El exminero de los atentados del 11M se relacionó con yihadistas en A Lama

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

A LAMA

CAPOTILLO

Distintas fuentes confirmaron que, presumiblemente, amenazó al subdirector de seguridad del penal

20 ene 2019 . Actualizado a las 08:00 h.

Condenado a 34.715 años y seis meses por su participación en los atentados del 11M en Madrid, el paso de José Emilio Suárez Trashorras por la prisión de A Lama fue del todo menos tranquilo. Fue en el 2006 cuando el exminero que facilitó los explosivos a los terroristas fue trasladado al penal pontevedrés procedente de la prisión cántabra de El Dueso.

Inicialmente, sus primeros meses en la cárcel fueron de relativa tranquilidad. Clasificado de segundo grado realizaba la vida de cualquier otro recluso de la prisión de A Lama. Sin embargo, paulatinamente, la situación comenzó a cambiar.

Algunas de las fuentes consultadas aludieron a su carácter, mientras que otras pusieron el acento en su estado mental. En este sentido, los tribunales españoles concluyeron que «no tenía anuladas sus facultades intelectivas y volitivas, aunque sí las tenía y tiene afectadas de forma leve por un trastorno de la personalidad que los forenses califican de psicopatía».

De este modo, los expertos concluyeron que, si bien alcanzaba «a comprender las consecuencias de la acción de venta de explosivos (...), solo tendría alterada su capacidad volitiva». De igual modo, matizaron que una psicopatía como la que padece Suárez Trashorras implica simplemente «trastornos de la afectividad, del temperamento y del carácter, que dificultan la capacidad de relación con los demás de quien las sufre, pero no afectan a la capacidad de discernimiento ni a las facultades de inhibición y autocontrol».

Lo cierto es que, a finales del 2017, protagonizó un incidente que propició que fuese aislado y, posteriormente, clasificado como de primer grado. A este respecto, las fuentes consultadas explicaron que, presumiblemente, llegó a amenazar al subdirector de seguridad de la prisión de A Lama, al que le habría trasladado que conocía a su familia, así como donde vivía y que tenía gente en la calle dispuesta a realizar cualquier cosa.

Añadieron que sus palabras fueron tomadas muy en serio, sobre todo después de comprobarse que, presumiblemente, sí disponía de esa información.

En un primer momento, la dirección optó por aplicarle el artículo 75.1 del Reglamento Penitenciario, lo que conllevó el establecimiento de medidas de control y de seguridad más severas, circunstancia que habría propiciado su traslado al módulo de aislamiento. No pasaría mucho tiempo sin que, además, se decidiera cambiar su clasificación a primer grado, la más dura, la reservada a los reclusos considerados peligrosos o que no se adaptan al régimen penitenciario.

Derivado al módulo catorce, José Emilio Suárez Trashorras coincidió entonces con un grupo de ingresos yihadistas con los que compartía la clasificación de primer grado. Los contactos entre unos y otros, al parecer, se fueron intensificando paulatinamente hasta el punto de que Instituciones Penitenciarias decidió tomar cartas en el asunto. Así, tras siete meses en este módulo y con el objetivo de cortar las relaciones que el asturiano mantenía con los internos yihadistas, se optó por derivarlo a otro centro penitenciario, el de La Moraleja, en Dueñas (Palencia).

Según confirmaron estas mismas fuentes, allí permanece clasificado como de primer grado, por lo que limita sobremanera sus movimientos y la posibilidad de entablar contacto con otros presos.