En Lavacolla no amanece tan temprano

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

19 feb 2012 . Actualizado a las 07:03 h.

La noticia del traslado de la estación del AVE a Lavacolla, lanzada de sopetón por el alcalde, fue tan sorpresiva que dejó abobada a toda la parroquia. Hombre, saltos de alegría no produjo. Al día siguiente el regidor varió un poco la partitura y rebautizó los términos. La estación pasó a denominarse apeadero, «un simple apeadero», denominación que desluce el gran nudo de comunicaciones de Galicia preconizado por Conde Roa. Un apeadero en un gran eje de comunicaciones... Bien, se acepta, como también mudar de aéreo a férreo el viejo y casi telarañoso inmueble aeroportuario.

En fin, la terminal y el tramo del AVE (con mayúsculas) constituyen una idea que el regidor lanzó a los cuatro vientos, orientada particularmente a los despachos del Ministerio de Fomento y de la Consellería de Medio Ambiente. Es un proyecto con acento gallego que ha de tener un estudio y un aval técnico detrás, a ser posible tras un debate previo de expertos y ciudadanos. Unos y otros tienen mucho que decir en esta iniciativa, aunque no tanto como los encargados de financiarla en estos tiempos que corren.

En el lenguaje urbanístico, conectivo, territorial, social y económico serán los técnicos quienes diseccionen a fondo el proyecto del gobierno local y pongan el resultado sobre el tapete de los organismos paganos, Fomento y Medio Ambiente, y de la mesa de debate. Rechazarlo sin más es una osadía.

Lo que no está muy claro es que Gerardo Conde albergase esta idea de Lavacolla en el caletre cuando echó por la borda el proyecto del Hórreo. La hubiera reflejado en sus argumentos, porque no había motivos serios para guardársela.

Paraje urbano

La historia previa de la estación del AVE avaló hasta ahora su encaje urbano. Lo asumieron convencidas en su momento las administraciones involucradas tras estudiar enfoques interiores o periféricos y visitar infraestructuras por España adelante. Se dijo además que la tendencia era que las estaciones residiesen en el paraje urbano. Hay que ver ahora cómo obra el reparto de terminales que defiende Conde Roa, si favorece o desfavorece la futura Compostela.

La clave gallega es un excelente criterio, aunque transferírsela a Abel Caballero es pedirle peras al olmo. Carlos Negreira no desairará a su homónimo compostelano (no es brusco como el olívico) pero está estudiando como sacárselo cariñosamente de encima. Conde Roa tiene (o tenía) previsto recalar en los principales consistorios.

En todo caso, la decisión les corresponde a los que están por encima, teóricamente, de los reyes de taifas galaicos. Núñez Feijoo le dio su bendición al proyecto (¿que parte le corresponde hacer?), lo cual es un buen comienzo y ninguna garantía. ¿Qué dicen los rumorosos en Fomento? Puede que Ana Pastor se haya desplomado ya con la bárbara cantidad expresada por Abel Caballero, cuya boutade (a ver si no va a serlo tanto) perseguía seguramente ese efecto dramático en su afán de restarle ideas y logros a otras ciudades.

Pero su sentencia final («eso no se va a hacer nunca») es más que probable que refleje la cruda realidad. El proyecto de la estación intermodal había echado ya raíces en el Hórreo, fue arrancado y ahora se pretende trasplantarlo en Lavacolla. Lo factible se convierte en futurible y con un horizonte cuya lejanía habría que medirla con las magnitudes de Caballero. Los compostelanos vieron su estación intermodal e interconectada tan cerca...

Ahora toca aguardar que el nuevo proyecto fragüe. En adelante es la única alternativa que se va a poner sobre la mesa y bueno sería tener un diseño ilusionante en el Xacobeo.

Xosé Manuel Iglesias duró todo el anterior mandato municipal, en donde sus tesis eran una isla. Curiosamente, el grupo funcionó en Raxoi sin serias discrepancias. La fractura del BNG afecta, obviamente, a todos los feudos gallegos y Santiago no es una excepción. Cuando el proceso de transición posterior a la asamblea nacional esté finiquitado, una vez que se celebre la reunión asamblearia de Máis Galiza, se podrá verificar el alcance de la crisis en la ciudad. Hay quien recuperó la meditación trascendental para decidir su futuro. Dar el paso de romper el hilo de decenios o lustros de militancia no es nada fácil, y a no pocos les resulta doloroso. Quien abandona lo hace, seguro, con planta firme.