La directora de la biblioteca se enamoró de Santiago hace 25 años
14 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.En el caso de Mabela Casal, lo más adecuado no es decir que la atrapó Compostela, sino la Universidade de Santiago. Lleva más de media vida en esta capital, desde que a los 18 años comenzó Filología Hispánica en la praza de Mazarelos, en ese edificio que albergó numerosas titulaciones y al que los estudiantes que pasaron por él, aunque no tuviese las mayores tecnologías ni comodidades, siempre anhelan volver.
Esta pontevedresa llegó a la capital de Galicia cuando la oferta cultural de su ciudad era escasa y la rehabilitación del casco viejo de la urbe del Lérez estaba en pañales. Así que, aunque suene cursi, «namoroume Santiago». Y ya no se fue. Pasó cuatro años estudiando en Mazarelos, otro en la nueva facultad en el campus norte, «que aínda que agora pareza unha tontería, naquel momento o marchar ao campus norte notámolo moito, ¡parecía tan lonxe!».
El futuro de los investigadores, hace dos décadas, ya no era idílico. Así que Mabela, que contaba con un buen expediente y había iniciado el doctorado, se lo pensó dos veces y se presentó a unas plazas en la biblioteca. Aprobó, y su primer y de momento último destino fue la Xeral, enmarcada en el Colexio de Fonseca y germen de la universidad.
De sus años universitarios, primero en el otro edificio de Fonseca, el colegio mayor, después ya en un piso con compañeros, guarda grandes recuerdos, tanto de la carrera como del ambiente. Disfrutó muchísimo la titulación, y no recuerda ni un mal profesor. «Tiven moi bos mestres», rememora, desde Margarita Santos, que la marcó como su primera docente de literatura, y con la que acabó colaborando en su trabajo en la biblioteca, hasta Darío Villanueva, Mercedes Brea, José Manuel González Herranz...
Pero tampoco estaba mal la vida universitaria. «Cando cheguei deslumbrábame todo. Coincidiume o Xacobeo do 93, e aquí veu unha nómina de artistas impresionante: Zubin Mehta, Alfredo Kraus, Daniel Barenboim... Semana si e semana tamén facía cola no Principal para coller entradas», sonríe. Ahora, matiza, la oferta cultural bajó, tanto en variedad como en cantidad.
No comenzó como directora, sino que primero obtuvo una plaza del grupo B y después concursó. Pero toda su trayectoria profesional la enriqueció. Empezó como catalogadora del fondo editorial gallego, «polo que foron anos de formación moi importantes». Luego le tocó el turno a la sección de publicaciones periódicas, y finalmente se puso al frente de la biblioteca.
Los mismos estudiantes
Han pasado dos décadas desde que ella estudiaba, pero los alumnos que van a la biblioteca se comportan prácticamente igual. Fundamentalmente acuden a estos centros a estudiar apuntes, pero la directora asegura que un centro así puede ayudar de modo significativo en la formación de un alumno. «Podemos axudar a docentes e estudantes dicíndolle aos alumnos: cando necesitedes información estamos aquí, está o catálogo, Internet, temos moitos recursos. San google non o resolve todo -añade- e aínda que resolva, memos pode utilizarse dun xeito máis selectivo, hai opcións para afinar, existe un google académico», apunta.
Las nuevas tecnologías también se introducen entre los libros y los tomos históricos, y han facilitado la labor de investigadores y profesores. Papel y fibra óptica no están reñidos, todo lo contrario. Mabela, que se siente privilegiada por trabajar donde trabaja, lo dice claramente: «No tocante ao patrimonio, as tecnoloxías están para axudarnos».