Ochenta años, un marido enfermo y peleando con un fondo buitre: «Me amenazaban por teléfono y ahora vinieron del juzgado»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

La afectada, en la vivienda que construyó su padre en Pontevedra y en la que reside junto a su marido.
La afectada, en la vivienda que construyó su padre en Pontevedra y en la que reside junto a su marido. Capotillo

Una mujer de Pontevedra sufre un calvario porque una entidad con sede en Luxemburgo le reclama 18.000 euros. Asegura que la amenazan con echarla de su casa

14 feb 2024 . Actualizado a las 10:23 h.

Contesta al teléfono con la voz asustada, con un «¿pero quién es usted, quién me llama ahora?», que delata que está acostumbrada a recibir llamadas no deseadas. Y así es. Esta mujer, de Pontevedra y de ochenta años de edad, está habituada a que la llamen continuamente reclamándole una deuda. Vive con esa pesadilla desde finales de los años noventa, perdió ya parte de la casa que su padre construyó y en la que ella y su marido residen (fue subastado el bajo y les quedó el primer piso) y esta semana se llevó otra desagradable sorpresa: «Me amenazaban por teléfono y ahora vinieron del juzgado. Sé que la casa no me la van a quitar, que no podrán, pero esto es una tortura, vivir así no tiene nombre», explica con impotencia. 

Su lucha viene de muy lejos. Tanto, que la deuda la contrajo en su día con una entidad ya extinta, la antigua Caja de Ahorros de Pontevedra. Ella y su marido intentaron salvar la vivienda porque la había construido su padre y porque además la cantidad que debían era «pequeña». Ella llegó a traspasar una tienda que regentaba para poder pagar esa deuda. Pero aún así el dinero no alcanzó y nunca lograron deshacerse de ese problema, pese a que el bajo de su inmueble fue subastado y adquirido por un tercero. Eso ocurrió antes de que llegase la crisis inmobiliaria y de que comenzase a hacerse fuerte el movimiento antidesahucios. Pasó el tiempo, se hicieron mayores, él enfermó y ella tuvo que apañárselas sola.

Buscó apoyo en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y le fueron prestando auxilio. Hubo un momento en el que parecía que, tras perder ese bajo, podría acabar la pesadilla. La mujer había pagado parte de lo que debía, la Xunta la apoyaba a través del Reconduce, un plan que tienen para personas vulnerables en riesgo o situación de desahucio, y se estaba tratando de negociar con el banco. Pero, de repente, a esta mujer le cayó otro jarro de agua encima: «El banco se deshizo de mi caso y yo de repente ya dependía de un fondo y tenía que negociar con ellos, ya no tenía nada que hacer con el que fuera mi banco», explica. 

Así empezó su pesadilla. La mujer señala que recibió llamadas y llamadas y que siempre era lo mismo: «Con unas o con otras palabras lo que te dicen es que o pagas o vas a perder la casa, es terrible», indica. A ella ya no le reclaman la cantidad que tenía pendiente con el banco después de ir haciendo pagos, sino toda la deuda inicial, algo más de 18.000 euros. «Puede parecer poco, pero para mí es muchísimo», dice esta mujer, que vive de una pensión a la que tuvo derecho tras cotizar como autónoma toda su vida laboral y de la paga de su marido, que es no contributiva y, por tanto, de escasa cantidad. 

Pese a todo, pese a su edad, al hecho de que su marido está enfermo y de que lleva años y años de lucha, ella nunca dejó de interesarse por esa deuda. De hecho, desde la plataforma antidesahucios explican que hace un año, con un abogado, se intentó negociar con el fondo a través de la empresa que le gestiona este asunto a la entidad de Luxemburgo, pero que no hubo contestación. Se le ofrecieron tres mil euros, pero nunca llegaron a decir si era posible negociar o no.

De ahí saltamos a la actualidad. En teoría, ella tendría que haber recibido un burofax avisándola de que iban a reclamarle judicialmente la deuda, y de que si no podía pagar tenía un teléfono de contacto al que llamar para intentar negociar. Pero, curiosamente, pese a que la tienen perfectamente localizada desde hace años, ese burofax no fue enviado a su domicilio, sino al de la antigua tienda que regentó. Así que ella no se enteró en tiempo y forma de lo que estaba pasando, sino que esta semana, por sorpresa, recibió la visita de personal del juzgado notificándole que el fondo le está reclamando el dinero e instándola a pagar o negociar. 

La misma mañana en la que recibió esa notificación tuvo que dirigirse al colegio de abogados para solicitar asistencia legal gratuita y ahora emprende de nuevo batalla para ver qué sucede con ese dinero y con su casa: «Las leyes mejoraron y yo creo que no van a poder echarnos de aquí, que es nuestra casa, pero vivimos con una pesadilla encima y es muy, muy duro», concluye desde el barrio pontevedrés en el que lleva residiendo toda la vida y del que espera no tener que irse.