El gran erial de Defensa convoca al disfrute familiar

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

25 mar 2012 . Actualizado a las 07:06 h.

Hubo dudas, tiras y aflojas y una defensa numantina por parte de Raxoi de la edificabilidad de una parcela de Bando lindante con la vía pública. Ahí se proyectó la edificación de 300 chalés como condición sine que non para la construcción de una grandiosa área deportiva con campo de golf. Tras un año de pegas y negociaciones, la Xunta dijo sí.

Si los gestores municipales que se dejaron la piel en este empeño, y lo coronaron con éxito, llegan a olerse que su tarea iba a ser inútil dedicarían sus desvelos a otros propósitos. En Bando no tiene cabida el cemento, si en buena parte ha de ser protegido, y las alternativas empezaron a girar en el nuevo cerebro gubernamental. Una se impuso: un gran parque ciudadano.

En distintos países europeos es común el disfrute de un gran parque de ocio familiar, y a uno le vienen a la cabeza espacios alfombrados de verde y jolgorio como el Rheinpark o parque del Rin, en la ciudad de Colonia. Solo imaginarlo a más de uno se le hace la boca agua. Es realmente espléndido, aunque Gerardo Conde posiblemente no situará su numen inspirador en este país bajo el reparo de que se le pueda acusar de germanófilo por motivos familiares. Pero al menos en una idea de esta naturaleza Alemania es perfectamente imitable.

En la relación de prioridades de un Ayuntamiento como en el de Santiago, con sus arcas bajo mínimos, una gran actuación como la antedicha tiene que colocarse por ahora a la expectativa. Antes hay que preguntarle al Ministerio de Defensa, con quien va a negociar el Concello la cesión del área militar, para qué quiere un erial tan enorme. Claro que uno no se aburre examinando y comparando el grosor de las ratas que rebullen por las construcciones abandonadas. Seguro que hay zonas que las tienen más grandes.

Saturación

El mercado es libre, pero la saturación no es buena. La sobreabundancia de una determinada actividad no beneficia al sector ni tampoco a la ciudad. Muchas personas van a tiro fijo con la hostelería o los suvenires en los locales que reabren en el centro histórico. Frenar el empacho y fomentar la diversidad de negocios es una tarea que incumbe a las autoridades.

No es fácil actuar porque hay que hilar fino, no vulnerar normas ni susceptibilidades, extraerle los extractos necesarios a los textos legales y dialogar con los gremios pertinentes. Sin olvidarse de adoptar decisiones.

El casco viejo es un espacio turístico, en donde la hostelería y los recuerdos son piezas básicas y punto de mira de los visitantes, pero si uno se fija puede apreciar viviendas encima de los bajos del casco histórico. Es un ámbito con residentes y con necesidades como en cualquier otra área urbana. Diversificar y revitalizar son verbos que encajan aquí.

Este periódico publicó recientemente una lista de las actividades económicas que han fenecido o huido de la «almendra», y especialmente de determinadas calles turísticas. Algunos negocios, como los de copas y tenedores, tienen espíritu de permanencia y proliferación. Con los precios de alquiler que alcanzan los locales, ir a lo que parece más seguro hace abrir muchas puertas con telarañas o de reciente candado.

Innumerables actividades van desapareciendo y lo añejo va quedando reducido a la mínima expresión. Años atrás se ponía a las ferreterías como símbolo de especie comercial a extinguir, y de hecho una detrás de otra han ido abandonando la ciudad monumental. Resulta insólito, y tierno, que Casas Chico lleve 150 años funcionando en las Casas Reais recubierto de pátina e inmarcesible. Es una reliquia viva que, si un día desaparece, engrandecería el obituario del casco antiguo.

Juan de la Fuente, inmerso en un plan de rebacheos del plenilunio, no quiere que ninguna asociación del rural alegue que anda escondido. Y para rechazar ese argumento, si hay desatención en una parroquia o un barrio, lo que ha hecho es transmitirle su teléfono personal a todos los presidentes de las asociaciones de vecinos de Santiago. Es una buena fórmula para mantener un contacto directo con los representantes de la periferia. El edil de Obras corre el riesgo de que media docena de presidentes vecinales le llamen al mismo tiempo, pero esos trances son más llevaderos que los vituperios por recluirse u olvidar el sonotone en casa. También colocó teléfonos rojos vecinales en el grupo municipal y Vías e Obras.