El día que un tertuliano pellizcó a la periodista Marta García Aller

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

De izquierda a derecha, las periodistas Marta García Aller, Mariola Cubells y Olga Viza, este sábado en Pontevedra.
De izquierda a derecha, las periodistas Marta García Aller, Mariola Cubells y Olga Viza, este sábado en Pontevedra. ADRIÁN BAÚLDE

Las mujeres «perigosas», la que no se callan, se reunieron de nuevo en Pontevedra y salieron a relucir experiencias dantescas. Una vez más, su reunión se convirtió en un kit de supervivencia para féminas al borde de un ataque de dignidad

27 oct 2025 . Actualizado a las 14:10 h.

Locas. Histéricas. Lunáticas... ¡Qué bien han funcionado siempre esos adjetivos para calificar (o, mejor, dicho, descalificar a las mujeres)!. Pero dicen que en el pecado va casi siempre la penitencia. Y a veces, en lugar de penitencia, lo que ocurre es una auténtica bendición. Ha pasado en Pontevedra. En el 2018, dos periodistas pontevedresas, Diana López Varela y Susana Pedreira, se volvieron locas cuando observaron el cartel de un foro de periodismo de opinión en el que no había ni una sola mujer: solo se contaba con la voz de varones, hurtando así a la mitad de la población de opinar. Aquel histerismo suyo, que dirían algunos, fructificó en algo impresionante. Ambas, con la complicidad del Concello y la Diputación de Pontevedra, parieron un foro llamado As mulleres que opinan son perigosas, que actualmente es ya un referente feminista, por supuesto, pero también una red visible de mujeres dispuestas a formar comunidad. A contarse cosas unas a las otras. A entenderse y a apoyarse. Además, lograron forjar una alianza de abrazos y risas entre periodistas que llegaron a lo más alto de la profesión, como las históricas Olga Viza, María Escario, Ana Anna Bosch o Rosa María Calaf, con otras que trabajan en ámbitos mucho más discretos, pero que no dejan de hacer ruido en el periodismo local, en pódcast o en las redes sociales.

Muchas de ellas volvieron este fin de semana a Pontevedra. ¿Por qué? Porque las Mulleres que opinan llegaron a las cien ponentes y eso era digno de celebración. Se hizo presentando un libro y un documental. Pero, sobre todo, se hizo contando experiencias que, una vez más, suponen un kit de supervivencia para mujeres al borde de un ataque de dignidad. La periodista Marta García Aller, todoterreno y contundente, creadora del exitoso pódcast Pausa, se llevó la palma contando su historia con un hombre que la pellizcó. 

Pero no vayamos tan rápido. Antes de que Marta García Aller hiciese estallar en carcajadas al público con su reacción al pellizco masculino, cosa que ocurrió el sábado, el viernes ya hubo una primera entrega de la reunión de las Mulleres que opinan son perigosas. Las periodistas Mariola Cubells y María Guerra, que llenaron el Teatro Principal pese a la coincidencia de varios actos culturales potentes el viernes en Pontevedra, ofrecieron un monólogo absolutamente desternillante: Señoras y señoras. Pero ojo. Aquello no era reír por reír. Implica lo suyo unas risas de esas escalofriantes, aleccionadoras. Hablaban de la generación de las mujeres que tienen sesenta años, en muchas familias las primeras en ir a la universidad, las pioneras en divorciarse y las primeras cuyas hijas quieren parecerse a ellas. Sí. Porque, tal y como explicaba Cubells, lo habitual en sus coetáneas es que no quisieran ser como sus progenitoras porque ellas habían tenido una vida durísima. Sin embargo, Cubells indicaba: «¡Mi hija claro que quiere parecerse a mí, porque mi vida le encanta!»

Cubells y Guerra, como una suerte de traviesos Zipi Zape, fueron destripando el cine con el que tantas generaciones de mujeres crecieron (no solo las de sesenta años). Hablaron de Pretty woman para afirmar: «¿Cómo es posible que nos hiciesen tragar con un príncipe azul que era un putero, de verdad compensa que te rescate Richard Gere si primero tienes que ser puta?». Hablaron de La bella y la bestia, de Blancanieves (épico el momento en el que recordaron que el que le decía desde el espejo a la madrastra que ya no era guapa era siempre un hombre), de Los puentes de Madison... Y en todos los casos llegaron a la misma conclusión, tal y como señaló María Guerra: «A las mujeres, en el cine con el que crecimos, se nos ha hurtado algo fundamental. Ninguna de esas mujeres tenía amigas. Si alguna de esas protagonistas hubiese tenido una amiga, seguramente le habría dicho que saliese corriendo», indicaban.

El monólogo dejó numerosos momentos sublimes y continuas interpelaciones al público (formado fundamentalmente por mujeres, pero también por algunos hombres). Se invitó al respetable a que pensase en cuál era su «momento sal de la vida». ¿A qué se referían? Cubells contó la siguiente anécdota: «Un día, siendo yo adolescente, estaba sentada con mi madre y mi padre a la mesa. Mi padre dijo que a la comida le faltaba sal y mi madre se levantó a buscarla. Entonces, yo le pregunté a mi padre `¿por qué no te levantas tú?´ Se hizo un silencio total y ambos, mi padre y mi madre, me miraron sin intentar nada, como si me hubiese vuelto loca, pensando que su hija estaría hasta metida en la droga [todo ello contado en tono humorístico]». Cubells señaló luego que todos tenemos nuestro propio momento sal, y que conviene no perderlo de vista. 

Con la tierra ya abonada de amor propio, la noche del viernes remató donde habitualmente rematan las cosas de los hombres, pero no tanto las de las mujeres: brindando en los bares. Hubo exaltación de la amistad, de esas amigas que el cine le robó tantas veces a las mujeres, y se llegó al acto del sábado con la sensación de que este foro ha desterrado para siempre ese falso mito de que las mujeres no saben ni quieren ayudarse y trabajar juntas. Lo primero destacable del acto del sábado es que se eligió el edificio Castelao del Museo de Pontevedra para celebrarlo y casi hay una hecatombe allí. ¿Por qué? Porque fueron decenas las personas que se quedaron fuera al completarse el aforo

El público, este sábado, abarrotando el acto de «As mulleres que opinan son perigosas»
El público, este sábado, abarrotando el acto de «As mulleres que opinan son perigosas» ADRIÁN BAÚLDE

En la palestra, Diana López Varela y Susana Pedreira presentaron un libro que recoge pedacitos de las intervenciones de las cien mujeres «perigosas» que ya opinaron en Pontevedra. Es un texto al que la ilustradora Bea Gregores le dio luz, color y fantasía y que, lógicamente, tenía que ser presentado como se merecía. Al estrado se subieron cuatro periodistas, dos del mundo local, María Varela y María Hermida, y otras tantas de primera línea nacional, Olga Viza y Marta García Aller. Fue esta última la primera que habló. Recordó su paso por el foro y habló de todo lo que queda por combatir. Con esa forma que tiene de ir por el mundo sonriendo pero soltando bombas como quien no quiere la cosa, García Aller dio una herramienta a las mujeres que siguen sufriendo lo que a ella le pasó. Contó que un día, cuando estaba a punto de participar en una tertulia de opinión, un hombre se acercó a ella y, como forma de saludarla, le pareció adecuado pellizcarle un moflete, en ese gesto que hasta hace poco era habitual hacerle a los niños (sobre todo a las niñas) acompañado de un «hola, guapa o chula». Ella explicó: «¿Qué haces en ese momento, cómo reaccionas? Porque si te quedas callada, si lo pasas por alto, es como si lo estuvieses dando por bueno, como si no te importase. Si montas un pollo... eres las que monta el pollo. Os voy a dar la que creo que es la mejor opción. En el momento en el que os pellizquen el moflete, estiráis la mano y lo saludáis exactamente de la misma manera, pellizcándole su moflete y diciéndole hola guapo».

La risas sonaron, pero en los corrillos todo el mundo dejó claro que se guarda como oro en paño el consejo. Olga Viza, que recordó cómo a ella  algunos popes del periodismo deportivo la llamaban Olguita, en un gesto paternalista que aborrecía, dijo que ella había hecho algo parecido, y que lo que mejor le resultaba ante un Olguita era contestar con un «Manolito, Julito, Paquito»... Las dos periodistas locales, María Varela y María Hermida, coincidieron al hablar de cómo ser madres y periodistas a la vez y no morir o perder la salud mental en el intento. Y hubo agradecimientos por doquier a Susana Pedreira y Diana López Varela por haber creado una red que actualmente parece ya inamovible. 

En el pincho con el que culminó todo se empezó a hablar de algo que quizás acabe pasando. O no. Pero que como idea no suena mal. Encantadas con la idea de seguir en contacto después de haber compartido el foro de As mulleres que opinan son perigosas, algunas de las profesionales de la comunicación, medio broma, medio en serio, dijeron que igual podrían hacer hasta un encuentro de las que ya pasaron por él y, por tanto, no pueden volver a coger el micrófono. Dijeron que podría llamarse expeligrosas. Pero Olga Viza, veterana de las trincheras periodísticas y de la vida, dio con la tecla: «Es mejor peligrosas eméritas». Ahí queda.