«Sonche o único veterano»

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El zapatero de Sar trabaja sin tregua pero el calzado tarda en retirarse

05 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Joaquín resiste, como el único zapatero veterano que queda, en la Calzada de Sar. Sigue disfrutando, en compañía de sus deudos Manuel y Vitoria, de un oficio cuyo aprendizaje le llevó nada menos que a París antes de abrir, hace casi cincuenta años, su actual taller. «O de París era daquela avanzado e moderno», dice el conocido en Santiago como, «o zapateiro de Sar». Una de las máquinas de calzado como la que manejó en Francia la incorporó a la vuelta a su negocio, que pronto comenzó a crecer en clientela.

Era el año 1966. Le echó el ojo a una casa pétrea en Calzada de Sar, 1, entonces en el quinto pino, y allí acomodó máquinas y aparejos. En la mili, antes de ir a París, ya había hecho hecho y vendido zapatos a escondidas. Oficialmente estaba adscrito a la lavandería porque le avisaron que si revelaba su oficio «ía traballar gratis para todos».

En Sar, el taller no tardó en rodar «a tope de xente». Se difundió la especie de que alguien trabajaba de maravilla por allí. «A xente por algo viña. Cando atopas un bo médico vas onda el», arguye. Con 70 años, no ha perdido un ápice de su saber zapateril. Su hijo Manuel lo refleja con estilo inmejorable: «O que eu fago cos ollos abertos, el faino cos ollos pechados».

Bien lo saben los conocidos personajes que han depositado su confianza en el artesano de Sar, como Fraga, Touriño o el actual presidente. Sus asistentes se han encargado de llevarle piezas para unos filis, unas tapas o cosas por el estilo. «A Cuíña levantámoslle dúas tapas para que fora máis alto», dice Joaquín con naturalidad. También Dopico, «o das películas», le pidió más centímetros, pero por exigencias del guión.

Lo de alzar el calzado lo tiene que hacer a menudo Joaquín para compensar cojeras, problemas de cadera..., y por estética: «Aquí veñen noivas ás que hai que poñerlles centímetro e medio aos zapatos para a súa voda. Cando remata a cerimonia, quítanos».

Joaquín y su hijo siguen trabajando sin tregua con la crisis. Pero hay un problemilla que se agudizó con este clima económico: las estanterías del local están abarrotadas de bolsas de calzado arreglado y no retirado. Pasado el fin de mes, el calzado de una estantería desaparece, pero continúa en las demás por culpa de traslados, cambios de residencia, etcétera. «Que a xente pase a recoller os zapatos, por favor», aprovecha Joaquín este altavoz público.

Preguntan precios

Hay quien no va a recoger jamás sus piezas de calzado, excelentes algunas de ellas. Transcurridos tres años al menos, van a parar a Reto: «É un fastidio, porque traballas e non cobras».

Oro signo de los tiempos: antes la gente dejaba los zapatos para arreglar, y nadie preguntaba el precio: «Agora pregúntano moito, mesmo polos arranxos más pequeniños».

Y uno más, cada vez llega más calzado sin el menor pedigrí a Calzada de Sar, 1. Esta vez es Manuel quien tercia para quejarse: «A calidade do calzado baixou moito. A xente cómprao cativo e non sei se é por moda ou por falta de cartos. Pero si sei que a nós nos da máis traballo reparar o calzado barato que o caro, porque está mal feito e da problemas».

En la vidriera hay una pequeña bota de porcelana que atrae la mirada del redactor. La envió por correo un peregrino desde Francia, como agradecimiento por el arreglo de sus zapatos en casa Joaquín. La botita lleva impresos los datos de la peregrinación, entre ellos los 3.600 kilómetros recorridos por el peregrino.

Joaquín queda como único zapatero veterano, pero están surgiendo últimamente numerosos negocios en la ciudad. «Son locais de arranxo rápido, igual que a comida rápida», expone.