Lourditas, la niña del primer ultramarinos de Pontevedra que ahora era una supermamá

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Lourdes, con su hija Claudia Oriana, con la que le encantaba pasar tiempo y viajar.
Lourdes, con su hija Claudia Oriana, con la que le encantaba pasar tiempo y viajar.

Lourdes Cordero falleció a los 63 años tras unos meses muy duros en los que encadenó una caída cuando estaba de vacaciones en Estados Unidos con una gravísima enfermedad

27 ene 2023 . Actualizado a las 14:30 h.

Lourdes Cordero Vázquez, Lourditas para los suyos, llegó a los 63 años de vida sin dejar de ser nunca en Pontevedra la hija de Ramiro y Manolita, ya fallecidos, y dueños del que en su día fue el primer ultramarinos de la ciudad, Beledo, ubicado en los soportales de A Ferrería.

Pero Lourditas era mucho más que la descendiente de los de Beledo. Fue una súper hija que cuidó a su madre Manolita hasta el final de sus días. Fue también una supermamá para Claudia Oriana, a la que mimó desde el día que nació. Fue una compañera de vida cariñosa para Kizito Obama Rutiganda, su marido, con el que compartía una gran historia de amor. Y, según lo dicho por quienes la querían, fue ante todo y sobre todo una mujer tremendamente inteligente, que abrazaba conocimiento sin darse nunca importancia y que el único lugar donde exhibía todo lo que sabía era frente al televisor, cuando dejaba a todos perplejos porque en programas como Pasapalabra no solía fallar ni una.

Lourditas, efectivamente, se crio entre los barriles de aquel ultramarinos y tasca ubicado en A Ferrería, por donde pasaba todo aquel que tenía nombre en la ciudad. Entre el escaparate donde el queso gruyer de 114 kilos llamaba la atención o las hojas de bacalao de Noruega atraían a los clientes y las dos plantas superiores del edificio, donde la familia vivía, correteaba la niña Lourditas. Ella, hija única, creció y no siguió con la tienda familiar. Se marchó a estudiar Derecho y, aunque no llegó a terminar la carretera, tuvo algún empleo relacionado con este mundo. Cuenta su esposo Kizito que a principios del siglo actual, tras un invierno de lluvia descomunal en Galicia, Lourditas viajó hasta Valencia en busca de buen tiempo. Allí tenía una prima con la que pasar las vacaciones. Las chicas fueron a una misa y allí ella cruzó la mirada con la de Kizito, nacido en Ruanda y criado en Camerún. Tras el acto religioso quedaron para una horchata, un paseo por la playa... y ya no hubo más dudas.

Kizito se vino a Pontevedra en el año 2004 y ya nunca más se separó de la que luego fue su mujer. Su felicidad se completó cuando, hace ahora quince años, nació su hija Claudia Oriana. Lourditas dejó de trabajar para dedicarse a cuidar a la pequeña, algo que le encantaba hacer. Con el tiempo cuidó también a su madre Manolita, que falleció en el 2017. La complicidad de Lourditas tanto con su madre como con su hija era total. Hace unos meses, se marchó con su hija Claudia a Nueva Jersey, en lo que deberían haber sido unas vacaciones plenamente felices. Lo fueron, en parte, porque ambas disfrutaron de momentos que ya son eternos, pero ocurrió algo grave. Lourditas se cayó por unas escaleras y quedó gravemente herida. Estuvo ingresada en Estados Unidos hasta el mes de noviembre. Kizito señala que fue muy duro todo ese proceso. Cuando al fin pudo volar a España también estuvo internada en Pontevedra, en el hospital de Montecelo. Fue ahí donde la mala suerte quiso que, cuando estaba a punto de recibir el alta por la caída, le detectasen una gravísima enfermedad que ahora provocó su fallecimiento a los 63 años.

Dice su esposo que le quedaban muchas cosas por hacer. Y que el camino no será fácil sin su presencia, que todo lo llenaba en casa. Pero tira de su fe y resume su pensamiento en una frase que le dedica a Lourditas en su estado de WhatsApp: «Que Dios te reciba en su gloria, gracias por compartir tu vida conmigo junto a nuestra hija».