Un Obradoiro de perfil bajo

M.G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Álvaro Ballesteros

En el colectivo santiagués el cooperativismo está por encima del carisma

26 ene 2012 . Actualizado a las 17:12 h.

La tipología de líderes en los equipos es variada. Los hay ocasionales, los hay que siempre están en primera línea de batalla, los hay de perfil bajo o simplemente no los hay. El penúltimo supuesto parece ser el caso del actual plantel del Obradoiro. Cuando menos, no ha emergido esa figura capaz de abanderar una causa, de significarse en medio de los avatares.

Hace uno años Caneda dio una rueda de prensa para anunciar que a partir de aquel momento Fabiano era el líder de la plantilla. El experimento no dio resultado, porque el carácter no se inviste. El centrocampista nunca se borraba, pero no tenía la capacidad de arrastre para tirar del grupo. En líneas generales, ese es el gen dominante en la plantilla del Obradoiro, el de los fabianos.

En el colectivo de Moncho Fernández no asoma ningún líder natural como pudo serlo en su día Fernando Martín en el Real Madrid. Sus arengas en los tiempos muertos perviven en el recuerdo. Y hay anécdotas que explican a las claras su manera de ser y su predicamento.

En una ocasión, en una eliminatoria contra el Barcelona, no pudo entrar en la convocatoria para el partido de la ciudad condal por sus problemas de espalda. Con el equipo ya en tierras catalanas, le llegaron ecos de unas declaraciones de Aíto García Reneses, técnico azulgrana, apuntando que sin el pívot blanco el camino estaba allanado. Martín, por su cuenta y riesgo, cogió el puente aéreo y apareció en el hotel con un mensaje del calibre del que sigue: «No me he levantado para perder». El Madrid ganó aquel partido, pese a que el pívot no aportó mucho más que su presencia. Pero solo con eso cambió el estado de ánimo del grupo.

Héroes por un día

Hay jugadores que asumen el papel de líderes por un día, sea por intuición o cualquiera sabe el motivo. Hace uno años, en un partido del Rosalía en Tenerife, Antonio Watson, un pívot callado e introvertido, sorprendió a sus compañeros en un tiempo muerto, porque rara vez tomaba la palabra. «Hoy ganamos», sentenció. Firmó 19 puntos y 17 rebotes. Y no se le recuerda otro expediente siquiera parecido.

También avisó Randell Jackson en el choque que decidía la permanencia, ante el Guadalajara. Pero en aquel caso las connotaciones eran distintas, porque había llegado como baza salvadora del equipo y no le estaba acompañando la fortuna. «Tranquilos, hoy ganamos». Dominó la contienda con 27 puntos.

Ruffin pidió la palabra

Más enjundia tuvo la intervención de Michael Ruffin en el vestuario del Obradoiro, en plena celebración por la conquista de la Copa Príncipe. Tampoco era de los que se prodigaba en el turno de la palabra. Entre eso, y el tono grave que lo caracterizaba, su discurso causó un efecto inmediato en medio de la algarabía. «Quiero hablar», dijo, y los cuellos se giraron hacia él: «Esto, todos los días. Hay que jugar igual de duros en cada partido». Amén. El mensaje llegó. Bien es cierto que la pasada campaña fue tan redonda para el conjunto santiagués que no hacían falta ni las arengas. Aquel equipo no perdió dos partidos seguidos en ningún tramo de la temporada.

El pasado fin de semana Kostas Vasileiadis recordaba que Marc Jackson había sido el líder del Obradoiro hace dos años.

Territorio Jackson

Fue algo que quedó claro en el primer encuentro amistoso, en Rianxo, frente al Spartak de Moscú. El primer grito que pegó para recibir el balón todavía atruena. A diferencia de Ruffin, era muy expresivo, en el campo y en los entrenamientos. De sus dotes de liderazgo puede dar fe la trayectoria de Jason Terry, que fue una al socaire de Marc Jackson y otra distinta a la vera de Massey.

También Maxi Stanic ejercía su ascendiente sobre la plantilla, pero más sobre los hispanoparlantes. Y, por si quedaban dudas sobre su capacidad de arrastre, se disiparon cuando arriesgó el tobillo y el contrato de la temporada siguiente, pese a que las opciones de salvación eran ya mínimas.

En la actual plantilla del Obradoiro no hay cabecillas, ni caciques ni abanderados. Tampoco hay artificieros. Es un colectivo de lo más correcto y comprometido, una cooperativa a la que quizás le falte un elemento carismático capaz de agitar la atonía o de dar una voz en medio de la tempestad.

Palacio y Hopkins

Si acaso, hay líderes de perfil bajo. Hopkins y Palacio, por veteranía y horas de vuelo, son de los que van un poquito por encima de la media a la hora de tirar del ánimo. Sin olvidar al capitán, el Tuky Bulfoni, pero en este caso más como símbolo de una etapa, como el único que lleva tres temporadas en Santiago y que ha sabido interiorizar los valores del club.

Esa uniformidad se traslada también al campo de juego. Alcanzado el ecuador de la Liga Endesa, resulta difícil apuntar un nombre propio como el elegido para jugarse la última posesión si fuese la que decidiera el resultado.

Y esa fue también la filosofía el pasado curso, en la que el protagonismo no recayó en un solo actor sino que fueron varios los que se turnaron en distintos partidos.

Lo que más necesita el Obradoiro es la quinta victoria. Y, en su búsqueda, volverá a apelar al cooperativismo. Más que un jugador destacado necesita cuatro con dobles dígitos. El valor está en el grupo.