Ghaleb Jaber Martínez: «El Ensanche es el verdadero Santiago»

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Defiende el barrio donde jugó de niño, trasnochó de joven y descubrió la gran pantalla

14 ene 2019 . Actualizado a las 22:50 h.

Nombre. Ghaleb Jaber Martínez, compostelano de 37 años

Profesión. Presidente de la Fundación Araguaney, director del festival Amal y responsable creativo de CTV.

Rincón elegido. La plaza Roxa, porque «representa la infancia para los chavales de Santiago» de su generación.

De ascendencia árabe, Ghaleb Jaber Martínez nació en 1981, un 11M, fecha que lo marcaría. Segundo de cinco hermanos, cuenta de niño era «un diablillo más» del Ensanche. «Entonces nos íbamos a la calle hasta que caía la noche y no había un horario ni una forma de localizarnos». Vivió una infancia sin miedos ni ataduras, «una permisividad que ahora no sé si sería capaz de tener con mis hijas», cuenta este compostelano, quien espera para el próximo mes la segunda, Lila. Paseando por la plaza Roxa, los recuerdos de su niñez se acumulan: «Es ese lugar céntrico, de reunión, en el que nos juntábamos los chavales de diferentes colegios y hacíamos travesuras, donde teníamos todo lo que un chaval podía desear, desde cabinas de teléfono para hacer llamadas gamberras, a unos bancos para comer pipas o el centro de celebraciones de las victorias del Compos en primera división».

«Para mí el Ensanche sigue siendo el gran olvidado. Es el verdadero Santiago, donde vivíamos compostelanos, especialmente los niños, porque la zona vieja era para gente más adulta», sostiene el presidente de la Fundación Araguaney. Estudió en La Salle, cuando ya era mixto. Luego, en Peleteiro y en el Chester College (Teo). Con 17 años, siendo un joven ya viajado, se fue a Irlanda para hacer COU. Su formación lo llevaría a Madrid, donde emprendió sus estudios universitarios, y más tarde Barcelona. «Como muchos que empiezan la universidad, no sabía qué hacer. Arrastraba un sueño profundo de ser arqueólogo desde niño. Acabé en la Complutense estudiando Historia y el día que llegó la asignatura de numismática, el estudio de las monedas, me di cuenta que no era lo mío. También influyó bastante caer en un colegio mayor de una ideología muy concreta, donde tener un nombre árabe era un estigma. Tanto a árabes como a vascos nos trataban un poco mal. No entendía el motivo, porque en Santiago nunca había tenido un problema de ese tipo», señala.

En la discoteca, como en casa

Aguantó un año antes de volver a Santiago para matricularse en Ciencias Políticas. «Pero seguía sin saber qué quería hacer de mi vida», reconoce. Fue una etapa de transición, donde disfrutó de «la vida universitaria compostelana. Es decir, poca clase y mucho piso». Entonces no había tantas opciones de entretenimiento en casa y la marcha en Santiago «era algo sobrecogedor, no creo que se pueda volver a igualar». Estaba abierta Casting, la discoteca del Araguaney, el hotel familiar, y para él era como estar en casa. «Me harté de salir», asegura.

Visitando a un compañero en Madrid, «me encontré con un chico que traía Forrest Gump debajo del brazo y decía que tenía que estudiar. Me explicó qué era Comunicación Audiovisual, algo que entonces todavía no había en Santiago. En ese momento, descubrí que yo no quería ser arqueólogo, quería hacer Indiana Jones». Regresó a la capital para realizar esa carrera y ahí es donde encontró su verdadera vocación.

¿De dónde venía su interés por la arqueología? «Creo que todos los niños en algún momento se apasionan con los dinosaurios. De hecho ahora mi hija Dalia, que tiene 3 años, es una fanática. Yo ya tenía mi pequeño parque de dinosaurios en la habitación antes de Jurasic Park. Con todo, esa película me encantó», asegura. «La Capitol era entonces la gran sala de cine de Santiago. La recuerdo como un espacio extraordinariamente enorme, donde ir al cine suponía encontrarse con gente conocida, todo un acontecimiento. Luego, con la fragmentación de las salas, se perdió ese concepto, hasta que por desgracia acabaron desapareciendo los cines de siempre», lamenta. Habla con cierta añoranza de la época en la había un puñado de películas en cartelera y se iba al cine por todo lo que lo rodeaba, más que por el filme en sí; y de cuando había que esperar un año para que llegara al videoclub. Él era cliente habitual del 1990 y explica que se convirtió en tradición la sesión de los viernes en familia.

Ghaleb Jaber, que hoy es director creativo de la productora CTV y alma máter de la Semana de Cine Euroárabe Amal, explica que, sin ser muy consciente, apuntaba maneras: «En el colegio ya me gustaba hacer mis documentales con una cámara de vídeo pequeñita y me gustaba escribir guiones».

«Que la ciudad del Matamoros acoja un festival euroárabe es extraordinario»

Para Ghaleb Jaber, la mayor cualidad de Santiago es que «es una ciudad asequible por tamaño, con mucha historia y muy viva, porque se renueva cada año con una población flotante que viene y va. Eso le da un ambiente cosmopolita». Ahora vive en Bertamiráns (Ames) con su mujer, la actriz María Mera, y aprecia la «vida de barrio» y la juventud del concello.

De pequeño, él tuvo acceso libre al segundo hotel con cinco estrellas de la ciudad: «Tenía mis sitios favoritos, la fuente donde la gente echaba monedas -solía coger las pesetas que quedaban escondidas, confiesa-, y el mural de Acisclo Manzano». Recuerda también cómo le impactó, con unos 8 años, su primer viaje familiar a Palestina: «En la frontera, el ejército israelí nos separó. A mi madre y mi hermana no las dejaron pasar. Es una técnica para que decidas no entrar».

Dice que «no soy musulmán ni cristiano, pero creo que ambas son compatibles. Lo que no respeto es su utilización con fines políticos». Explica que vivió tanto el 11S como el 11M en Madrid y «no entendía la reacción de la gente hacia mí. Todos me conocían como el palestino, porque siempre he sido defensor de la causa, y eso me ponía en el punto de mira. Se empezó a considerar a todos los árabes como una masa homogénea y peligrosa. De ahí nació la idea de Amal, para trasladar la realidad el mundo árabe a través del lenguaje visual». Hoy, destaca, tiene un público estable y «ninguno de los partidos que gobernó el Concello lo ha percibido como algo único en España, que nos diferencia del resto. Es el festival de cine árabe más viejo de Europa y que la ciudad del Matamoros acoja esto es extraordinario». «Amal cubre mi corazón», subraya el santiagués, quien y con CTV está ahora centrado en desarrollo de contenidos de ficción.