Sudores

Francisco J. Barón Duarte

RELATOS DE VERÁN

07 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi abuelo, maestro albañil, trabajaba amasando el mortero. En el montículo de cemento y arena hacía un agujero y añadía agua mientras mezclaba con la pala. Yo le pregunté: “Abuelo, ¿cuánta agua hay que echar a la masa de mortero?”.

El posó la pala en el suelo, apoyó los brazos en el extremo del mango y secándose el sudor de la frente dijo: “la cantidad del sudor hijo, porque hace falta mezclar mucho e ir echando agua en cada mezcla pero más bien poca, que en exceso no conviene. Si haces un buen mortero, harás una buena obra y si haces una buena obra, estarás orgulloso de tu trabajo”. Ese día comprobé que el sudor sabía a cemento.

Ese verano mis padres y hermana pasamos un mes de vacaciones en Monlora. Un día hicimos una ruta. A mitad de camino, sentados a la sombra de un peñasco, divisábamos el llano con su río serpenteante, el pueblo, el pantano y por encima las águilas planeando. Mi padre cogió romero con su mano, lo desmenuzó y lo mezcló con su sudor para olerlo. Me dijo: “haz lo mismo y verás”. Una extraña y serena sensación me invadió cuando hice el experimento. No añadió nada y seguimos andando. «»

Si el “sudor de tu frente” evoca el esfuerzo, a mí sudor me sabe a cemento y me recuerda a mi abuelo. El olor del sudor me lleva al romero, a mi padre.

Francisco J. Barón Duarte. 64 anos. A Coruña