de dar comienzo a un festival de música a las cinco de la tarde, con el sol atizando y los niños revoloteando por el medio, le hubiesen llamado loco. Pero la cosa ha cambiado. Ha llovido mucho indie y mucho festival de pulserita y familias felices desde entonces. Y Amaral ahí sigue y ahí está. Y no «viendo pasar el tiempo» como la puerta de Alcalá de la que cantaban aquellos otros, sino demostrando que su música ha atravesado el tiempo, públicos y escenarios y sigue sonando como una bomba. Y que Eva, con 52 años y cientos de bolos en la chepa, es una máquina en cada concierto. Este sábado, en Pontevedra y al amparo de un Río Verbena Fest que en su tercera edición puede decir que ya es un clásico de la agenda festivalera gallega, Amaral sonó como el grupo dios que es. Y Eva, garra pura, se merendó el escenario todas la veces que quiso y como a ella le vino en gana. 

El Río Verbena Fest de Pontevedra vivía este sábado su segunda y última jornada. La lluvia de la mañana, que dio paso a una tarde de sol y calor en las Rías Baixas, ponía en bandeja que el ambiente fuese potente. Y lo fue. Law, Mamasunción, Nebulossa, Black Stones, Los Zigarros y Alcalá Norte se encargaron de que la tarde sonase más que bien en Pontevedra. Hasta el alcalde Lores se dejó caer por los conciertos y dijo que la cita festivalera está más que consolidada y que se ha traducido en que los hoteles andan a tope estos días en la ciudad. El mandatario también puso de manifiesto que los organizadores son de Pontevedra y que eso repercute más en la ciudad. 

El sol se iba poniendo mientras Lores hablaba y una cosa iba quedando clara. Todo el cartel tenía miga. Pero había muchas ganas de ver a Amaral. Tantas, que una hora antes del concierto había unas colas imposibles para ir al baño: «Es que después queremos estar en primera fila», decían unas rapazas a las que le quedaban unos veinte minutos de espera para poder entrar en los servicios. Los de Zaragoza llegaron con tanta puntualidad que parecían hijos de la Gran Bretaña. Pero no. Eran los de siempre; una bomba en escena. Eva Amaral, top y pantalón negro y abdominales dignos de mención, le metió caña desde el minuto cero. Arrancaron con Sin ti no soy nada, toda una declaración de intenciones, teniendo en cuenta que esta canción que habla de ese amor, quizás tóxico, que a veces nos come las entrañas, fue calificada por algunos de machista. Ellos siempre la defendieron, fuera y dentro del escenario, y el público parece que les da la razón, a juzgar por lo que se vio en Pontevedra. 

Trufaron algún tema nuevo, pero Amaral tocó todas sus clásicas. Estuvo en el concierto el «fucking» Nicolas Cage en Leaving las Vegas. Eva le volvió a gritar a esa mujer que tiene miedo que tiene «que gritar y salir corriendo» y hasta se inventó un himno para una de nuestras olímpicas, para Ana Peleteiro. Lo hizo cuando cantó Salta, donde incluyó una estrofa que decía «Salta como Ana Peleteiro». Las redes hicieron su magia rápido y la de Ribeira, omnipresente en Instagram, enseguida le agradeció el gesto a la intérprete y se ofreció para que cantasen juntas en el próximo concierto que tenga en Galicia. 

En los festivales, donde el reloj va pegado al trasero de los cantantes, los bises ni están ni se le esperan. Pero Amaral, sin incumplir horarios, sí se los sacó de la manga, que para algo es un grupo con más historia y oficio que alguna enciclopedia. Sonaron las que tenían que sonar, como Marta, Sebas, Guille y los demás y con este tema Amaral demostró que, si bien ya tenía amigos cuando llegó a Pontevedra, se fue de la ciudad del Lérez con más: «Sois mis amigos», les cantó a todos. Mención especial para un espontáneo del público que traía artillería preparada para esta canción. Mientras sonaba, en su móvil de pantalla grande, que enseñaba a todo el mundo, iban corriendo unas letras que decían: «Son mis amigos y necesitan amigas». No inventa el que no quiere. 

Amaral se fue y Sarria tomó el testigo. Quedaba noche por arder y muchas colas en los baños por hacer, que de servicios andaba algo escaso el patio. Cumplió con creces el rapaz de Málaga, al que cientos de personas le querrían pedir perdón porque, aunque sus últimos minutos de concierto fueron realmente buenos, había que debatirse entre darle los últimos aplausos o salir pitando para coger sitio para ver a Lori Meyers en el escenario situado al otro lado del recinto ferial de Pontevedra. Y esa, amigos, no era una decisión fácil. De la Málaga de Sarria a la Granada de los de Lori y tiro porque me toca.

Lori también se portó. No dejó todo lo bueno para el final y el público no tardó en corear «beber hasta emborracharme, hasta caer rendido y levantarme» mientras Noni, el cantante, se regaba la boca con una lata de Estrella Galicia y luego con una copa que bien podía ser de vino Albariño. 

Noni quiso picar al respetable. Dijo que iba a poner por contrato que el siguiente concierto en la tierra del grelo y el marisco fuese antes de la medianoche «porque los gallegos se nos quedan dormidos», tal y como dijo mientras se metía entre el público, con una especie de escolta incluido, para los últimos compases. Se fueron a lo grande, sin bajarse de su mundo que es su realidad, como dice uno de sus temazos. 

Y quedaba noche. Quedaba que Baiuca demostrase que en la escena gallega se están haciendo cosas impresionantes. Y faltaba que Galician Army hiciese de las suyas. Así debía terminar el Río Verbena Fest, que acabará siendo un festival clásico o no, pero de momento se ha ganado el refrán: a la tercera edición fue la vencida, Pontevedra ya no quiere estar sin él. Sin ti no soy nada, festival, que ya lo cantó Amaral.