Lino Vázquez, el entrenador de Pontevedra que está aprendiendo a vivir

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Lino Vázquez lleva toda la vida vinculado al baloncesto femenino
Lino Vázquez lleva toda la vida vinculado al baloncesto femenino ADRIÁN BAÚLDE

Es el primer año que está fuera del Arxil después de formar parte del club desde su formación hace cuatro décadas

23 sep 2025 . Actualizado a las 19:28 h.

Lino Vázquez llega al punto de encuentro caminando. Tranquilo. Al menos es la imagen que transmite. Se pide un café con leche y reconoce que de esta nueva etapa que está aprendiendo a vivir lo que más le gusta es tener tiempo. Poder pararse a charlar sin tener que ver demasiado el reloj es una sensación que tenía casi olvidada. «Antes me encontraba con alguien por la calle y me tenía que ir rápido, siempre había algo que hacer», comenta uno de los fundadores del Arxil, un club del que se ha desenganchado esta temporada. Fue un adiós más forzoso que por iniciativa propia, aunque fue él quien dio el paso. Por primera vez en su vida no tiene partidos los fines de semana y eso sí que es una sensación que casi no recordaba. A sus 63 años calcula que lleva más de 50 teniendo un partido cada fin de semana. O bien como jugador o ya como entrenador y miembro de la directiva del Arxil.

El baloncesto formó parte de su vida desde que Maite Méndez se cruzó en su camino. Lo dice abiertamente. «Me enganché al baloncesto por amor», confiesa. Ese corazón se lo robó Maite, fallecida hace dos años, que dejó huérfanas a Aldara y Mariña, las hijas de ambos, y a toda Pontevedra. Era el alma, la cabeza y el corazón el Arxil. Lino aprende a vivir ahora sin verla en el banquillo, pero dice con franqueza que «tengo una familia maravillosa, unas hijas increíbles y descubrí que hay mucha gente que me quiere». Son todos ellos los que le ayudan a reconstruir una vida en la que se ha quedado sin Maite y que este año tampoco tendrá en el baloncesto su vía de escape. «Tengo muchas cosas que cerrar en la cabeza a todos los niveles: familiares, en casa, del club», confiesa Lino, que esta semana cuenta que «hubo un día que paré, después de año y medio sentí que me caía». Pero si en algo es especialista Vázquez es en remontar el vuelo. Y en eso está, tiene alas de sobra a su alrededor para agarrase con fuerza al futuro.

Desde que dijo adiós al Arxil le han surgido otras oportunidades relacionadas con el deporte, pero por el momento ha dicho que no a todo. A la pregunta de si descarta por completo regresar al Arxil, reconoce que ahora mismo la puerta está más que cerrada. A las verdes toca verlas desde la grada.

Cuando se recupere de una rodilla que le obliga a cojear, no descarta volver a enfundarse una raqueta de tenis y saltar a la pista. Porque aunque defendió el baloncesto con pasión, sus orígenes están en el tenis y en el balonmano. Se confiesa cisneista, pero jugó en el Teucro unos años hasta que el histórico entrenador Fran Teixeira, ya fallecido, deshizo el equipo filial. No le quedó más remedio que enamorarse de Maite y del baloncesto. «Empecé yendo a recoger pelotas con Arturo Maneiro y haciendo estadísticas, pero después, en el cole que hoy es el Isidora Riestra de Poio, comencé a entrenar a las niñas y de ahí al Arxil», recuerda Lino. Y durante toda su vida deportiva fue forjando jugadoras en las pistas y en las aulas, animando a que los críos creyesen en sí mismos y disfrutsen. Aunque su vida estaba encaminada al servicio militar, donde llegó a hacer la mili como sargento, optó por magisterio.

Una etapa emocionante

Al principio no le entusiasmó tanto como cuando empezó a dar clase. Impartió educación física, ciencias naturales y matemáticas en el colegio Carballal, donde compartió centro y profesión con Maite. Hizo falta mucho tiempo para que sus compañeros descubriesen que estaban casados. Y es que pese a compartir todas las esferas de su vida tenían muy claro cómo actuar. «En casa no se hablaba ni de baloncesto ni del colegio, solo de vez en cuando», recuerda Lino Vázquez.

Hace tres años que se jubiló. Estaba de baja por una dolencia y ya no se reincorporó. Con 60 años no volvió al colegio ni echa de menos la docencia. «Nunca debemos de mirar hacia atrás», explica. Y es esa filosofía de vida la que le permite tirar hacia delante cuando todo viene mal dado. Aunque no echa de menos el colegio, reconoce que los últimos diez años se reconectó con la enseñanza gracias a tres personas muy importantes para él. «Maite, Charo y Mili, que formaban parte del equipo directivo, me hicieron cambiar la forma de dar clase, yo era de los de antes, centrado en el libro y cambié, empecé a sacarlos fuera y a sumarme a ese espíritu», reconoce Vázquez.

Tras decir adiós al colegio, llegó el fallecimiento de Maite y ahora el adiós al club. Centrado en su familia, Lino busca la tranquilidad. Sabe que es un camino largo, pero ya ha empezado a recorrerlo.