¿Y si el cielo se derrumbara?

Pedro Beira

RELATOS DE VERÁN

12 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Y si el cielo se derrumbara?» María devoraba el nuevo libro cuando el sueño la venció. Soñó que, mientras leía, un dolor punzante le atravesaba el vientre, seguido por un calor líquido que le corría por los muslos. Un mal presentimiento le heló la espalda. Lo supo como lo saben todas las madres: con ese sexto sentido que nace con el embarazo. Instintivamente, llevó la mano al vientre, donde crecía su pequeño David de ocho meses. Dejó el libro abierto sobre el sofá y marcó el número de Jorge. Él llegó con el alma en vilo y la encontró pálida, temblorosa, con lágrimas que no caían y los pantalones teñidos de rojo. No dijo «todo irá bien»; no se atrevió. La tomó de la mano y, en silencio fúnebre, la condujo al hospital. María, aferrada al vientre como queriendo proteger lo que ya temía perdido, fue llevada de urgencia al quirófano. En menos de quince minutos, el cordón que la unía a su hijo fue cortado: no solo el físico, sino ese lazo invisible que anida en el alma. Por sus venas corrían anestésicos, calmantes, sedantes… Pero aún no existía sustancia que adormeciera el corazón roto de una madre que no llegaría a serlo.

Horas después, entre sueños rotos y recuerdos turbios, supo que David no había sobrevivido al desprendimiento de placenta.

Era un miércoles cualquiera, hasta que dejó de serlo. Comprendió, con una certeza cruel, que el amor de madre duele; que perder a un hijo es tan real como injusto, y que su vida ya no sería la misma. Imaginó un cielo lleno de estrellas y, como Atlas, deseó que se desplomara, solo para dejar de sostener el peso insoportable del vacío. Despertó llorando. El dolor persistía.

El libro seguía abierto en el sofá. Lo cerró con manos temblorosas, resignada a no terminarlo nunca. Entonces lo sintió: un leve movimiento. Su pequeño David. Vivo. Se llevó la mano a la barriga, como un saludo; sonrió.

El cielo no se había derrumbado.