A sus 61 años, el cineasta manchego estrena «La piel que habito», un «thriller» desconcertante: «El género negro me apasiona en mi madurez», dice.
02 sep 2011 . Actualizado a las 17:36 h.Almodóvar (61 años) da un nuevo quiebro y estrena La piel que habito, un desconcertante thriller terrorífico que sigue fiel a sus obsesiones y, al mismo tiempo, las dinamita. 21 años después de Átame, se reencuentra con Antonio Banderas, desconocido como un gélido cirujano que experimenta un nuevo tipo de piel con una paciente secuestrada (Elena Anaya).
-Le ha salido su película más negra en muchos años. ¿Tiene que ver con su estado de ánimo?
-No. Hay que hacer lo que te pide el cuerpo, en mi caso, el corazón. El género negro ha dado grandísimas obras maestras. Me apasiona en mi madurez; si tengo que pensar en los deuvedés que he visto en los últimos meses, predominan los thrillers y noirs. He llegado ahí por vocación, como a todo en mi vida.
-«La piel que habito» habla del deseo, el tema almodovariano por excelencia.
-El deseo, para bien o para mal, es uno de los motores más potentes de nuestra naturaleza. El deseo puede hacer que un individuo se convierta en un héroe o en un ser vil. En el caso del personaje de Antonio, su deseo es inconsciente. Es un psicópata al que no le atraviesan las emociones de los demás. Puede cometer actos monstruosos porque no concibe la idea del dolor. El deseo puede darte una fortaleza tremenda o convertirte en alguien vulnerable porque no quieres defenderte.
-Hay muchas referencias al cine fantástico.
-El cine de terror que menos me gusta es el que se hace ahora. El cine expresionista es el que más me conmueve. De hecho, estuve a punto de rodar la película muda y en blanco y negro, pero bastantes retos tiene ya. Los títulos de los años 50 abordaban la anticipación científica y el miedo sin trucos visuales, de forma lírica e inquietante: Ultimátum a la Tierra, El increíble hombre menguante... A mí eso me impacta más que el gore sanguinolento.
-¿Se queda con ganas de repetir con Banderas?
-Sí, sobre todo me quedo con ganas de volver a un tono que él hace muy bien, la comedia. En esta película quería al actor de los 70 que se ponía en mis manos y que yo moldeaba a mi capricho con excelentes resultados, pero con un tono nuevo. Antonio sigue siendo igual de crío y de gamberro en el mejor de los aspectos. En el aspecto más festivo sigue siendo la misma persona. Hay fotos idénticas de los rodajes de Átame y La piel que habito. Me lo han pedido él y mis hermanas. Y mi hermano, así que voy a tener que hacerla. Hasta la gente me lo pide por la calle. Tengo cuatro guiones sin terminar, uno es una comedia. Hay un 25 % de posibilidades.
-¿En qué lugar de su carrera sitúa esta película? ¿Sigue esperando su obra maestra?
-Cuando abordas un rodaje no piensas «voy a hacer una obra maestra», sino en problemas más concretos y prosaicos. Lo que más me importa es si me reconozco dentro de una película. Y después ver si el resultado final se corresponde con algo tan abstracto como un guion. Mi vida se confunde absolutamente con mi carrera, el cien por cien está dedicado a esta profesión. Quiero enfrentarme a historias que me estimulen y ser el motor de esas historias, sin imposiciones ajenas. Al cine del futuro le pido que no pierda la pasión. Claro que tampoco hay obras maestras incontestables, ¿eh? Siempre hay algo que no te gusta de películas maravillosas.
-¿Cómo ha cambiado la relación entre su vida y su obra?
-La vida te va cambiando y afecta al tipo de historias que cuentas. La que hago ahora es muy distinta a la que hacía en los ochenta, mis películas no se parecen en absoluto. Hay una mayor introspección, mi vida la hago más dentro de mi casa que fuera.