Simiente sacrosanta y profana

Xosé M. Cambeiro SANTIAGO/LAVOZ.

SANTIAGO

Una cosa que podría hacer Ratzinger es elevar a la prelatura de Santiago a la dignidad cardenalicia, vacante desde Quiroga

07 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

De la visita del Papa a Compostela queda ya la huella de su paso, los ecos de la polémica por su venida, las adhesiones incondicionales de quienes han multiplicado la población de Santiago para aclamarle, el malestar de muchos conductores y ciudadanos por ver seriamente trastornada su existencia, cargas policiales y voces de «te espero» y «non te espero». También queda el disenso de los grupos de gobierno sobre el alcance económico de la visita y el entusiasmo del recibimiento. PP y PSOE han caminado, por una vez, de la mano.

¿Algo más? Sí. Para distintos sectores de la ciudad, especialmente los vinculados al turismo, queda la cancela abierta para que el mundo penetre en Compostela y Santiago se consolide y fortifique como destino de referencia. La polémica acompaña inevitablemente al Papa a donde vaya, porque es él y sus serias circunstancias, pero la resonancia de su visita llega a los más recóndidos rincones del planeta. Está claro que ese eco con otros personajes difícilmente se consigue.

Oficialmente, Benedicto XVI ha venido como un líder religioso, y un peregrino, en una fecha señalada y ha confortado a los fieles del credo católico. A ello el sector empresarial y el político responden «amén» y pasan inmediatamente a los cartapacios con el anagrama turístico. De hecho, desde un comienzo se ha visto al Papa como el salvador del Xacobeo.

El acontecimiento ha tenido su coste, y nada anecdótico. Las arcas públicas fueron abiertas y expuestas a las críticas, y quienes las abrieron lo han hecho interiorizando el hito papal como una clara inversión en la ciudad, como un amplificador de una promoción que, entre otras cosas, justifica a la Xunta el haber ahorrado el billete y la estancia en Shanghái. La propia celebración de los actos con la monumentalidad al fondo, en detrimento de una mayor capacidad de asistencia, cuadró mejor con ese objetivo.

Quienes no tienen la obligación de hacer esas cuentas, los decenas de miles de personas que siguieron en la ciudad la acción papal, han bendecido el mensaje de líder católico en medio de un fervor masivo y con toques de gloria. Al fin y al cabo, este era el auténtico objetivo de la visita, ramificado en otros. Cada cual ha ocupado su lugar en este escenario jacobeo alumbrado por la antorcha vaticana.

¿Queda algo más de esta estancia de Benedicto XVI? Hay voces que dicen que sí, que el contacto con la aureola papal ha iluminado a Julián Barrio. Que el inquilino del pazo de Xelmírez ganó en valor añadido. La visita, bajo esa perspectiva, establecería un áureo puente para Barrio. Hay gente que defiende esta hipótesis, que solo el futuro confirmará o desechará. Hombre, bien mirado, el origen de pontífice es puente. Más aun, en la Iglesia el pontífice es Julián Barrio. El Papa es el Sumo Pontífice, el pontífice máximo. Un sacro pudor hace que a los obispos no se les denomine con ese término, que les corresponde, y que todo el campo del pontificado sea de titularidad papal. El Dalai (más bello oceánico que sumo) comparte el apellido de su cargo con sus lamas.

Por cierto, Sánchez Bugallo dijo estos días en algún medio que el Dalai Lama, aunque no cuadre con la simbología de la ciudad del Apóstol, sería también muy bien recibido, como excelsa personalidad, en la universal Compostela. ¿No habrá chinos por ahí?

Una cosa sí podría hacer Ratzinger, y es elevar a la prelatura de Santiago a la dignidad cardenalicia. Está vacante desde la era de Quiroga Palacios. Significaría un nuevo rango recuperado para Compostela, que administrativamente puede tener más categoría desde el prisma religioso. Por lo de pronto, y lejos de las cábalas en torno a las ventajas eclesiásticas para Santiago, lo que seguramente preocupa más ahora a la curia compostelana es que llegue un obispo auxiliar, otra vacante que lleva unos años sin cobertura.