El proceso que arrancó en 1993 promovido por Xerardo Estévez consolidó muchas iniciativas y proyectó una nueva imagen de Santiago en el imaginario colectivo
05 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Un buen número de bombas de palenque atronaban en el cielo compostelano al conocerse la nominación de Santiago como candidata a capital cultural europea del año 2000, mientras que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, rumiaba su «dolor y profundo disgusto» porque su ciudad, como tampoco Barcelona y Salamanca, no había podido arrebatarle tal honor a la vieja Compostela. Era el 30 de junio de 1995, y el alcalde, Xerardo Estévez, saludaba la nominación con un rotundo «nos lo merecíamos». La única pega de este cuasi heroico triunfo de Santiago ante las ciudades rivales españolas sería que en el Consejo de Cultura de la Unión Europea (UE) había triunfado la salomónica tesis del café para todos y, por vez primera, la capitalidad cultural de Europa, la del año 2000, tenía que ser compartida con otras ocho ciudades: Aviñón, Bergen, Bolonia, Bruselas, Cracovia, Helsinki, Praga y Reykjavik.
El 1 de enero del 2000 Santiago salió a la calle a estrenar la Capital Cultural Europea. La gente llenó las plazas y calles de la zona monumental a pesar de los cero grados de temperatura. Se avecinaban doce meses de fiesta y una lluvia de millones para pagarla. Los 2.000 actos programados para la conmemoración contaban con un presupuesto superior a los 4.000 millones de pesetas (24 millones de euros). La mitad correspondía a la iniciativa privada, unos 9 millones de euros los aportaban las tres administraciones a través del Consorcio de Santiago y alrededor de 3,6 millones provendrían del sorteo especial de la Lotería Nacional. Entre 5 y 8 millones de visitantes estaba previsto que atrajese la capitalidad a Santiago.
El nuevo alcalde, Xosé Sánchez Bugallo, abría oficialmente los actos de la Capital Cultural el 20 de enero insistiendo en que, con ser «un gran evento», a él lo que más le importaba es que tuviese continuidad en años sucesivos y contribuyese a «consolidar o modelo de cidade». Con la perspectiva de nueve años transcurridos conviene preguntarnos hoy en qué medida esto se logró y la capitalidad europea contribuyó a cambiar el rol de Santiago como referente cultural. Sánchez Bugallo rememora primero la huella física que dejó el evento: la recuperación para el municipio del antiguo Ayuntamiento de Santiago, en Cervantes, destinado hoy a Oficina de Rehabilitación, el proyecto de las torres de Hejduk, que se iban a construir en Belvís, y dos esculturas conmemorativas en Xoán XXIII y el polígono del Tambre.
«A capitalidade cultural foi un punto culminante porque dispuxemos de recursos extraordinarios, foi un ano fantástico», evoca el alcalde, destacando lo que supuso en promoción y consolidación de entidades como el Consorcio, la Real Filharmonía de Galicia y la Escola de Altos Estudos Musicais. Tanto la orquesta como el Consorcio tenían un plazo de vigencia hasta 1999.
En opinión de Xosé Manuel Villanueva, gerente del Consorcio, «o proceso de capitalidade cultural, que arrincou no 93, posibilitou desde o 95, cando se concedeu o evento, ata o 2000 a consolidación de moitas iniciativas culturais que se non existira a perspectiva do 2000 probablemente non se consolidarían». En este sentido destaca la Biblioteca Pública Ánxel Casal. Y aunque considera que no tiene nada que ver con la capitalidad cultural, cree que la Ciudad de la Cultura, cuyas obras se iniciaron en el año 2000, «deu pe a albiscar de maneira indirecta o tema da propia capitalidade». Según Villanueva, «a capitalidade cultural funcionou como unha ferramenta para dar unha perspectiva de que Santiago non é so o feito peregrino senón tamén cultural. En termos urbanos asociouse Santiago a cultura».
Para Socorro García, la concejala de Cultura, «no imaxinario colectivo seguimos sendo capitalidade cultural europea», una capital «cunha programación e actividades cada vez máis plural». No obstante, la edil nacionalista considera que la capitalidad cultural «púidose celebrar con máis perspectiva de continuidade, reforzando o tecido cultural da cidade e mellorando as infraestruturas».