Somos historias

Ignacio Ramos

RELATOS DE VERÁN

09 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida es dura. Y en ocasiones pega de canto, que duele más. Y aquel último golpe le desgarró el alma por las costuras y empezó a escapársele, como el relleno de un peluche, en forma de las historias que la componían.

El pajarillo voló hasta la rama más alta del arbusto y la vio.

Era una muchacha herida por la vida. Su cuerpo estaba desparramado e inmóvil, con los ojos vacíos, perdidos en el infinito. Y, de lo más profundo de su espíritu roto, brotaba un torrente de momentos, vaciándolo de vida.

Y vio que de aquel desmadejado cuerpo salía una noche estrellada reflejada en unos ojos brillantes e ilusionados. Vio diseminarse canciones en torno a una hoguera de verano. Sintió como escapaba un húmedo primer beso de la comisura de sus labios. Olió disiparse el aroma de un café recién hecho en una fría mañana de invierno. Como escapaban pequeñas y grandes traiciones, seguidas del arrullo de un bebé acurrucado en su regazo. Percibió cómo se escabullía el terror que empapaba las tardes de una infancia desgarrada. Observó desvanecerse la vergüenza de aquella ocasión en que se dejó llevar por el alcohol. Y vio aquel último y cruel golpe, pringoso y maloliente, que pegado en el borde del desgarro no acababa de difuminarse y lo iba agrandando cada vez más, dejando escapar a borbotones el resto de historias de esa triste existencia.

El pájaro supo que debía de hacer algo, pero no sabía muy bien qué. Aquello era más complicado que arrancar una espina de una frente sangrante. Aquello iba de contener un aluvión de momentos vividos que se escapaban arrastrando una vida. Así que hizo lo único que podía hacer. Se colocó delante y cantó.

Y con aquellos trinos, los ojos vacíos comenzaron a llenarse de lágrimas. Y aquel nuevo torrente líquido acabó por limpiar la herida de aquel alma y finalmente restañarle el desgarro, recuperando la mayor parte de las historias antes de que pudieran escaparse. Y se obró el milagro y, con los trinos del petirrojo, la muchacha despertó. Triste, herida, pero viva al fin. Y en aquel canto encontró el asidero para levantarse y para seguir luchando y resistiendo.