El aventurero que se lanzó a peregrinar en kayak y acabó llamando a mamá

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTE CALDELAS

Álex tuvo que dejar el océano y seguir la ruta a pie hacia Compostela y pudo hacerlo gracias a que su madre fue a darles apoyo logístico a él y a su pareja

18 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Mamá. En esas cuatro letras está, casi siempre, el valor más seguro del mundo, sea uno un bebé o un aguerrido aventurero. Que se lo pregunten a Álex García, que ha podido salvar la odisea en la que está metido gracias al apoyo logístico de Marité, a la sazón su querida mamá. Este rapaz, hijo de emigrantes de Ponte Caldelas, se lanzó en el mes de mayo a por un reto mayúsculo: peregrinar desde Suiza, donde vive, hasta Santiago en kayak después de que en el año 2016 completase una ruta similar en bicicleta. Todo fue bien mientras navegó por ríos y canales. Pero al llegar al océano Atlántico la cosa se complicó bastante. Las olas amenazaban con que la expedición acabase de mala manera y, aunque a Álex le dolió lo suyo, se impuso la prudencia. ¿Qué hizo? Llamó a mamá, que le prestó ayuda logística, y gracias a tal cosa él y su chica, Aurelie, pudieron continuar la ruta a pie. Están por Pamplona y esperan llegar a Santiago mediados de agosto.

Álex no tenía experiencia con el kayak. Pero, como el aventurero que es, con supervivencia hasta en la selva colombiana, se lanzó a lo que prometía ser una experiencia mayúscula. A principios de mayo, tras pedir cuatro meses de excedencia en su trabajo como maquinista de trenes, salió de Friburgo en el artefacto flotante. Su novia, Aurelie, le acompañaba a bordo de una furgoneta. Ella iba trasladando el vehículo mientras él navegaba.

Todo fue bien durante casi un mes y medio en el que él navegó por ríos y canales. Al principio no lograba avanzar más de diez kilómetros por día, pero conforme fue cogiendo práctica llegó a alcanzar una media de 30 o 40 kilómetros diarios. Así llegó hasta Burdeos, donde tocaba abandonar los cauces fluviales y lanzarse a la aventura del océano.

Fue en esta ciudad donde entró en contacto con dos experimentados deportistas que no le recomendaron meterse en el océano en kayak sin una experiencia grande detrás. Álex reconoce que le costó mucho aceptar lo que estaba oyendo: «No quería escucharles, quería comprobar por mí mismo cómo estaban las cosas». Así que él y Aurelie hicieron un receso de cinco días en la ruta para que él pudiese realizar prácticas en el mar.

Álex se dio cuenta entonces de que iba a tener serios problemas en el Atlántico. «Las olas eran grandes y sentí el peligro», indica. Así que optaron por abortar la misión: «Fue una decisión muy triste y muy difícil, pero creo que no quedaba más remedio», dice.

Pensaron que la aventura no podía quedar ahí, que tenían que llegar como fuese a Compostela. Y decidieron que lo harían a pie. Pero tenían un problema: su furgoneta, a la que tenían que dar alguna salida. Álex encontró entonces la solución mágica: «Llamé a mi madre y le dije si le importaría venir a buscarla. Me dijo que sí. Estoy convencido de que aunque estuviese en la mismísima selva colombiana también hubiese venido. Ella es así».

Allá se fue Marité en autobús hasta Burdeos. 15 horas metida en el transporte para rescatar a sus queridos aventureros. Llegó y se trajo con ella de vuelta a Galicia tanto la furgoneta como el kayak. Álex se ríe cuando se le preguntan si esto último fue para asegurarse de que su hijo no volvía a subirse en él.

Sea como fuere, Álex y Aurelie pudieron seguir su odisea caminando. Él reconoce que pensó que el peregrinaje a pie sería más fácil. Pero ya comprobó que también tira lo suyo: «Bajando los Pirineos lo pasamos mal, nos dolían mucho las piernas. Ahora vamos mejor», indica. La pareja está en Pamplona y espera llegar a Compostela el 15 de agosto. ¿Quién estará allí? Marité, obvio.