Abres los ojos una mañana más. Miras el reloj, las siete y media. Lunes, veintitrés de Junio. Cierras los ojos y respiras profundo.
—¿Qué me queda después de todos estos años? —piensas aún medio dormida, creyendo que puedes responder a tu pregunta.
Quedan miles de mensajes guardados en teléfonos en desuso. La mayoría los he ido cambiando por viejos o desgastados. Puede que el amor y la pasión no sigan esas normas.
—¿Eres tú persona de normas?
Si las has roto todas: huyes de los tópicos, de los buenos días, del disculpe. Tu historia de amor también tenía que ser ilegal.
Todavía tirada en la cama dejas al recuerdo hacer su función, crees que un día tan especial merece un momento de reflexión. Todo sería mejor si él te acompañase en cada despertar.
Coges fuerza y te despides de las sábanas. Pasos lentos y cansados te guían por la casa, escapando del ruido de la calle. Escondiéndote del juicio de la gente. Sabes que sus miradas bastarían para que rompieses a llorar.
El olor a humo se cuela por las ventanas desde primera hora de la tarde, dejando intuir la noche que se acerca. El fuego mágico que arrastra los malos deseos te transporta cinco años atrás. Tal vez sobrevivir sea más difícil de lo que pensabas.
Entretienes tus manos con una botella de vino. Desde que sueñas con él ha sido tu mejor compañía, tu calmante traidor. El veneno para inyectar en tus heridas.
El silencio se rompe obligándote a sonreír. Ser feliz es la ley oculta de la sociedad. Sientes como sus voces se atropellan en tu cabeza, tus ojos buscan un rincón para salvarte…
En un despiste brutal el dolor te come. Te tumba. Te perfora el alma. La fortaleza ha sido devorada por el amor.
Era el día más largo del año.
Vanessa Sabugueiro Gómez. 41 anos. Muros