? Gustave Eiffel, el creador del emblema del París contemporáneo, e Isaac Peral, el inventor del submarino, habían sido huéspedes de su bisabuelo, a finales del siglo XIX, en O Barco de Valdeorras. Un siglo después, el historiador Ricardo Gurriarán se propuso comprobar si aquella aseveración, que escuchó de niño, era algo más que una leyenda incrustada en la tradición familiar. Y lo consiguió, al menos en uno de los casos: Isaac Peral tenía intereses mineros en la comarca de Valdeorras.
20 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.Isaac Peral pasó repentinamente de héroe a villano el 16 de julio de 1890. En la mañana de aquel día mantuvo una agria discusión con el ministro de Marina, José María Beránger, y se truncó definitivamente su carrera militar. Hasta ese momento solo había cosechado plácemes, apoteósicos recibimientos y grandes alabanzas por su genio inventivo. A partir de ese momento, las esferas oficiales le retiran el saludo y el crédito, su ensalzado buque submarino ahora «defrauda» y pierde de sopetón todo valor. ¿Qué pecado había cometido Isaac Peral? Simplemente el de aspirar a un acta de diputado por la circunscripción del Puerto de Santa María, compitiendo... ¡con el hijo del todopoderoso ministro Beránger!
EN VIGO
Apenas un mes después de su caída en desgracia, cuando ya un amargado Peral masculla la decisión de pedir el retiro de la Armada, asiste en Vigo a la inauguración -22 de agosto de 1890- del monumento erigido en honor de aquel quijotesco marino que prefería honra sin barcos que barcos sin honra. Y ante la estatua de Casto Méndez Núñez, promovida por la sociedad viguesa El Gimnasio, se deja retratar. La fotografía se publica en La Ilustración Artística, de Barcelona, acompañada de la siguiente explicación: «En el centro del grupo que hay junto al monumento está de pie el ilustrado marino, inventor del submarino de su nombre, D. Isaac Peral, a quien se invitó expresamente para asistir a la inauguración de la estatua; detrás de él, sentado en el zócalo, el autor de la escultura, Sr. Querol, y a ambos lados de ellos la Junta de El Gimnasio, algunos distinguidos escritores y varias personas notables de Vigo».
Sin embargo, ya ha comenzado a tejerse un grueso manto de silencio oficial en torno al célebre inventor. En Vigo no hay hueco para él en el protocolo que encabeza el contralmirante José Carranza en representación de la reina regente y del Gobierno. Muchos periódicos ni siquiera advierten su presencia, a pesar de la multitudinaria y popular acogida que días antes le había dispensado la ciudad. Incluso el testimonio gráfico, a juzgar por la ausencia de público, no parece haber sido obtenido el día de la inauguración, sino al margen de la ceremonia oficial.
A esas alturas, Isaac Peral ya está gravemente enfermo. Tiene 39 años de edad y únicamente le quedan cinco de vida. Un tumor, atribuido al corte accidental de una verruga en una barbería de Filipinas, le corroe el cerebro y cuando se lo extirpan, en Alemania, un descuido en las curas desemboca en una meningitis mortal.
En esa última etapa de su vida, el marino cede el paso al hombre de negocios. Funda varias empresas relacionadas con la nueva fuente de energía que emerge a finales de siglo: la electricidad. Fabrica acumuladores en Madrid, instala el alumbrado eléctrico en 22 ciudades españolas y sigue patentando inventos.
En medio de esa febril actividad empresarial, en 1892 acude a tomar las aguas en el balneario de Mondariz y aprovecha la oportunidad para conversar con su amigo Enrique Peinador sobre varios proyectos de electrificación en el sur de Galicia.
Durante su estancia, visita las ruinas del castillo medieval de Sobroso, próximo a las instalaciones termales, como atestigua la fotografía conservada para la posteridad por el tudense Ricardo Blanco-Cicerón. Quizás el ya ex teniente de navío Isaac Peral escuchó, durante su visita a la fortaleza, la leyenda que identifica al más célebre de los navegantes, Cristóbal Colón, con el altivo Pedro Madruga que en el siglo XV reconstruyó y habitó aquel castillo devastado durante las revueltas irmandiñas.
PARADA EN VALDEORRAS
Es probablemente en su viaje de regreso a Madrid cuando Isaac Peral se apea del tren en O Barco y se convierte en huésped de los Gurriarán, familia de comerciantes, banqueros y posaderos de origen vasco establecidos en Valdeorras desde hacía siglos. ¿Pero qué se le perdía al célebre personaje en aquella comarca ourensana?
Hace ya tiempo que el profesor Ricardo Gurriarán descubrió, en el Archivo Provincial de Ourense, la posible respuesta. El 13 de septiembre de 1892, Isaac Peral y uno de sus hermanos solicita el registro de sendas minas de antimonio, denominadas «Juanito» e «Isaac, Antonio y Luis», emplazadas en la parroquia de Biobra, en el municipio de Rubiá. Y el 5 de mayo del año siguiente, no habiendo recibido contestación, el ex marino manifiesta que «no quiere perder el derecho de sus registros» y «protesta en el término hábil contra la morosidad administrativa», en un escrito fechado en Madrid y dirigido al gobernador civil de la provincia de Ourense.
A diferencia de otros prohombres contagiados por la fiebre minera, que solo perseguían el rápido beneficio de la compraventa especulativa, probablemente Isaac Peral buscaba en Biobra suministros de antimonio para su fábrica de acumuladores eléctricos. Pero no sabemos si las dos minas fueron efectivamente registradas y puestas en explotación. Lo serían en todo caso por poco tiempo, porque la existencia del genial inventor enfilaba ya la recta final.
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Isaac Peral, en las ruinas del castillo de Sobroso | fondo blanco-cicerón