El arte barroco pasado por el filtro moderno

A. Davila PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

ADRIÁN BAÚLDE

La marinense Mónica Pintos pone en valor el bodegón como forma de reivindicación femenina

24 jul 2025 . Actualizado a las 09:58 h.

Recorrer la sala de la galería Defímeras, en Santiago de Compostela, es adentrarse en un universo donde lo clásico y lo moderno dialogan sin complejos. Allí esta la exposición Sentimientos encontrados, la obra de una artista que, con solo 28 años, ha logrado instalarse en un territorio creativo con voz propia. Se llama Mónica Pintos y su trabajo reivindica el legado del bodegón barroco, dándole un giro personal que nos habla de fragilidad, memoria y feminismo.

«Sentimientos encontrados habla de toda esa clase de sentimientos que encuentras en tu interior rebuscando, tratando de sanar cicatrices y avanzando. La obra habla de desamor, de pérdida de oportunidades o de crecimiento personal», comenta la autora sobre su obra.

Nacida en Marín, Mónica descubrió muy pronto que la pintura sería su camino. Tras licenciarse en Bellas Artes en Pontevedra, ahora cursa el segundo año de doctorado, donde profundiza en las técnicas y el espíritu del barroco que le apasiona. Entre apuntes, pigmentos y sesiones de estudio e investigación, ha ido desarrollando un lenguaje pictórico que recupera el simbolismo y emanación de sentimientos a través de referencias alegóricas de los maestros del siglo XVI y XVII, pero trasladándolos al presente con inventiva propia y un filtro más actual.

Arrancar es difícil en cualquier carrera, más cuando se habla de la de una artista. La de Pintos acaba de empezar a reportarle beneficios. Su primer cuadro vendido es ya una pequeña joya de poesía visual, la obra que se mostraba en el escaparate de la galería. Fragile Heart es un bodegón construido a partir de unas humildes cajas de cartón, esos objetos cotidianos que llevan estampada la palabra frágil. La potencia del hallazgo radica en la paradoja: el cartón es un desecho que solo protege lo que guarda en su interior, pero es la pieza que reclama fragilidad. Así, Mónica convierte lo áspero y lo efímero en símbolo de la delicadeza y de la resistencia de aquello que no se ve a simple vista.

Pero la alegría por el éxito del artista cuando adquieren su obra no es completa, siempre tiene el componente contradictorio del que se desprende de algo muy propio. «Es un sentimiento agridulce. Pasas tantas horas con tus obras que las sientes como tus hijos, aunque la gente se ría cuando lo digo. Venderlo es una alegría, pero deja la pena de que no lo vas a volver a ver», reflexiona.

Cada lienzo de Mónica despliega esa tensión entre lo profundo y lo cotidiano: objetos como pinceles, libros o flores marchitas, todo filtrado por un enfoque contemporáneo que resignifica cada detalle. El interés del público y los coleccionistas por la obra expuesta en la galería de arte compostelana ha sido tal que, tras la clausura de la muestra prevista para esta semana, la han extendido un mes más.

Pero la exposición no es solo un ejercicio estético. En su obra late una intención clara de reivindicar el bodegón como género históricamente cultivado por mujeres, aunque relegado al rango de arte menor. Mónica rescata esta tradición ignorada para subrayar el papel de las pintoras anónimas o que acababan firmando sus obras con seudónimo masculino que, siglos atrás, encontraron en el bodegón un espacio creativo y un refugio ante las restricciones de su época. Con cada obra, celebra su herencia y reclama el reconocimiento que merecen esas precursoras.

Un camino por hacer

Más allá de la demanda de originalidad de galerías y coleccionistas, Mónica choca con barreras que persisten en el mundo del arte. La juventud se ve aún con recelo y el arsenal de prejuicios contra las creadoras continúa latente. La marinense habla de una «barrera invisible». «Por ser mujer parece que tienes que justificar mucho más lo que estás haciendo y por qué. Nuestras obras tienen que tener todo muy bien atado y muy medido para poder justificarlas y decir que somos válidas», lamenta Pintos.

Por el otro lado, el estilo de grandes formatos a veces resulta incómodo para los espacios que prefieren tendencias más minimalistas. «Para mí el formato tiene un significado, hay un porqué en ese gran formato y en la elección de este clase de arte». No es otro que el de traer a la actualidad ese momento de la historia en el que a la mujer le dejaban «coger sus pinceles para entretenerse» con eso a lo que llamaban arte menor, comenta la autora. La reivindicación de Mónica es la de «traer el bodegón a una galería o a un certamen de arte en un gran formato para darle el valor que siempre debió tener; el de arte mayor».

Con la convicción de quien lucha por una causa artística justa y el interés de quien sigue profundizando en el estudio del arte, Mónica Pintos defiende con convicción su proyecto. En esa tensión entre pasado y presente se condensa el magnetismo de un trabajo que todavía puede ser visitado en Santiago.