La odisea de un adolescente

Anna Agustí Farré

RELATOS DE VERÁN

14 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Una escoliosis dorso-lumbar galopante deformó su espalda adolescente. Los años de crecimiento se vieron afectados por la gravedad de las curvas que dibujaban una perfecta «ese» en su columna vertebral, soporte de un cuerpo joven al que cada vez le resultaba más difícil mantener la verticalidad.

Desde tiempo inmemorial sabios investigadores buscan solución a los miles de problemas que existen en el planeta Tierra. Entre ellos, doctores en traumatología creyeron haber encontrado una solución para las escoliosis graves con la técnica de los implantes óseos heterólogos.

En Madrid existía un banco de huesos procedentes de cadáveres humanos, pero el descubrimiento estrella fueron los que se extraían de los bovinos. Los huesos se conservaban en neveras a menos de 0 grados. Unas horas antes de la operación, se trasladaban en recipientes herméticos en avión hasta su destino.

A nuestro protagonista le injertaron dos huesos de vaca a modo de tensores en las curvas dorsal y lumbar con el fin de que las eses no evolucionaran hasta transformarse en un temido ocho.

El éxito fue de tal magnitud que apareció en todas las revistas médicas. La mayoría de los enfermos pudieron reanudar en unos meses su vida normal, pero no tardaron en aparecer ciertas anomalías como la de mugir cuando algo les gustaba o demostrar su cariño, también resultó imparable la atracción que sentían por sus hermanas las vacas.

A él le era imposible estar cerca de una sin enloquecer de alegría, ni mucho menos acercarse a una granja de ganado bovino. Muchos de ellos intentaron quemar las plazas de toros del país. Lo peor ocurrió cuando, pasado un año, les empezó a salir el rabo. Un pequeño apófisis que al principio podían ocultar, pero conforme aumentaba su longitud —con un irrefrenable balanceo— la situación se volvió insostenible.

Nadie dudaba del beneficio obtenido al detener el deterioro óseo de los injertados, pero por dichas secuelas se suspendieron las intervenciones. Ahí estamos, la inteligencia humana y la artificial no cejarán hasta conseguir lo que nos salvará, nos transformará en otra raza o nos destruirá para siempre.

Anna Agustí Farré. 80 anos. Ares