La era Fraga no supuso altisonancias con Compostela

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

22 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando recientemente se inauguró la rúa Fraga Iribarne, algún correligionario suyo comentó que el acto llegaba a tiempo por los pelos. Las lágrimas en el entorno familiar delataban el agónico momento del político vilalbés, que aun tuvo huelgo para sobrevivir varias fechas. Ayer fue su despedida. En el bar Melide de San Lázaro recuerdan que una de las últimas partidas de dominó que jugó Fraga la echó allí, en una de aquellas mesas, jaleado por Conde Roa.

El alcalde, como tal, no tuvo la oportunidad de cohabitar políticamente en Compostela con el expresidente fallecido como hicieron Xerardo Estévez o Sánchez Bugallo. Estuvo en un tris de intentarlo y terminó abandonando la candidatura por disensiones con el vilalbés. Pero lo cortés no quita lo valiente y el encontronazo no le impediría elogiar la figura del patrón.

El carácter impulsivo y fogoso de Fraga le hacía proclive a salirse de tono, aunque en los últimos años dio la impresión de comedirse un poco. Acudiendo al ajado baúl de los recuerdos, este redactor evoca una entrevista mantenida con el entonces presidente del PP en la madrileña calle de Silva en 1981, cerca aún de su oscuro pasado. Era un despachito minúsculo en el que apenas cabía la mesa de Fraga, que hacía de hipotenusa en un ángulo, y un par de sofás. Esa pequeñez, claro, hizo que los decibelios de su voz martilleasen durante una hora los tímpanos del redactor y en varias respuestas casi los reventasen.

Era la antítesis de su hermano Marcelo, un entrañable, lúdico y festivo personaje que hacía de cuando en cuando escapadas desde su consulado en Montpellier a Santiago, y entre cuncas relataba sin parar sabrosas anécdotas. «Meu irmán Manolo di que non fai bo de min», le decía irónico a este cronista. Ambos hermanos, es de suponer, estarán de nuevo juntos por algún lado. Una aparente estupidez, pero eximia y altruista (adentrarse en el consulado en llamas para ir a rescatar a su perro) se llevó mucho antes a Marcelo.

Puntualidad

Sin descabalgarnos aún del recuerdo, y antes de correr una cortinilla, lo que aprendió uno en el encuentro de la calle Silva es el valor de la puntualidad británica. Acababa de ocurrir un atentado del Grapo que involucraba a Alfonso González Cambeiro, y uno de los policías de la puerta se lo recordó al redactor: «¿Sabe que andamos buscando a un Cambeiro?» «!Sí, claro!» «¿No será usted pariente»? «Es probable que sí» «¿Cómo que es probable»? «Porque es de la zona de origen de mi familia». Las urticantes dudas de los agentes, susceptibles de alguna pequeña pesquisa, las solventó de un plumazo la intransigente puntualidad de Fraga.

Siempre la ha exhibido en sus citas públicas y ahí no lo siguió Emilio Pérez Touriño, que tampoco fue puntual en el plano de la institucionalidad. Su reloj no estaba en hora cuando situó la Consellería de Pesca fuera de Santiago, con el Estatuto da Capitalidade recién aprobado. Manuel Fraga entendió mejor desde el púlpito de San Caetano el papel de Compostela.

No fue el mejor alcalde de Santiago, como refiere algún político popular, porque ese rol le correspondió a Estévez y Bugallo. Y además, dejando a un lado el saco sin fondo del Gaiás y el Consorcio, el nivel inversor de su Xunta fue en una serie de aspectos manifiestamente mejorable.

Pero Manuel Fraga elevó la ciudad y la puso jurídica e institucionalmente en su sitio. Curiosamente, no se le recuerda ninguna altisonancia en esa ilación con Santiago. En el plano de la colaboración, no solo le gustaban las gaitas, sino que las templaba.

Emuvissa lleva unas semanas meciéndose en el oleaje de la más dura dialéctica municipal. La empresa la constituyó el Ayuntamiento en la primavera del 2000, con el desacuerdo del PP, para dotarse de un instrumento eficaz en la gestión de suelo y vivienda. Su RIP ya está encargado, al menos en la gestión de suelo. Al gobierno local no le temblará la mano al colocarlo, al contrario. El último servicio que ha prestado la sociedad ha sido un polígono industrial en Costa Vella, viable e inviable, que acaba de informar un técnico bifocal. Un polígono (junto a otro) cuya adjudicación efectuó el anterior gobierno precipitadamente en la frontera de los comicios pese al anuncio de que podía ser un bebé muerto.