La fiesta de Argentina acaba en helicóptero

Dagoberto Escorcia REDACCIÓN / COLPISA

QATAR 2022

MARTIN VILLAR | REUTERS

Más de cuatro millones de personas celebraron el triunfo y bloquearon el paso de los jugadores hasta el punto de que, tras intentar saltar algunos aficionados al autobús, la Albiceleste terminó evacuada

21 dic 2022 . Actualizado a las 10:58 h.

El 20 de diciembre estaba marcado como el día del escepticismo en el mundo. Puede que lo haya sido en muchas partes, menos en un país: Argentina. En el país de Borges, fue el día mundial de la felicidad. La cultura se centró en el fútbol, la fotografía más admirada fue la de Messi durmiendo con la Copa del Mundo, las banderas y camisetas albicelestes adornaban a todos los ciudadanos, en un día de verano esplendoroso. No cabía otra noticia en los principales medios de comunicación. Un mar de gratitud inundaba las calles. Argentina vivía su sueño hecho realidad. Una locura que terminó con la Albiceleste por el aire. Ante la imposibilidad de cumplir con el recorrido establecido por carretera y, tras el intento —según apuntan medios argentinos— de varios aficionados de saltar sobre el autobús, resultando al menos dos heridos, los jugadores subieron a dos helicópteros de la Prefectura y sobrevolaron el cielo de Buenos Aires para regresar al punto de partida..

Esta nación de más de 45 millones de habitantes tenía hasta ahora nueve fiestas en su calendario. Este 20 de diciembre sumó otra: la del festejo del tricampeonato mundial de fútbol, conquistado brillantemente en Qatar. Unos cuatro millones de argentinos -algunas fuentes hablaban de cinco millones- celebraron un carnaval jamás vivido. Ningún argentino se acordaba de haber participado de una fiesta como la que este martes le impulsó a madrugar y a esperar muchas horas en las autopistas, calles y avenidas el desfile victorioso, la caravana del flamante campeón del mundo. Toda una marea, la más grande multitud de ciudadanos excitados y felices celebrando el triunfo histórico de la Argentina de Leo Messi. Todos tenían ganas de ver a los campeones. Tenían deseos de tocarlos. Ardían tanto sus gargantas por corear sus nombres y adorar a sus ídolos que muchos esperaron hasta en horas de la madrugada en el aeropuerto de Ezeiza la llegada del avión que trasladó a la selección desde Doha. Estaban viviendo apasionadamente un sueño que se les había negado desde 1986.

Toda Buenos Aires se lanzó a la calle desde muy temprano, los hinchas colapsaron las vías por donde sobre el papel estaba previsto el paso de la caravana de los campeones. La plaza del Obelisco se pobló desde primera hora de la mañana. Los jugadores saludaban y mostraban el trofeo conquistado, mientras otras compartían el mate de turno, o cualquier otra bebida. El autobús paseó por donde pudo durante más de seis horas, hasta que quedó colapsado en un punto de la ciudad donde no pudo ni girar hacia el Obelisco ni hacia la Casa Rosada. Era tal el retraso acumulado y los problemas para avanzar que la solución que se tomó fue la de desviar el autobús de la selección hacia un helipuerto y poner punto y final al agónico avance de la comitiva.

Helicóptero en el que fueron evacuados los futbolistas de la Albiceleste
Helicóptero en el que fueron evacuados los futbolistas de la Albiceleste GONZALO COLINI | REUTERS

Colapso total

El Gobierno de Alberto Fernández había declarado el 20 de diciembre, fiesta nacional para que el pueblo argentino expresara su más profunda satisfacción con la selección nacional «y pronunciarse en favor del deporte y la patria». Nadie dudó en salir a festejar y disfrutar de una alegría que, según explicaban, «necesitábamos». El título mundial de fútbol es un regalo para el presidente Alberto Fernández, una especie de anestesia por unos días para una Argentina que vive una crisis inflacionaria que alcanza el 90% anual, y una pobreza que llega al 30% de la población. Pero estos no son días para pensar en lo malo o en la realidad del país. Un expresidente como Mauricio Macri, prefería el título mundial a volver a ser elegido para dirigir el país. La ministra del trabajo, Raquel Olmos, hablaba de prioridades y lo primero era ganar en Qatar y luego atacar a fondo el problema de la inflación. Y un buen porcentaje de argentinos se inclinaban por el fútbol antes que por su deteriorada economía.

«Otra vez Dios se había vuelto argentino», gritaba la multitud que tuvo que cambiar de escenario cuando se enteró que el autobús con los campeones ya no pasaría por el Obelisco sino que acabaría en el balcón de la Casa Rosada, donde en principio no estaba previsto acudir. Había caos. El trayecto de la caravana de la selección se cambió en más de cinco ocasiones, y casi todas las rutas quedaban colapsadas o intransitables. Pero nada podía evitar que los argentinos continuaran saltando y cantando, y recordaran los momentos dolorosos, entonando esa canción que se ha hecho famosa bajo el título de «Muchachos» que describe lo bueno y lo malo de este país: «En Argentina nací, tierra del Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré». Era un día histórico para cantar, para reír, para gozar. «No te lo puedo explicar porque no vas a entender las finales que perdimos cuantos años las lloré». Este martes 20 de diciembre no lloraban y si lo hacían era de felicidad. «Papa Lionel» les había dado lo que había deseado desde 1986, y lo que él perseguía desde hacía 16 años. La fiesta solo había comenzado. En cada ciudad donde nacieron los campeones les estaban preparando otro festejo. Todo un día, un mes, un año que será inolvidable para los argentinos, para vivir unos días con locura.