La niña y la frutera de Pontevedra que lograron que la señora Elisa se fuese emocionada al cielo

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Martina con Téquer, su perro adoptado, y la frutera Jenni, que adoptó un gato
Martina con Téquer, su perro adoptado, y la frutera Jenni, que adoptó un gato CAPOTILLO

Vivía sola, de repente ingresó en el hospital y ya no volvió a casa. Ellas adoptaron a su perro y a su gato y se ocuparon de que los sanitarios se lo dijesen antes de fallecer: «Lloró de la emoción»

29 ene 2024 . Actualizado a las 12:48 h.

Los que conocían bien y querían a Elisa, una mujer de 72 años que vivía en la calle Rosalía de Castro de Pontevedra, sabían de sobra tres cosas de ella: que tenía un carácter generoso y amigable, que era muy estilosa y, sobre todo y ante todo, que los animales eran su familia. Tenía un perro y un gato con muchísimos años, Téquer y Kiko, y ambos se habían convertido en sus grandes compañeros de vida después de que se quedase sola en su casa al fallecer su padre. Iba con Téquer a todas partes y ambos hacían amigos allí donde acudían porque los dos gozaban de buen carácter. Elisa falleció a principios de este año. Y su muerte ha dado pie a una historia entrañable, ya que dos vecinas, una niña llamada Martina, de nueve años, y Jenni, la responsable de Frutería Nieves de Rosalía de Castro, han adoptado a sus mascotas, a sus queridos Téquer y Kiko.

Todo empieza cuando, a principios de diciembre, la señora Elisa, que padecía algunos achaques de salud, tuvo que ingresar en el hospital. La mujer estuvo grave y tuvo que ser hospitalizada en la uci. Mientras tanto, una vecina de su edificio se hizo cargo de Téquer y de Kiko. Les daba de comer y bajaba a pasear al perro. Pero pasaban los días y la situación de Elisa no mejoraba. Y Téquer, con 16 años a sus espaldas, no dejaba de lloriquear por las noches y de ladrar al estar solo en el piso. Por tanto, había que buscar una solución para las mascotas y era obligatorio hacerlo sin contar con Elisa, que permanecía en estado muy grave.

El gato, Kiko, fue a parar a manos de Jenni. ¿Quién es ella? La frutera con la que Elisa charlaba todos los días y a la que contaba cómo los animales le daban la vida: «Venía todos los días por aquí, todos, todos... yo era consciente de lo importante que eran para ella los animales y sabía que los tenía muy mimados, que dormían con ella, que les daba lo mejor... y no quería imaginarme cómo lo iban a pasar yendo a una protectora. Y, sobre todo, lo que iba a sufrir ella si sabía que los llevábamos a cualquier sitio que no fuese una casa, así que acogí a Kiko, cómo no». Al principio el animal no se llevó demasiado bien con la gata de Jenni, pero en cuestión de días todo se arregló.

Faltaba buscarle un hogar a Tequer para esos días en los que Elisa seguía hospitalizada. Entonces, alguien se acordó de Martina y de su familia. ¿Quién es Martina? Una niña de nueve años del barrio que, a la salida del colegio, se solía encontrar con Elisa en la frutería o paseando al perro por la calle. Habían congeniado a la perfección porque a la cría, tal y como cuenta María, su madre, le chiflan los animales y además le gustaba tratar con Elisa. «Martina es como una viejecita y siempre le preguntaba a Elisa cómo se encontraba y se daban unos abrazos tremendos», explica la madre.

Martina y su familia no dudaron en acoger a Téquer, pensando que serían unos días y luego ya volvería con su dueña. «Ya nos habíamos intercambiado los teléfonos por si en algún momento necesitaba ayuda con los animales o con lo que fuese», indica María. Pero la salud de Elisa iba empeorando y tanto a Jenni como a Martina y a su familia había algo que les preocupaba. Sabían que ella, en cuanto fuese un poco consciente de la situación, estaría preocupada por quién iba a cuidar a sus mascotas y querían transmitirle que los tenían ellas y que estaban bien. Así que movieron hilos y lograron que los propios sanitarios y algún familiar y vecino que pudo ir a verla le contasen dónde y con quién estaban los animales. «La persona que se lo dijo me contó que Elisa lloró de la emoción... y la verdad es que yo me quedé tranquila porque sé que seguramente eso le dio paz» cuenta la frutera Jenni. Y lo mismo opina la mamá de Martina: «Seguro que le gustó saber que los animales se quedaban bien».

El 9 de enero llegó la peor de las noticias. Elisa falleció en el hospital. Y Kiko y Téquer se quedaron definitivamente en casa de Jenni y de Martina. Los dos son muy mayores y la dueña estaba convencida de que no iban a sobrevivirle. De hecho, siempre hablaba de lo que le dolería cuando alguno de los dos falleciesen, porque ya había tenido más animales que habían muerto y lo pasó muy mal. A Elisa la echan de menos en la frutería y en todo el barrio. Pero están contentos de que al menos sus compañeros de vida, sus peludos, sigan ahí, guardando su memoria.