El viento del norte. La Ría, Las Mareas, O Pindo. Los lugareños sonríen con cariño; se alegran de verte llegar una vez más. La comida de la tierra es «especial», sabe rico, sabe sano, natural. Invita a reunirte a disfrutar. ¡La playa! El Arenal; en el horizonte, siempre cercano, el monte verde, vivo, pleno, de una naturaleza que vive porque el agua le da vida. ¡Aquí se ve que el agua es vida! ¡Cuántos verdes! Al amanecer, con toda la luz del sol o con el filtro de la niebla, se empastan. ¡Al atardecer (las luces más bellas) se distinguen tantos tonos! No es extraño que el verde sea esperanza... Pequeñas velas... ¡enseñan a los niños a navegar con pausa, libertad! Un árbol «a beira da ría» que forma una cúpula que la del Hotel Palace envidiaría. Cobija unos bancos y una mesa de granito de esta tierra; sentarse a la sombra de día y de noche, entrever en sus hojas las estrellas y siempre la música de la ría. Este año, el árbol bebió mucha agua; está espléndido. Los lazos que apretó el viento y el tiempo... Algunos fuertes, otros no tanto, pero te hacen feliz sentirte enlazado... Las personas son importantes; aquí es fácil «encontrarte», tan fácil que también te encuentras contigo mismo. Naturaleza, paz, arraigo ¡A volar! Las gaviotas: tranquilas en su caminar... rápidas, a veces, fugaces al volar... Cuando la bandada es grande, sorprende la organización. ¡Cuando despliegan el vuelo, impresionan! La longitud de sus alas, la belleza de su imagen. Sus músicas no son bellas, pero sí fuertes; les resultan útiles. ¡Es muy bello ver enseñar a sus hijos a volar! Anuncian que cerca está la mar.