Esta es la historia

Esther Val

RELATOS DE VERÁN

09 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer fue el primer día en el que Papá transitó, casi todo el tiempo, una realidad paralela. A mí me gusta explicarlo así. Me parece más triste decir desvarió. Porque en su cabeza, en la realidad paralela, todo está bien, y no hay ningún desvarío, aunque haya gente extraña en casa que él no conoce o haya un señor que tire un colchón por la ventana.

Al final del día, cuando lo acuesto y lo arropo, siempre me da las gracias y, a veces, como ayer, hasta me dice: «Perdón por todas las molestias». Y yo le contesto: «No te preocupes, papá», y lo beso en la frente y me despido, deseándole buenas noches, que descanses.

Por dentro me desarmo un poco más. Un pequeño desgarroncito por debajo de la piel que no se ve ni se presiente. Y después me despido de mi madre con las frases típicas: «Cualquier cosa, me llamas», «síguele la corriente y no lo enfades», «que descanses, hasta mañana».

Los cierro con llave y me voy. Con la sensación de que yo también estoy viviendo en una realidad paralela.

Tengo mucho miedo. No puedo decir otra cosa. Ese miedo no me impide desaprovechar mis ratitos —que los tengo—, pero es una sombra espesa que enturbia mi mirada. ¿Se puede no tener miedo en estas circunstancias?

Por lo demás, leo. Hago ganchillo. Calceto. Hago ejercicio. Veo series y películas. Y me siento afortunada, porque puedo cuidarlos y nadie los va a cuidar mejor que yo. Pero a veces estoy muy enfadada, muy cabreada, porque la vida sigue y pasan otras cosas. Buenas, malas y muy malas. Y ayer pasó una cosa mala, y otra muy mala, además de lo de Papá. Y yo no paro de repetirme por dentro: puta vida. Porque prefiero jurar a estar triste. No quiero estar triste. Porque la primavera llegó puntual. Y hace solete. Y aunque los días pasen iguales, —las mismas tareas, los mismos cuidados, las mismas rutinas—, pasan con mucho amor. Amor que dar y que recibir.

Hala. Esta es la historia.