Sirenas

Mª Jesús González Rodríguez

RELATOS DE VERÁN

23 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El otro día fui a ver unas parcelas de pimientos padrón y repollos, asunto poco romántico pero sí bucólico en una mañana tranquila de trabajo agrario. Un pincho de tortilla antes de volver a la oficina se me antoja un placer divino, así que aparco el coche en una calle poco transitada de una preciosa villa termal, me bajo y de pronto llega el fin del mundo.

Comienzan a sonar unas sirenas a tal volumen que parece cosa del inframundo o del espacio exterior. Una voz masculina repite por megafonía una frase que no consigo entender. ¿Será que nos van a bombardear los rusos? ¡Hasta aquí llegamos! ¿Qué hago, vuelvo al coche y salgo pitando o busco refugio en algún portal?

Una joven parece petrificada cerca de mí. Lleva a un niño pequeño de una mano y un carrito de bebé con otro dentro en la otra. Me acerco y le pregunto si sabe qué está pasando. Un hombre pasa corriendo a nuestro lado, se sube a un coche y sale derrapando como si lo persiguiesen varias hordas de demonios. La joven me dice que escuchó algo sobre una inundación. Deduce que el embalse reventó y que va a venir un tsunami al estilo de «Lo Imposible». Vuelvo a dudar entre subir a un edificio alto o salir conduciendo a riesgo de que nos lleve el agua hasta América cruzando el océano Atlántico.

Otra mujer aparece braceando en el aire. Al vernos me agarra del brazo como si fuese la mismísima tabla del Titanic. Le confieso que el embalse voló en mil pedazos. Nos mira con ojos llorosos diciendo que es muy sensible y que le pasa de todo. Mal momento para hacer terapia con desconocidas.

Nos ponemos en lo peor y esperamos ver llegar una lengua de agua enfilando la calle pero no pasa nada. Sobre los edificios tampoco cae ni una gota. Esperamos unos minutos, nos miramos y en unos instantes volvemos a ser tres desconocidas. Cada una sigue su camino sin ni siquiera decir adiós. Un gato aparece sobre un muro. Me encojo de hombros y me voy a tomar un té, dónde me entero de que todo fue un simulacro.  

A veces silban las balas, pero por suerte todo sigue regular, gracias a Dios.

Mª Jesús González Rodríguez. 62 anos. Ferreira de Pantón.