La peatonalización no ha huido de la zona nuevaQué verdes los aparcamientos

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

29 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Cuando los comerciantes se reunieron con el gobierno local y pidieron un stop en el proceso de peatonalización del Ensanche, muchos han dado por hecho que esa señal iba a permanecer inamovible. Lo fácil es ahuecar el ala, ante un asomo de duda, y guardar los bártulos. Si hay una zona en Santiago necesitada de cuando en cuando de aire fresco, relax, espacios vitales sin coches y dinamismo es el Ensanche. Al menos de cuando en cuando.

Un tocho urbano sin vistas, algo humanizado con la reurbanización de las calles, alberga el derecho a que la gente destierre en algunas fechas a los vehículos y se convierta en protagonista. Y los comercios también, sí, como en otras ciudades europeas. Y si en esas poblaciones las medidas dinamizadoras surtieron efecto positivo para los negocios, el Ensanche compostelano no podrá ser un bicho raro en una colección taxidérmica.

¿Agua de borrajas? Pues no. El departamento de Mobilidade no ha tachado la peatonalización de la agenda y, con estudios concluyentes bajo el brazo, se dispone a retomar los contactos con los colectivos involucrados. En un proyecto de este tipo, el consenso es ineludible.

Raxoi no constreñirá temporalmente su actuación, dejando caer fechas, pero acordonará el proyecto y lo protegerá de cualquier tipo de acción o medida que pueda hipotecarlo. Es una prevención.

Terrazas

En una calle sin coches luce mejor que en ninguna otra la esplendidez de una terraza, dentro de una ciudad que se presta a las mesas y sillas. Solo que con una dinámica nueva y diferente a la que orientaba hasta ahora el terraceo callejero. La complejidad de la existencia tiene que ir acorde con una nueva normativa.

Eso es lo que ha pensado María Pardo, que ha querido dar un toque de modernidad a la hostelería de las aceras y amparar la de los patios interiores. Hay lagunas que cubrir y bien está no dejar en el limbo situaciones extrañas al pairo de la mayor o menor permisividad.

Eso sí, sin contradecir la estética ni el entorno. La imagen de Santiago es incompatible con el feísmo, y las terrazas son de esas cosas en las que uno se fija y a menudo sacude la mano.

En los espacios públicos, particularmente en el casco histórico, los elementos del vaya por Dios no tienen cabida. Hay mobiliario en muchas aceras que puede alimentar durante una buena temporada las instalaciones de reciclaje de plásticos. «Máis gastos, máis gastos, sempre máis gastos», se le quejaba hace un par de días un hostelero a este cronista al parlotear sobre las nuevas exigencias de las terrazas. Habrá, sí, quien tenga que efectuarlos, pero las quejas suelen orillar las ventajas económicas. Y la letra de la nueva regulación las pone en bandeja. Las bicicletas en Santiago son para el verano, pero las terrazas ya no.

A más de uno le cuesta admitir estructuras sobre el empedrado antiguo. Escuecen, esa es la verdad. Más puras e inmaculadas son las rúas seculares desnudas de instalaciones, pero tanto el personal doméstico como el visitante van a tener que acostumbrarse a esas estampas. Ya se acostumbraron al apolillado barracón de Trindade, lo que parecía imposible.

Más entrañable, mira, resulta ese quiosco en el oasis urbano rodeado de sillas, mesas y, por pedir, las notas festivas de una banda. Raxoi ha anunciado que la agrupación musical del Concello tornará a la Alameda y, solo al mencionarlo, a muchos compostelanos les invadió un cosquilleo de nostalgia y emoción.

Todas las regulaciones deben ajustarse en lo posible para su mayor idoneidad, rendimiento y eficacia. Pero las modificaciones tienen que ser medidas y ponderadas, porque si se sobrepasan ciertas líneas «verdes» los objetivos pueden perder toda su fuerza. La ordenanza de aparcamiento para los residentes, readaptada con laudables intenciones de «abarcar a», está perdiendo su efectividad. Es tanto el color verde impreso, como a veces pasaba con los antiguos billetes de mil, que los vecinos afectados ya conocen otra forma de inflación en su zona. Los residentes, a ciertas horas, miran al barrio de al lado para encontrar plazas, al menos en los lugares de mayor demanda. Solo es cuestión de verificarlo.