Pese a que no se trataba de un experto, se dejó maravillar por aquella pieza que se mostraba como la joya que era, aunque no tanto por su valor económico como por la historia que atesoraba.
En la palma de su mano descansaba una moneda de cobre única, acuñada en un pequeño asentamiento prerrománico donde adoraban a un dios singular, una entidad que lograba aunar en sí mismo/a al hombre y a la mujer, con las virtudes de ambos y los defectos de los dos: un dios/diosa que representaban con una doble efigie. Apretó la moneda en su puño, en un vano intento de fusionarse con lo que ya fusionado estaba, y sonrió con melancolía:
«¡Qué distinta hubiera sido la historia de la Humanidad si hubiese vencido esta deidad dual en la Gran Batalla de los Primeros Credos!».
Juan M. Ruiz Suárez. 50 anos. La laguna (Tenerife)