Zurcidos

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

23 mar 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Alos compostelanos el suelo se nos abre bajo los pies. La red viaria oculta más agujeros que un queso emmental -el gruyer se lleva la fama sin tenerlos- y cada día aflora un boquete nuevo. Será la ausencia de un sistema de drenaje adecuado, las características del terreno o tal vez la escasa calidad del asfalto empleado, pero Santiago corre el riesgo de desaparecer dentro de un bache.

En cuanto tapan uno, emerge otro peor. Su propagación ha alcanzado tal velocidad que trae de cabeza a los gestores de lo público, incapaces de solventar una deriva que deja en evidencia a los propios operarios. El periférico es un buen ejemplo. Tras largos meses nutriendo el honrado negocio de los talleres de neumáticos, Fomento cayó por fin en la cuenta de que iba tocando hacer algo con el tortuoso firme de la SC-20. La contrata hizo esta vez un trabajo fino. Nada que ver con esos remendones de punto grueso que se levantan en cuanto aparecen las lluvias. Ni tampoco con esas chapuzas que perpetran las empresas de telefonía, electricidad o aguas cada vez que abren una zanja. Ahora, un lustroso zurcido oculta a nuestros ojos esas oquedades que, seguro, siguen comiéndose el asfalto del periférico para emerger de nuevo. De hecho, en varios puntos se han abierto más trincheras justo antes o después del parche. Bien lo saben los asiduos al tramo del periférico entre la glorieta que baja de la avenida de Lugo -otra zona cero- y la que canaliza el tráfico hacia el vial de Clara Campoamor. Sí, ese mismo tramo que se convierte en un lago en cuanto caen cuatro gotas.

Si ahí abajo hay otro mundo, en Santiago cada vez estamos más cerca de caer al otro lado.