El «Españoleto» aterrizó como pudo

Nacho Mirás Fole

SANTIAGO

<span lang= es-es >Sin traumas</span>. Meilán nunca dejó de viajar en avión. En la imagen, abajo, sentado, acompaña a Adolfo Suárez en la visita que el presidente hizo a Betanzos en 1979.
Sin traumas. Meilán nunca dejó de viajar en avión. En la imagen, abajo, sentado, acompaña a Adolfo Suárez en la visita que el presidente hizo a Betanzos en 1979. alberto martí< / span>

El día 3 se cumplen 35 años del accidente de un DC-8 en Lavacolla

24 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Elegí un mal día para dejar de fumar». La frase la decía el mítico Lloyd Bridges en la película Aterriza como puedas, que arrasó en 1980. Dos años antes, en Santiago, 208 pasajeros y once tripulantes experimentaron la realidad de estrellarse y vivir para contralo. Aquel 3 de marzo de 1978, el comandante Jaime Ordovás Artieda iba a los mandos de un McDonell Douglas DC-8, de nombre Españoleto, que acabó estampado contra una toxeira junto a la pista de Lavacolla Como tituló La Voz de Galicia al día siguiente, «Pudo ser una tragedia».

El Accidente da Lavacolla o Accidente do Españoleto cuenta con su propia página en la Galipedia, la versión gallega de la Wikipedia; no en balde es el segundo accidente aéreo más importante en la historia de la aviación comercial en Galicia: de los 208 pasajeros que iban en la aeronave, setenta sufrieron heridas, diez de gravedad y el resto rasguños menores. Y si la cosa no fue una catástrofe total fue gracias a la pericia de los pilotos.

Aquaplanning

El comandante Jaime Ordovás Artieda tiene en la actualidad 77 años y está retirado. Es hombre poco dado a entrevistas, aunque alguna vez ha hecho excepciones. Según contó justo después del accidente, aunque la visibilidad era buena en aquella tarde del 3 de marzo -eran casi las cinco y media- la pista era un río. Justo media hora antes del aterrizaje, había llovido compostelanamente, sin piedad. El drenaje de la lengua de asfalto no era el más adecuado y el avión hizo aquaplanning y se fue a la izquierda en cuanto su tren de aterrizaje tocó el suelo.

La pericia de Ordovás venía avalada por sus más de quince mil horas de vuelo. De que cumplió el procedimiento a rajatabla da cuenta la memoria de algunos de los pasajeros que viajaban en la barriga metálica del Españoleto, entre ellos el ex diputado y ex rector de la Universidade de A Coruña José Luis Meilán Gil o la también ex diputada Nona Inés Vilariño. Ambos acompañaban, entre otros, al mismísimo Pío Cabanillas. Los dos recuerdan perfectamente cómo Ordovás desconectó los sistemas eléctricos una vez que la mole de chapa se estrelló, maniobra que impidió que el aparato ardiese y que evitó dos centenares largos de entierros. El comandante insistió en que simplemente se limitó a seguir el procedimiento.

El ovni de Ordovás

El accidente del Españoleto no es el único incidente en el que aparece Jaime Ordovás. Su nombre ha quedado asociado para siempre a uno de los expedientes X más sonados de la aviación española. La primera reseña de aquel caso que se publicó en la prensa es del 10 de marzo de 1969, lo firma la agencia Cifra y dice así: «Ovni observado por piloto de Iberia. fue visto en un vuelo nocturno entre Palma de Mallorca y Madrid». El comandante que nueve años más tarde protagonizaría el accidente de Lavacolla tenía entonces 32 años y llevaba ya dieciséis pilotando.

Tan sonado fue el asunto que incluso ABC dedicó una página completa e entrevistar al aviador en su edición del 12 de marzo de 1969, información que firmaba, literalmente, «nuestro corresponsal en el mundo de los ovnis». El mítico J.J. Benítez dedicó un ímprobo esfuerzo a la investigación del caso, pero esa es otra historia.

Ovnis aparte, regresamos a 1978, con el Españoleto tomando tierra literalmente hasta hartarse. El catedrático Varela Núñez, el profesor Aranguren, el redactor de La Voz de Galicia Jacinto Ruiz... en aquella aeronave iba todo el mundo. «Los viajeros, en gran desorden, abandonaron el aparato por las puertas de emergencia», destacaba el periódico del 4 de marzo, que añadía: «Pío Cabanillas resultó conmocionado y el parlamentario Guillén, ileso».

«Recuerdo que venía un grupo de pescadores muy bullanguero», cuenta Nona Inés Vilariño, que se dio perfecta cuenta de que algo no iba bien cuando entraron en la pista «muy por encima de lo que era habitual». Instintivamente, como la mayor parte del pasaje, Nona se colocó en posición de emergencia y se preparó para lo peor: «Me acordé de mi hija y me dije: Dios mío, de qué manera más estúpida se muere uno». Después, el golpe.

La ex diputada guarda sensaciones encontradas del desalojo: «Las azafatas -narra- fueron las primeras en escapar y en despotricar contra el aeropuerto». Lo peor, superado el batacazo, fue la sensación de caos, el sálvese quien pueda. Ella fue una de las últimas en salir del aparato: «Me tiraron, me pisaron... a mi lado viajaba un señor mayor, su hijo lo buscó, tiró de él y ambos salieron a toda prisa. Fueron minutos de pánico». Otros supieron estar a la altura. Es el caso de José Luis Meilán, que se hirió en una pierna y se jugó el tipo ayudando a evacuar a una mujer. «Aquel día me hice muchas reflexiones -dice Nona Inés Vilariño- creo que no se valora el esfuerzo que suponen la actividad política, los viajes, las ausencias, para las familias de los políticos».