Conchas de invierno

Tamara Rodríguez

RELATOS DE VERÁN

11 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada invierno cuento los días para volver a casa. Llevo cinco años viviendo en Alemania, donde el cielo es más gris de lo que imaginé y la «morriña» pesa más de lo que quisiera.

Pero en julio, todo cambia. Durante un mes, el sol, la brisa marina y los abrazos me devuelven el aliento. Este verano es aún más especial. Es el segundo de mi bebé, Enzo, que ya camina con sus pasitos tambaleantes por la orilla, con un cubo en la mano, recogiendo conchas como si fueran joyas. Lo observo con una sonrisa cálida, y con los ojos llenos de sal... no solo por el mar. Los días pasan entre risas, comidas al aire libre y tardes infinitas con mis hermanos.

Verlos jugar con sus hijos es como viajar atrás en el tiempo. La casa se llena de voces, de anécdotas repetidas, de un cariño que solo se entiende cuando una ha estado lejos.

Mi madre cocina lo que sabe que me gusta, y yo lo devoro como quien lleva mucho tiempo con hambre. Hambre de hogar. Por las noches, cuando Enzo duerme rendido por el sol, salgo al porche y me quedo allí un rato. Escucho los sonidos de mi tierra, de mi hogar, de mi preciosa Galicia, respiro profundo, y me grabo ese momento en el alma.

Sé que pronto tocará hacer las maletas otra vez. Pero también sé que este mes me da fuerza. Que estos veranos me sostienen, como un hilo invisible que me une a lo que soy.

Y mientras tanto, guardo conchas en una caja pequeña. Para que, cuando en Alemania los días sean grises, el mar no se me olvide.